Es difícil comprender la insolvencia con el estómago lleno. O internalizar la escasez con las góndolas repletas. Pero hay formas muy perversas de constatar el miedo, la ansiedad y la angustia. Se ven en todas partes. Por eso es tonto el que recurre a catecismos apolillados para repetir verdades huecas, confiando que surtirán su magia de sólo pedirlo con fuerza. Hay umbrales dolorosos y estamos ante uno de ellos.
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