De un tiempo a esta parte, camino despacio. Podrá ser la punzada leve sobre la rodilla izquierda la que me distrae pero no me quiero perder los detalles de este paseo. El cielo azul de este invierno intenso me regala una brisa, aunque también algún sofocón inesperado —y hasta alguna torrencial nevada. El calor y la humedad aguardan a la vuelta de cualquier esquina. Nada es predecible en este planeta cuyos hielos ahora son líquidos gracias a los dementes de la tribu que agrandan la hoguera para alabar al ídolo del fuego. Reparo en la contradicción evidente pero no dejo que me domine. Ya tiene el miedo su recodo en mi cabeza pero intento que no crezca su presencia. Respiro.
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