Aunque el huracán María le arrebató todo, Eileen Santiago no perdió las ganas de estudiar en el Sistema Universitario Ana G. Méndez
Aunque el huracán María le arrebató todo, Eileen Santiago no perdió las ganas de estudiar en el Sistema Universitario Ana G. Méndez
No es fácil comenzar a estudiar a los 25 años y con tres hijos. Pero súmale a la dificultad el perderlo todo, pasar ocho meses sin recuperarlo, ni tener energía eléctrica, y que sean tus estudios, precisamente, lo que te aferre a tu país.
Este es el caso de Eileen Santiago, estudiante de Enfermería de la Universidad del Turabo en Yabucoa, parte del Sistema Universitario Ana G. Méndez.
Como cualquier cambio, reconoció que al inicio sintió miedo.
“Al principio me quería ir porque se veía difícil. Pero soy bien perseverante. Me dije: ‘Yo puedo con esto, vamos a estudiar’. Le fui cogiendo cariño. Estaba enfocada en lo que quería hacer para poder terminarlo”, aseguró la futura enfermera.
Su perseverancia, claro, va acompañada de muchas responsabilidades adicionales que no todos sus compañeros de Enfermería comparten, pues además de sus clases, Eileen tiene que atender a sus hijos, ayudarlos con sus asignaciones y realizar los quehaceres propios de un hogar.
Entonces llegó María —y como a todos los puertorriqueños— empeoró su situación. La noche del 20 de septiembre sigue plasmada en su memoria.
“Yo estaba sola con mis hijas y les dije: ‘Vamos a salir porque el techo se va a despegar’. Eso fue en cuestión de segundos. Salgo de esa casa, bajo, entro a la otra, y cuando me asomo por la ventana ya el techo había volado”, recordó.
Al otro día notó que lo había perdido todo. Los uniformes de enfermera, los libros de la universidad, los trabajos, la computadora, todo se mojó. No quedó nada.
Luego de dos semanas, logró comunicarse con su familia.
“Mi mamá me dijo que me fuera con ella. Ya mi hijo mayor estaba con ella, antes de que pasara el huracán. Pero se me vino a la mente tantos años de sacrificio estudiando. Tanto que mis hijos esperan de mí. Mi familia también esperaba que yo terminara. Yo quería demostrar que podía hacerlo y eso fue lo que me aguantó. Yo dije: ‘Tengo que terminar sea como sea y ejercer aquí’”, articuló.
Cuando supo que iban a comenzar las clases, sintió un rayo de esperanza. Ese primer día de regreso a la universidad ella y sus compañeros estaban emocionados de encontrarse.
Luego siguieron las preguntas de rigor: “¿Perdimos el semestre? ¿Nos graduamos?”.
La respuesta a lo primero fue que no. A lo segundo, que sí. La graduación es ahora en junio, y después de tantos tropiezos, Eileen no puede disimular su alegría.
“Es algo que te propones y lo logras. Me siento bien contenta. Mis hijos fueron mi motor principal”, admitió, sonriendo.
Eileen siguió el ejemplo de su madre, a quien le apasiona también las ciencias de la salud y regresó a estudiar en la Universidad del Turabo a los 40 años. Ahora quiere que sus hijos sigan el suyo. Y al parecer, lo está logrando. “Cuando me traía a mis hijas porque no tenía quién me las cuidara, me decían: ‘Mamá, cuando yo crezca, vengo para acá’”, mencionó.
Aunque aún los escombros siguen allí desde septiembre y no tiene servicio de energía eléctrica, nada de esto le quita las fuerzas de trabajar en su país.
“A parte de ejercer bien mi trabajo, quiero especializarme en la curación de úlceras. Me gustaría tener mi propio consultorio de curar úlceras y ayudar a los pacientes que no tengan los recursos. Con la salud no se juega y no podemos negarle a un paciente que se mejore porque no tiene dinero. Es más gratificante verlo bien”, expresó.
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