El 19 de mayo de 1910 aconteció uno de los fenómenos astronómicos más significativos del siglo 20: la majestuosa aparición de un cometa que iluminó el firmamento y alimentó la fascinación científica. Sin embargo, su estela, además de causar asombro, también sembró temor alrededor del mundo debido a su cercanía a la Tierra. Se trataba del regreso del cometa Halley.

En ese momento, el astrónomo francés Camille Flammarion planteó que la cola de Halley contenía gases mortales de cianuro. Estas afirmaciones dieron paso a una preocupación generalizada, a pesar de que la comunidad astronómica sostenía que el cometa no representaba una amenaza para la vida en la Tierra.

En Puerto Rico, este visitante celeste despertó interés, pero su fulgor también propagó pánico. Así quedó plasmado en una fascinante obra que investigadores del Recinto de Arecibo de la Universidad de Puerto Rico (UPR), sostienen fue creada en 1910, en el interior de una cueva en el sur de la isla que exploraron en el 2018. Los científicos piensan que el dibujo, presuntamente, muestra al cometa sobre lo que parece ser una tumba. Debajo del simple dibujo, alguien escribió “Recuerdos de Fernando Colón, Mayo 23, 1910”.

La investigación, que inició en octubre de 2023, descubrió que el arte rupestre fue creado, probablemente con carbón, por un joven de 15 años llamado Fernando Colón Vázquez, quien, como muchos en esa época, “quedó fascinado y tal vez un poco aterrorizado por el paso del cometa”, resaltaron los profesores Ángel Acosta Colón y Abel Méndez en el estudio.

Ante el evento astronómico, el adolescente habría buscado refugio en esta cueva donde, según los científicos, capturó el mar de emociones que los puertorriqueños sentían en ese momento, inspirándose en ilustraciones contemporáneas para representar un cometa.

Sin embargo, no se habría tratado de una tarea fácil, pues, de acuerdo con los investigadores, llegar a esa zona de la cueva, que carece de iluminación natural, requiere que una persona gatee.

“Por consiguiente, el artista habría tenido que recurrir a fuentes de luz artificial, como linternas o una hoguera improvisada, para ejecutar su obra (...) lo que pone de relieve el compromiso del artista de conmemorar el acontecimiento celeste a pesar de las limitaciones físicas de la cueva”, lee el estudio científico.

“Retrató una estructura más parecida a una capilla con escaleras o, más probablemente, una tumba, panteón o mausoleo, en lugar de una iglesia convencional. Esto sugiere una interpretación artística (...) La iconografía de un cometa, representado como una estrella con cola, está muy arraigada en las representaciones artísticas, lo que sugiere una conexión con el lenguaje visual tradicional”, plantean en su análisis.

La investigación, que forma parte de los esfuerzos del Laboratorio de Habitabilidad Planetaria (PHL) y el Grupo de Investigación y Educación en Karsos y Cuevas (KCREG), se estructuró en cinco pasos: descifrar el arte rupestre, identificar el cometa representado, determinar el artista y descubrir la motivación detrás de la obra.

Mediante métodos de investigación interdisciplinaria, así como análisis de récords históricos, periódicos y censos, los expertos del Recinto de Arecibo armaron el contexto histórico y social en el que Colón Vázquez vivió.

De hecho, una segunda visita a la cueva, en noviembre de 2023, reveló artes similares con los nombres de Fernando y Monserrate Colón (uno de sus hermanos), confirmando la conexión entre el Fernando de la cueva y el censo de 1910 que analizaron los expertos.

Pese a que los investigadores no revelaron la ubicación ni el nombre de la cueva para preservar su estado, indicaron que forma parte de los extensos sistemas calizos de Puerto Rico.

El análisis también los llevó a determinar que el trayecto, desde la casa del joven hasta la cueva, representaba una extensa caminata, que requería aproximadamente dos horas a pie.

“Esta distancia refleja no solo la separación física entre su zona residencial y la cueva, sino que también subraya el esfuerzo y la determinación que suponía llegar a la cueva. La decisión de emprender semejante viaje, con una topografía kárstica difícil y un clima semiárido donde los medios de transporte modernos son insuficientes, subraya la importancia del destino o la motivación de la visita”, discutieron los investigadores en el estudio.

“El pánico generalizado por el cometa, alimentado por informes sensacionalistas de los medios prediciendo resultados catastróficos, probablemente motivó a Colón Vázquez, a su familia y, posiblemente, a otras personas a refugiarse en la cueva. El caso del arte rupestre de Fernando Colón ilustra la ́intersección entre los fenómenos astronómicos, el miedo social y la expresión individual. Este incidente arroja luz sobre los impacto más amplios de los fenómenos celestes en las sociedades humanas, especialmente en comunidades aisladas con escaso conocimiento científico”, concluyeron.

Según la investigación del equipo, Colón Vázquez falleció en 1950, a los 54 años. Tuvo varios hijos, de los cuales dos pudieran estar vivos con una edad cercana a los 80 años.

Para los expertos, esta cueva, más allá de formar parte de la topografía de la isla, representa una ventana al pasado.

A su vez, esperan que los puertorriqueños recuerden el legado artístico del joven Fernando la próxima vez que eleven sus miradas hacia al cielo para admirar un cometa y esa realidad puede estar no tan lejana, pues se espera que el cometa C/2023 A3 (Tsuchinshan–ATLAS) reaparezca por el horizonte oeste y a una distancia segura de la Tierra entre el 12 y el 14 de octubre.

De acuerdo con la Administración Nacional de Aeronáutica y Espacio (NASA, por sus siglas en inglés), hasta la época del astrónomo inglés Edmond Halley (1656-1742), se pensaba que estos cuerpos celestes solo pasaban una vez por nuestro sistema solar.

Sin embargo, en 1705, el astrónomo encontró similitudes en las órbitas de tres cometas que fueron visibles en los años 1531, 1607 y 1682. En ese momento, Halley sugirió que el trío realmente se trataba de un único cometa que realizaba viajes periódicos y predijo, correctamente, que regresaría en 1758.

Según la NASA, el primer cometa “periódico” de la historia fue bautizado en su honor y, desde ese momento, el cuerpo celeste se ha relacionado con observaciones antiguas que se remontan a más de 2,000 años.

“En cada órbita alrededor del Sol, un cometa del tamaño del Halley pierde entre tres a 10 pies de material de la superficie de su núcleo. Así, a medida que el cometa envejece, su aspecto se oscurece y puede perder todos los hielos de su núcleo. Las colas desaparecen en esa etapa, y se convierte finalmente en una masa oscura de material rocoso o tal vez se disipa en polvo”, informa la entidad federal.

Luego del evento de 1910, Halley fue recibido con más entusiasmo alrededor del mundo cuando fue nuevamente avistado en 1986. Su próxima visita cerca de la Tierra será en el verano de 2061.