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21 de febrero de 2025 - 2:00 PM
Por extravagante que haya parecido el regalo que le hizo el jardinero dominicano Juan Soto a su compañero de los Mets de Nueva York, Brett Baty, como agradecimiento por cederle el número 22 para utilizar en su uniforme a partir de esta campaña, la moda de los intercambios ha producido otras instancias mucho más sorpresivas y curiosas.
Soto le obsequió a Baty una lujosa guagua Chevy Tahoe cuyo valor en el mercado puede oscilar entre los $60,000 y $90,000 dependiendo el modelo y la configuración personal, pero en el pasado han ocurrido intercambios más llamativos, algunos por ser quizás más cuantiosos en valor monetario, y otros no tanto por el costo, sino por lo curioso o creativo.
La llegada de un nuevo miembro a un equipo, especialmente cuando se trata de un veterano que ya es considerado una estrella, a menudo produce este tipo de intercambios que ya son una norma, e incluso en este periodo muerto en las Grandes Ligas previo al inicio de la campaña 2025, otro intercambio de número que se produjo fue en las filas de los Dodgers de Los Ángeles.
Curiosamente, esta vez no fue un veterano el que llegó y tuvo que hacer un regalo a cambio de que un novato o novel jugador le cediera su número.
Con los Dodgers ocurrió a la inversa pues el jugador de cuadro venezolano Miguel Rojas, con más de 10 años de experiencia en las Mayores, le cedió gustosamente el número 11 al novato japonés Roki Sasaki.
El lanzador le obsequió entonces unas botellas de vino y un vaso artesanal de cristal proveniente de su país, y el equipo documentó el instante cuando conversaron al respecto.
MLB.com realizó un recuento hace unos años de algunos de los trueques más curiosos y llamativos en la historia de las Grandes Ligas, que todavía perduran en la memoria por su carácter único y novedoso, desde la creación de un fondo para estudios universitarios, la fabricación de una guardería, o algo tan simple como un par de cajas de cervezas.
Aquí un resumen de solo cinco de los más recordados:
El recién fenecido miembro del Salón de la Fama, líder histórico de las Grandes Ligas en robo de bases, pasó por una situación similar en par de ocasiones.
La primera de ellas no tuvo necesariamente un costo económico, sino más bien de tiempo, pues luego de ser cambiado a mediados de la temporada 1989 de los Yankees de Nueva York a los Athletics, Henderson solo tuvo que ir a una sesión de autógrafos para cubrir al receptor Ron Hassey, a cambio de que este le cediera el número 24.
Cuatro años después Henderson volvió a ser cambiado de equipo en 1993, de los Athletics a los Blue Jays de Toronto, y para conseguir que le cedieran el número 24, esa vez pagó la suma de $25,000 a Turner Ward.'
Con miras a la temporada de 1997, el lanzador estrella Roger Clemens acordó un contrato de cuatro años y $40 millones con los Blue Jays de Toronto.
Clemens usaba antes el número 21 en su uniforme, pero al llegar a Toronto no estaba disponible, pues el puertorriqueño Carlos Delgado, todavía un novel jugador en Grandes Ligas, lo utilizaba en honor al legendario jugador boricua, Roberto Clemente.
Delgado, de 25 años en ese momento, llevaba ya cuatro temporadas en Grandes Ligas, pero apenas una completa, por lo que ante una estrella como Clemens, de 34 años y con una brillante carrera en sus primeras 13 temporadas con los Red Sox de Boston, acumulando tres premios Cy Young y uno de Jugador Más Valioso, el boricua no tuvo reparos en cederle el 21.
Clemens entonces lo recompensó con un lujoso reloj Rolex, más la suma de $15,000.
Delgado comenzó a utilizar entonces el número 25. Al final de su carrera volvió a lucir el 21, pero en uniforme de los Mets de Nueva York.
Luego de 16 temporadas con la poderosa rotación de los Braves de Atlanta, Tom Glavine firmó como agente libre con los Mets de Nueva York para la campaña 2003, y al llegar a la Gran Manzana se encontró que su nuevo compañero Joe McEwing ya utilizaba el número 47 en su uniforme.
Para conseguir que se lo cediera, hizo algo por el hijo recién nacido de McEwing, o más bien por el propio McEwing. Glavine financió la construcción de una guardería para bebés en la casa de McEwing.
Después de 13 temporadas en las Mayores con los Marlins, los Blue Jays y los Yankees, el lanzador derecho AJ Burnett pasó en cambio a los Pirates de Pittsburgh para la campaña 2012.
Al llegar allí, el lanzador Daniel McCutchen portaba su número 34 por lo que Burnett, aprovechando que McCutchen y su esposa esperaban el nacimiento de una niña, creó un fondo universitario para la hija de su compañero de equipo.
Debe haber sido más que oportuno dicho fondo pues McCutchen, que llevaba tres temporadas no completas en Grandes Ligas, apenas tiró un juego en esa campaña, y otro más en 2014 con Texas, antes de concluir su carrera con solo 31 años, y ganando el salario mínimo en los cinco años que estuvo activo.
Habiendo utilizado el 28 solo una temporada con los Phillies, evidentemente el otrora primera base John Kruk no se había encariñado tanto con ese número.
Eso, o le gustaba demasiado la cerveza.
Es que en 1991 los Phillies de Filadelfia adquirieron al pitcher zurdo Mitch Williams, quien en sus primeras cinco campañas en las Mayores siempre había utilizado dicho número con Texas y luego con los Cubs de Chicago.
No le costó mucho, sin embargo, convencer a Kruk que le cediera el número. Para Williams, y no solo para él, el número era bien importante, al punto de que su esposa tenía una colección de joyas con el 28 como motivo.
Y Kruk se lo cedió por apenas dos cajas de cerveza. Irónicamente, como reseñó MLB.com, poco después del trato Williams se divorció de su esposa, y en 1993 cambió al número 99.
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