Al fondo de una calle angosta en el sector Reparto Miraflores de Isabela, Charlie Vega Santiago lima la madera de un pandero. Fija el pandero de caoba blanca en una abrazadera de hierro y lo tornea a mano. Mientras Pinguiny, el cachorro realengo que rescató de la calle, se pasea entre las piernas de su amo artesano, las tablas de madera y algunos panderos en proceso que cubren toda superficie del taller casero. El mundo de la bomba y la plena se suele aferrar a la tradición, pero Vega Santiago busca la innovación instrumental en los tambores que crea, como el estimado “barriplén” y el “panderocho” octagonal.