Un recorrido inolvidable por la joya medieval de Normandía, donde historia, fe y naturaleza se entrelazan en un espectáculo único
Un recorrido inolvidable por la joya medieval de Normandía, donde historia, fe y naturaleza se entrelazan en un espectáculo único
17 de noviembre de 2024 - 11:10 PM
La cita era antes de las 7:00 a.m. en un hotel de un París frío y brumoso. El coctel perfecto para desistir del tour que habíamos escogido, especialmente estando agotadísimos después de un largo viaje y con el “jet lag” en pleno apogeo. Afortunadamente, la emoción era mayor que el cansancio y estuvimos a tiempo en nuestro punto de encuentro para el tour al Monte Saint-Michel, una de las maravillas francesas que estaba en el tope de nuestro “bucket list”.
Tras cuatro horas y media de trayecto, y ya en la región de Normandía, lo vimos desde la ventana del autobús. Parecía un castillo de un cuento de hadas, o sacado de una postal. Pero ni era un castillo, ni una postal. Era una realidad y el corazón agitado nos decía que por fin llegamos al Monte Saint-Michel, una isla rocosa donde hay una abadía de la Edad Media, enclavada en un monte, ambos Patrimonio Mundial de la UNESCO desde 1979.
Usamos el “shuttle” gratuito para llegar más rápido junto a nuestro guía, a la entrada del monte, donde también hay un pueblito medieval. Al bajarnos caminamos por la pasarela que dejaba ver una marea tan baja que en la mayoría de la zona se veía solo arena y no agua. “No se confundan. Aquí se dan las mareas más altas de Europa Occidental, y eso que ven ahora es arena movediza. Se puede caminar, por una parte, de ella, pero teniendo cuidado”, nos advirtió Osvaldo, nuestro guía.
Ya en el interior del pueblito, aunque el guía nos juró que estábamos con suerte porque no “había mucha gente”, lo vimos repleto, en algunas áreas, incluso con dificultad para caminar, con familias y visitantes de todas las edades, subiendo los cientos de escalones para entrar a la abadía.
Desde afuera se divisaban las características de esta joya de la arquitectura románica y gótica, considerada uno de los edificios religiosos más extraordinarios. Escogidos por los monjes de la Edad Media como el lugar perfecto para su abadía, por su entorno marítimo, fue fundado por Aubert, obispo de Avranches, como un santuario sobre el Mont-Tombe en el 708, tras tres apariciones sucesivas del Arcángel San Miguel.
El monte, con forma piramidal, se convirtió con el tiempo en un importante lugar de peregrinación cristiano, donde los creyentes venían de todas partes a pedir la protección de San Miguel, cuya estatua corona la iglesia de la abadía. A la vez, fue un centro cultural y también fortaleza del Ducado de Normandía.
Con sus murallas y estructura casi vertical, construida de manera ingeniosa y muy compleja por la forma del monte, se convirtió en un bastión y símbolo de la fuerza francesa en momentos históricos como la Guerra de los 100 años. Los monjes fueron expulsados durante la Revolución Francesa dando paso a utilizarla como cárcel hasta 1863 y hoy pueden verse sus arcos tallados, grandes vitrales, los claustros y algunas de sus salas, como la de los Caballeros.
Muchos peregrinos lo usan como parte de una de las rutas francesas del Camino de Santiago, para llegar a Santiago de Compostela, en España. Otros lo escogen como un lugar para desconectarse y solo estar en contacto con la naturaleza, haciendo la caminata descalzos para sentir solo la arena bajo sus pies. Aunque lo hacen miles de personas, no se aconseja hacerlo solo y las reglas de seguridad, incluyen no aventurarse a caminar si la marea está subiendo.
Si bien la abadía es impresionante, uno de los grandes atractivos del Monte Saint-Michel son esas mareas altas. En diferentes fechas del año, la subida hace que se quede sin acceso a tierra, un fenómeno que puede verse e incluso planificarse gracias a un calendario para ello. Para verla desde el monte, incluyendo de noche, debe llegar al menos dos horas antes, para asegurarse acceso, o de lo contrario no se podrá entrar hasta que no baje la marea, cuando el mar puede situarse tan lejos como a 15 kilómetros de la costa.
Desde el estacionamiento, puede llegar al monte caminando (unos 30 minutos) o en autobús gratuito, (20 minutos). El recorrido a pie es hermoso y fotogénico; también puede ir en bicicleta.
El servicio es lento en los restaurantes del pueblito. Puede llevar una merienda o comprarla en los lugares de comida rápida donde abundan los sándwiches, beignets (donas) rellenas de frutas, y pastelería variada, incluyendo los infaltables croissants. También encontrará hoteles y tiendas de souvenir.
Hay variedad de tours desde París, puede alquiler un auto o llegar en una combinación de trenes. Escogimos el tour de Civitatis, ($178 por persona), incluyendo transporte y entrada a la abadía. Era numeroso, con más de 160 personas en dos autobuses, pero seleccionamos tour guiado en español y al llegar a Saint-Michel era como tener una excursión privada, pues nuestro grupo era de solo 14 personas. El resto, que hablaba diferentes idiomas, tenían otro guía o lo recorrían por su cuenta.
Para disfrutar más su visita, puede quedarse al menos una noche en uno de los hoteles de allí mismo, o del área de Normandía. Hay variedad de opciones.
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