8 de junio de 2014 - 12:00 AM
1. Al teatro desde el balcón. Enrique Muñoz Vélez era un niñito cuando vio a Adolfo Mejía aquella única vez. Su padre, peluquero de los intelectuales, lo llevaba de la mano cuando le dijo: “Ese señor que lleva el saco aquí es un genio”. Ese genio, sin embargo, no fue comprendido del todo por sus contemporáneos. Su manera de armonizar el formal mundo de la academia con los ritmos de lo popular no conseguía reconciliarlo con el mundillo musical de Cartagena. “Era un tipo bohemio y, a pesar de tener una gran cultura, cuando Jaime Gómez O’Byrne dirigía el Instituto Musical de Cartagena le dijo que no tenía un cartón profesional”, cuenta Luis Fernando Martínez.
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