Los defensores del voto por Lúgaro y Cidre atacaron mi columna pasada con argumentos que merecen analizarse. Planteé la paradoja de que el efecto de un voto por candidatos independientes, sin posibilidades de triunfo, es ayudar al candidato que ellos mismos menos quieren. Nadie cuestionó mis premisas, ni mi lógica. Aceptaron que ni Lúgaro ni Cidre pueden ganar y que al votar por los independientes le facilitan el camino al menos preparado de los candidatos principales. Las críticas se centraron más bien en ofrecer razones para justificar votar por ellos aun cuando no tienen oportunidad. Son argumentos que no se sostienen bajo una lupa.
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