La historia, la arquitectura y la naturaleza convergen en el municipio costero de Santa Isabel, un paraíso silente al sur de la isla que reclama una atención especial que destaque las maravillosas memorias que datan de su fundación en el año 1843.

A pesar de ser un territorio de espacio limitado, en comparación con otros municipios de la Isla, este pueblo -cuyo nombre evoca a la Reina Isabel: La Católica de España-, presenta aun la huella histórica de su fundación en muchas de sus comunidades e incluso en el área urbana.

“Nuestro pueblo y sus raíces son completamente indígenas. Aquí donde estamos, La Plaza de los Fundadores, fue en honor al coameño Juan Vélez; un agricultor de 33 años que solicitó al (entonces) gobernador la autorización para convertir a este territorio como pueblo separado de Coamo, ya que pertenecíamos a la Villa De San Blás de Illescas”, indicó Jaime Romero, quien por 40 años ha trabajado en la oficina de arte, cultura y turismo de este pueblo, durante un recorrido por el municipio como parte del proyecto Somos Puerto Rico.

En un recorrido de este medio, para conocer las bondades del pueblo, Romero destacó el atractivo de la Plaza de Recreo Los Fundadores, un espacio donde los santaisabelinos y visitantes gustan de reunirse, tomar un buen café o simplemente dialogar.

En esa cuna de los fundadores, hay varias estructuras como una silla gigante con la bandera de Puerto Rico al dorso, que invita al público a plasmar en una foto su visita a ese emblemático lugar.

Justo al frente de esta innovadora silla, se divisa la primera escuela elemental José Pablo Morales. “Nosotros íbamos a estudiar a Salinas porque aquí no había escuelas, hasta que se construyó esta”, dijo Romero mientras señalaba la estructura que hoy es parte del Instituto de Cultura Municipal.

Contiguo a la plaza, se encuentra la histórica Iglesia Católica Santiago Apóstol, en honor al patrón del pueblo. La estructura data de 1922. Su párroco es Ángel Sánchez Hernández, quien hace dos años dirige esta comunidad de feligreses, y ha puesto en marcha planes para enaltecer la influencia religiosa en este pueblo.

En el interior de esta centenaria estructura, Romero, con una impresionante memoria trascendental, mostró algunas de las piezas de madera que son originarias de los años de construcción de este templo, incluyendo la imagen de la Virgen de los Dolores, conservada en un gigantesco mueble de madera y cristal. Algunas de las maderas que resaltan la majestuosidad de este santuario fueron importadas precisamente desde Italia, manteniéndose en óptimas condiciones por el cuidado que reciben por de feligreses voluntarios de la comunidad eclesiástica.

Para Romero, de 70 años, y más de cuarenta dedicados al servicio de su pueblo, la historia no se detiene; aunque lamenta que por años el descuido de algunas partes inherentes en edificaciones históricas no haya permitido enaltecer la majestuosidad y el impacto social que representan en este pueblo costero.

Una de estas propiedades que escenifican los tiempos de la fundación de Santa Isabel es la que fuera el domicilio de los primeros comerciantes del pueblo y que se considera la más antigua: la casa de piedra. Esta estructura tiene influencia de las construcciones corsos-italiano. Desde Italia, traían toda la madera necesaria para la construcción; una madera que era resistente al caluroso clima del sur que -junto a materiales como el caracol molido, piedra y arena- constituyó la resistente casa de piedra que aun en su maltrecho estado es una estructura admirable y vista desde la plaza de recreo.

Aunque es notable que la influencia europea arropa el área histórica de esta ciudad, Romero mostró en detalle otras de las estructuras que datan de la fundación del pueblo y que albergó el antiguo Teatro Popular. Steven Borges, actual director de la Oficina de Cultura y Turismo, explicó que se están delineando varias estrategias para retomar esa propiedad y activar una sede donde se fusione el arte y la enseñanza. “Santa Isabel no cuenta con un Centro de Bellas Artes o un teatro y queremos retomar eso para nuestro pueblo”, dijo el joven, cineasta de profesión.

“La idea de retomar estas estructuras históricas, aparte de remozar el pueblo, es reactivar la actividad económica con la visita no solo de los santaisabelinos sino también de ciudadanos de los pueblos cercanos”, aseguró Borges.

Ya en las afueras del área urbana, las impresionantes haciendas agrícolas son parte de la historia y de la base económica de este pueblo. Sus cultivos ocupan gran parte de los terrenos de esta zona.

De igual forma, la desaparecida industria azucarera local aún mantiene sus huellas en el sector Descalabro de ese pueblo. Allí queda parte de lo que alguna vez fue la edificación de la Central Azucarera Cortada, fundada por Juan Cortada Manzo. Esta central estuvo activa desde su fundación en 1906 hasta su cierre en 1974, alcanzando a superar la producción de 26,974 toneladas de azúcar.

Otro de los lugares más icónicos de la ciudad es el Malecón de Santa Isabel, un espacio que constituye el junte perfecto para la gastronomía, la recreación y el entretenimiento. Esta construcción, que fue renovada hace pocos años, permite a los visitantes disfrutar de un hermoso atardecer mientras degustan los manjares culinarios que ofrecen los restaurantes aledaños a la zona.

Mientras, tanto Romero como Borges coincidieron en que la administración municipal santaisabelina proyecta retomar las áreas o edificios históricos para desarrollarlos como exponentes de la instrucción de las Bellas Artes y, de esta forma, ampliar la oferta cultural e histórica que permita que más personas visiten este paraíso costero, de cara a la celebración de su 180 aniversario de la fundación.

Glorimar Muñoz Berly / Especial para El Nuevo Día