El autor de esta columna creció en el barrio Peñuelas de Santa Isabel, una pequeña comunidad de unos 2,000 habitantes ubicada en una árida y vaporosa llanura sureña, lejos, en serio, de todo. Casi nada es capaz de quebrar la soporífera paz en que allí por lo regular se vive. Pero en el verano de 1976, Rafael Hernández Colón, a quien en aquel entonces no le decían aún “el Conde de Ponce” y todavía se le conocía como “el gallito que no se juye”, irrumpió en el barrio con sus bocinas, como parte de su primera campaña de reelección.
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La locura
El autor de esta columna creció en el barrio Peñuelas de Santa Isabel