Considerado por muchos el “oasis de la capital”, pues cuenta con la principal fuente de abasto de agua de la zona metropolitana, el Lago Carraízo, Trujillo Alto reúne -además- diversos lugares de interés para todo aquel que desee disfrutar, conocer sobre su historia arquitectónica y diversidad de flora que abunda en Puerto Rico, la que se protege, estudia y conserva allí.

El municipio posee una vegetación propia de los bosques tropicales húmedos y su ubicación tan cerca de San Juan, lo convierte en un importante ‘pulmón verde’ para toda la región.

Uno de los lugares con un valor inigualable en la preservación de los recursos naturales lo es el Parque de Doña Inés, que se encuentra en las instalaciones de la Fundación Luis Muñoz Marín (PR-181 de Río Piedras a Trujillo Alto) donde se propaga la siembra de árboles endémicos en peligro de extinción.

“Esa casa está ubicada en el sector Cepero y entonces Luis Muñoz Marín siempre se refería a ella como ‘mi casa de Trujillo Alto’ y siempre hacía mención del pueblo cuando escribía cartas oficiales que se originaban desde esa propiedad. Porque todos sabemos que La Fortaleza en San Juan es la casa del gobernador de turno, pero Muñoz prefería este terreno por su belleza natural que hoy se conserva y sirve para el estudio y protección de la flora”, explicó Edgardo Díaz, director de Educación Arte, Cultura y Turismo de Trujillo Alto.

“Ese lugar tiene, además de una extensa biblioteca, un valor histórico porque allí se elaboraron muchos de los proyectos que realizó nuestro primer gobernador electo, en un pequeño espacio que se le conoce como El Rancho. Fue allí donde Muñoz Marín llevó a cabo reuniones con dignatarios y representativos de muchas naciones y también se discutieron muchos de los trabajos de su administración pública”, destacó Díaz.

“Toda persona que desee hacer turismo en Trujillo Alto, debe visitar la Fundación Luis Muñoz Marín. Es el primer lugar de interés que tenemos si vienen de Río Piedras. Es nuestra puerta principal de entrada al pueblo”, manifestó.

El recorrido por este pueblo continúa con la visita a la Gruta de Lourdes, otro lugar que brinda un ambiente sereno. Es una réplica del santuario que existe en Francia y posee un peculiar encanto e historia.

“La Gruta de Lourdes es un centro importante de turismo religioso. El turismo se ha diversificado y vienen muchas peregrinaciones durante todo el año. Las raíces de la Virgen de Lourdes son del sur de Francia, justamente en el pueblo que lleva su nombre donde es famoso por sus milagros”, indicó Díaz.

“Muchas personas visitan ese lugar y el propietario original de los terrenos donde ubica la Gruta de Lourdes en Trujillo Alto, de nombre Ángel Rivero Méndez -militar de alto rango bajo el gobierno español en la isla- visitó ese santuario en Francia con una petición de sanación para su esposa, doña Manuela Boneta Babel, quien padecía una dolencia de salud y que si se curaba iba a realizar un monumento, una gruta para recordarla y venerarla permanentemente. Y así sucedió”, puntualizó.

La gruta mantiene en operaciones la capilla original fundada en 1925 y entre sus otras atracciones, se encuentra el Monumento Mariano bajo la advocación de Lourdes y un terreno aledaño que contiene las 14 estaciones representativas del viacrucis.

“Aquí hay dos asuntos históricos. Uno de ellos es que las estatuas para cada una de las estaciones están esculpidas en mármol procedente de Italia y otro hecho que se destaca en esta historia es que fue justamente a don Ángel Rivero Méndez, a quien le correspondió la entrega de la isla de Puerto Rico, al momento de la invasión norteamericana en 1898, porque él era el encargado del Batallón de Artillería del Castillo de San Cristóbal y gobernador de esa fortaleza española al momento de la rendición de España en la Guerra Hispanoamericana”, destacó Díaz.

