SAN SEBASTIÁN – Atrás quedó el pueblo de Lares, y ahora rodamos cuesta abajo por una empinada pendiente entre paisajes de ensueño y un bosque casi inalterado por el hombre, camino a encontrarnos con unas criaturas que no se cansan de servir al ser humano. El camino alguna vez tuvo brea encima, pero de ese tiempo apenas le quedan algunos parchos dispersos. Mientras más bajamos, más dudas surgen de cómo subiremos luego.
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Crónica: Entre miel, zumbidos y picadas
Un día en el trabajo de un grupo de apicultores en San Sebastián
Nota de archivo
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