Si el niño judío asesinado en el kibutz en su pequeña cama no nos conmueve igual que el niño palestino que agoniza en su pequeña cama del hospital de Gaza, hemos quedado tuertos y pronto quedaremos moralmente ciegos, escribe Sergio Ramírez
Si el niño judío asesinado en el kibutz en su pequeña cama no nos conmueve igual que el niño palestino que agoniza en su pequeña cama del hospital de Gaza, hemos quedado tuertos y pronto quedaremos moralmente ciegos, escribe Sergio Ramírez
En estos días de tanto ruido y tantas voces que se alzan opuestas, sin escucharse unas a otras, cuando todos tomamos partido a muerte desde que ocurrieron los actos de odioso terrorismo ejecutados por Hamás en contra de pobladores israelíes indefensos, seguidos, como respuesta, por el castigo indiscriminado y cruel en contra de la población civil de Gaza, trato de poner el oído en tierra y escuchar a los que nadie escucha, judíos y árabes que piensan que, pese a todo, el entendimiento y la convivencia deberían ser posibles y que la guerra, lejos de representar una salida, no es sino entrar de vuelta en el mismo túnel sin fin.
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