No muy lejos de la gruta, se encuentra el “Leprocomio Insular”, antiguo sanatorio para los pacientes de lepra, condición de salud que para finales del siglo XIX era incurable y cuyos pacientes eran aislados -muchos de ellos- a vivir en miserables condiciones en la conocida Isla de Cabras en Toa Baja.

“Las condiciones para los pacientes era horribles ante la falta de agua e higiene en aquel lugar. Entonces para principios del siglo XX, es que gracias a los avances en la medicina se pudo mejorar la calidad de vida de los afectados. Ya para el 1919 la Asamblea Legislativa aprobó la compra de los terrenos en Trujillo Alto para la edificación de una nueva facilidad y no fue hasta el 1925 que se aprobó la ley para la adquisición de esos terrenos”, indicó el también exmaestro del Colegio Santa Cruz.

El diseño de la estructura recayó en manos del arquitecto Rafael Carmoega Morales, a quien se le conoce por desarrollar las obras del Capitolio y del edificio de la Escuela de Medicina Tropical. Ya para el 1926 fue inaugurado el “Leprocomio Insular”, con sus edificios administrativos, residenciales y las respectivas salas quirúrgicas y clínicas.

“Aquí se destaca la Capilla del Divino Niño Jesús en el Templo, que fue construida en 1930 gracias a la petición a esos fines por el sacerdote católico Joseph Murphy”, destacó Díaz.

Desde la erradicación de la lepra en Puerto Rico a principios de la década de los 1970, el edificio ha sido utilizado por diferentes agencias gubernamentales. En la actualidad alberga las oficinas del Departamento de Obras Públicas Estatal y el Centro Psicosocial de la Administración de Servicios de Salud Mental y Contra la Adicción, por lo que se requiere permiso para su visita.

El Puente de Acero

Existen dos lugares claves que son importantes para todo trujillano y que sirven de referente al pueblo; el antiguo Puente de Acero y la represa del Lago Carraízo.

En orden cronológico de construcción y no por su importancia, el Puente de Acero -de dos vías- que sirve como anfitrión al pueblo de Trujillo Alto, es un diseño conocido como ‘Tenessee’, el cual se construyó en 1939 y sirvió para el transporte de tropas estadounidenses desde San Juan hasta Gurabo, evadiendo de esta manera los que existían desde la época española y los cuales se vieron afectados por las constantes crecidas del Río Grande de Loíza.

Desde ese momento y hasta finales de los años 80, el puente era de uso regular para los residentes, comerciantes y visitantes, hasta que se inauguró uno aledaño -en concreto y de cuatro carriles- que sirve en la actualidad de acceso al pueblo de Trujillo Alto.

“El Puente Viejo”, como también se le conoce, es un espacio recreativo de libre acceso, perfecto para fotografías personales, caminar y ver la cuenca del Río Grande de Loíza.

El lago y represa Carraízo

Lo que originalmente se pensó como una obra para mitigación de daños al pueblo, suministro de energía mediante la hidroeléctrica en la década de los 50 y distribución de agua a la zona metropolitana, la represa del Lago Carraízo es por mucho una infraestructura medular para la vida y comercio de Puerto Rico.

“La importancia de ese embalse, inaugurado en 1954, es que brinda seguridad tanto al pueblo, que es una península, y a la zona metropolitana en el suministro de agua, la cual se filtra en la planta Sergio Cuevas. Cuando no existía la represa y había grandes inundaciones, el agua llegaba hasta la plaza de Trujillo. Pueblos como Carolina y de ahí en adelante se veían seriamente afectados porque no había control del afluente hasta ese entonces”, informó Díaz.

Visitar Trujillo Alto es un escape mental a toda varilla y cemento que abunda en las ciudades modernas. El aire fresco, sus bellos paisajes, historia y en especial la calidad de sus habitantes enamoran a todo aquel que desee un salvoconducto hacia la naturaleza, a solo minutos del ajetreo citadino.