Por los últimos seis años, miembros de la familia Boyd han venido desde New Hampshire hasta Rincón con una sola cosa en mente, aprender todo lo necesario sobre el arte de las olas y las tablas.

Como ellos, cientos de boricuas y estadounidenses llegan a las playas de Rincón durante todo el año, algunos sin conocer el peligroso oleaje.

Otros sin tan siquiera haberse subido a una tabla de surfing en su vida, pero todos en busca de olas. Esto ha propiciado el surgimiento de escuelas de surfing en ese litoral, algunas de ellas con más de 20 años de antigüedad como la “Rincón Surfing School”.

Entre esos cientos se encuentra Travis Moore, quien, tras llegar a Rincón en el 2007, cambió su tabla de nieve por una de surfing, se quedó aquí y eventualmente compró la escuela.

Establecida en el 1999 y con unos 13 instructores, la “Rincón Surfing School” es la más antigua de la región. Entre otros instructores cuenta con Brandon López y Derek Ríos, ambos conocidos en la escena local por ser parte de los competidores inscritos en la Federación de Surfing de Puerto Rico.

Moore explicó que lo más que le atrajo del surfing es que se trata de un deporte que demanda un alto grado de destreza física y mental y propicia un desarrollo completo de quien lo práctica.

“Lo que el surfing puede hacer por tu cerebro y por tu cuerpo es asombroso. Todos nosotros estamos en forma porque todo lo que hacemos depende de las piernas”, manifestó.

“Yo era un patinador profesional de nieve, pero cuando estás en tu tabla, eres tú contra el océano. Tú puedes usar el surfing para todo en la vida. Te enseña a estar relajado, te mantiene en forma, todo el tiempo te enseña algo. Tú puedes aprender tanto del deporte de surfing y es el deporte más difícil que puedes practicar. La gente no sabe todo eso. Ellos llegan aquí, ven nuestra condición física, entran al agua y a los 30 segundos están vencidos. Hasta que aprenden. Por eso es que existimos”, comentó.

López añadió que, una vez el surfista está en el agua, pararse en la tabla es lo más sencillo. De hecho, es lo primero que se les enseña a los aprendices sin haber entrado al agua aún.

“Hay mucha gente que coge la tabla y se meten y se dan cuenta cuando están allá dentro que necesitan a alguien que les enseñe. El mar es fuerte y si no sabes por dónde entrar, salir, es bien duro”, destacó López.

Precisamente esa lección la aprendió Georgina Boyd, de 50 años, quien –durante la visita de Somos Puerto Rico- tuvo que salir del agua luego que una ola rompiera su tabla en dos pedazos.

“Yo estaba lista para coger una ola, pero cuando me di cuenta, era muy grande para mí. Intenté salir, pero cuando me alcanzó la ola, la tabla simplemente se partió”, relató la mujer, quien se aprestaba a tomar otra tabla para regresar al mar luego que, a duras penas, lograra llegar a la orilla de la playa María, donde tomaron la lección de surfing, de unas tres horas de duración.

Aunque es la sexta vez que visitaban la Isla, junto a los Boyd se encontraba su vecina Elizabeth Means, de solo 16 años y quien nunca antes en su vida había estado sobre una tabla.

Bastaron unos minutos de lecciones en tierra con López sobre cómo pararse en la tabla, cómo patalear sobre esta y cómo buscar su balance, para que ‘Ellie’, como la conocen sus allegados, se hiciera a la mar con el resto de la familia y pudiera disfrutar exitosamente de la experiencia de estar sobre una tabla.