

11 de abril de 2025 - 9:45 AM
La buena palabra, como la tierra, hay que labrarla. Cultivar, sin embargo, no es tarea sencilla. El campo debe prepararse, limpiarse, deshacerlo de cualquier maleza o escombro. Después, hay que abrir surcos. Hoy día existen enormes máquinas que hacen este proceso mucho más sencillo, corto y eficiente. Pero apostando solo a la eficacia, se pierde humanidad. Por eso, para cosechar la buena palabra, la tierra debe abrirse a mano, hay que ensuciarse en ella, saber de qué está hecha. Después de echar las semillas, hay que atenderlas con recelo, regándolas y cuidándolas, hasta que de ellas comienzan a emerger letras, como en racimos, que el buen labrador usa para crear todo tipo de cosas fantásticas.
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