Espectro que, lógicamente, tiene que preocupar a Puerto Rico, pues dicha espiral racista coincide con dos situaciones puntuales que se están produciendo en la Isla: por un lado, el creciente ritmo de la emigración, lo que podría poner a los puertorriqueños en la mirilla de sectores recalcitrantes; y por el otro, el proceso de reforma en que se encuentra la Policía de Puerto Rico, monitoreado desde el Departamento de Justicia federal, que ordenó corregir el uso excesivo de la fuerza, la actitudes discriminatorias y los abusos físicos en las intervenciones.
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Estados Unidos tiene que parar la violencia racista
Nota de archivo
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