Es que, después de dieciocho años fuera del país, todo le causa repugnancia. Le dan asco la tendencia ignorante a considerar cualquier porquería nacional la mejor del mundo y la celebración descerebrada de la estupidez. Le dan asco la corrupción e incapacidad generalizada, le repugnan el estúpido fanatismo deportivo, la paranoia cotidiana, los tapones, el arribismo lastimoso de la clase media… También la falta de conciencia ecológica, el consumismo, la situación patética del transporte público, la mediocridad de casi todas las universidades, el imaginario patriótico, la impuntualidad y, casi peor que todo, la ridiculísima imitación y celebración del “american way of life”.
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