La época navideña es sinónimo de alegría, unión familiar y celebración. Sin embargo, para muchas personas, estas fechas también traen consigo una realidad menos festiva: el consumo excesivo de alcohol.
El alcohol, por su naturaleza depresora, no solo afecta al cuerpo, sino también a la mente y las emociones. En un periodo donde la nostalgia y la tristeza pueden ser más comunes, recurrir al alcohol como mecanismo de afrontamiento puede intensificar estos sentimientos. Según el consejero en sustancias Rafael Santos, “no importa la época del año, siempre habrá una excusa para tomar”.
Uno de los factores que contribuyen a esta problemática es la normalización del consumo desde edades tempranas. Según datos recopilados en el Centro de Salud Conductual San Lucas, la mayoría de las personas con problemas de alcoholismo comenzaron a beber alrededor de los 13 o 14 años, influenciadas por familiares y amigos.
El impacto del uso excesivo del alcohol se extiende más allá del ámbito individual. A nivel familiar, provoca conflictos, ausencias emocionales y económicas, y desintegración. En términos sociales, el consumo desmedido se traduce en un aumento de accidentes de tránsito, particularmente durante las festividades. Santos advirtió que “conducir bajo los efectos del alcohol convierte el vehículo en un arma letal”, un recordatorio sombrío de las consecuencias irreparables que estas decisiones pueden tener.
Más allá de las consecuencias externas, el consumo de alcohol también afecta la capacidad de las personas para gestionar sus emociones y enfrentar la realidad. Durante las terapias, Santos enfatiza que cada individuo es el “autor intelectual” de sus emociones, y su bienestar depende de cómo analiza y enfrenta las situaciones. Por ejemplo, una pérdida personal no genera tristeza en sí misma; es la interpretación y las expectativas asociadas las que desencadenan las emociones negativas.
En este contexto, el primer paso hacia el cambio es el reconocimiento. Identificar patrones dañinos y aceptar la necesidad de ayuda son claves para romper el ciclo. Sin embargo, el verdadero cambio comienza con una decisión consciente de priorizar el bienestar personal y familiar por encima de la gratificación momentánea que el alcohol puede proporcionar.
La temporada festiva debería ser una oportunidad para reflexionar sobre nuestras decisiones y sus implicaciones. Al elegir la moderación y la responsabilidad, no solo protegemos nuestra salud y seguridad, sino que también cultivamos relaciones más significativas y un ambiente realmente festivo.
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