Para esta obra de arte se picaron cerca de 11 mil losas de 31 colores
Para esta obra de arte se picaron cerca de 11 mil losas de 31 colores
2 de noviembre de 2022 - 11:40 PM
Un enorme mural en mosaico, que mide 317 pies y que cuenta parte de la historia del puertorriqueño y, sobre todo, de los cidreños, es la pieza artística que da la bienvenida a la “Ciudad de la Eterna Primavera”.
Sus creadores lo llamaron “Presencia e identidad”. Se levantó en plena carretera PR-172, intersección con la avenida Luis A. “Güiso” Santos, e ilustra un despliegue de talento de los artistas Javier Vélez, Héctor Muñiz y Daniel Rivera, quienes también contaron con la ayuda de Andrés Rivera para construir, losa a losa, la historia que ahora representa al pueblo de Cidra.
“Esta es la primera obra de arte público a esa escala, mide unos 317 pies de largo y, en su parte más alta, 10 pies. Está ubicada donde el municipio recibe a sus visitantes porque está en la entrada del pueblo. Prácticamente esa es la bienvenida que el municipio de Cidra les da a los visitantes”, explicó Vélez.
La obra de arte, que tomó dos años (2014-2016) en construirse, buscaba plasmar la evolución el puertorriqueño, además de incluir elementos que representan e identifican al pueblo de Cidra.
“Fue algo bien curioso y de muchas botellas de vino también porque empezamos a discutirlo hasta que llegamos a un consenso de contar la historia del puertorriqueño con detalles de Cidra. Por eso se llama ‘Presencia e identidad’, por la presencia como puertorriqueños y la identidad como pueblo”, agregó Vélez, quien mencionó que el diseño de este mural se comenzó a trabajar en el 2007. Sin embargo, quedó en pausa hasta que el municipio de Cidra retomó el proyecto para el año 2013.
Para este mural, se picaron cerca de 11 mil losas de 31 colores, lo que Vélez –afirma- fue un reto grande.
“La particularidad que tiene este mural es que, por lo general se coge la losa, se rompe y, con esos cantitos, es que se van rellenando los diferentes colores para crear la figura. En este caso nosotros cortamos la losa de acuerdo con el diseño. Es un poquito más complicado porque teníamos que ir losa por losa cortando, pero los resultados al final fueron espectaculares”, destacó.
Así, los tres artistas, su ayudante y alrededor de 200 voluntarios -entre estudiantes y otros compueblanos-, trabajaron de la mano en el taller y en la calle. De esta forma, se hicieron parte de la historia que quedó grabada en la pared.
“Lo didáctico del proyecto es que fue comunitario. Los sábados iban estudiantes y público en general a trabajar; nosotros les enseñábamos a cortar las losas. Muchos estudiantes hicieron sus horas comunitarias con nosotros. Hay personas que pasan y dicen: ‘ese pedacito es mío porque yo lo hice’, y eso era lo que queríamos”, relató Vélez, quien lleva más de 30 años como artista, pero se inició con el la técnica del mosaico en este proyecto.
“Trabajo serigrafía; es una de mis especialidades. Trabajé con Antonio Martorell del 1996 al 2006. También trabajo el ‘body painting’. La gente no cree que empecé a hacer mosaico con este proyecto; a partir de este proyecto he hecho un montón de mosaicos. Así que ese mural fue mi escuela”, reiteró el artista.
La majestuosa obra “Presencia e Identidad” expone elementos de la cultura indígena y alude al rico acervo de petroglifos, vasijas y diversos materiales arqueológicos que ostenta el municipio de Cidra.
Luego, las imágenes parecen estar en movimiento. Así se plasman las actividades y costumbres de los taínos como sus faenas agrícolas, la confección de casabe, sus viviendas y centros ceremoniales.
Entonces, llega el espacio para la colonización española con la introducción de nuevos elementos culturales y religiosos, como el español y la Iglesia Católica. Así también se presentan las razas taíno, español y africano.
Se presenta al jíbaro puertorriqueño con su recolecta de café, caña y la elaboración del tabaco. Luego se establece el arribo de los norteamericanos en 1898 a Puerto Rico para así entrar al Siglo XX. La etapa es marcada por el escudo de Cidra, que queda en el centro de la obra.
El Siglo XX se representa con el cambio de una economía agrícola a la industrialización, además de las distintas profesiones enfocadas en la medicina, la educación, la ingeniería, entre otras. También incluyen actividades como el deporte, las artes, las ciencias y la tecnología como parte importante de nuestro desarrollo en esa época. En los deportes, cobra protagonismo la figura de un pelotero que hace alusión al equipo Doble A de los Bravos de Cidra.
La obra cierra con la familia puertorriqueña encaminada hacia una potente luz, que el trío de artistas llamó “un futuro brillante”.
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