El orocoveño Harold Hernández se destaca en la Florida Central como músico y artesano de instrumentos típicos
El orocoveño Harold Hernández se destaca en la Florida Central como músico y artesano de instrumentos típicos
7 de diciembre de 2022 - 11:40 PM
ORLANDO, Florida.- Es inusual ver las manos del orocoveño Harold Hernández vacías. En ellas suele estar un cuatro que él forjó. Sin tan siquiera darle un vistazo al instrumento, sus dedos automáticamente corren por las cuerdas, entonando sutilmente acordes y ritmos borinqueños.
Desde el 1989, es emisario de la cultura autóctona, misión que cumple mediante el paisajismo, la composición de décimas, artesanía y la elaboración de cuatros, tiples y güiros.
Hernández obtuvo un bachillerato en español de la Universidad de Puerto Rico (UPR) y fue beisbolista profesional en la isla hasta los 28 años, cuando emigró a los Estados Unidos. Fue firmado como pelotero profesional en Atlanta, Georgia, pero una lesión en la cintura no permitió que su carrera continuara. La desilusión de terminar abruptamente su futuro atlético fue breve, ya que su carrera artística tomó vida y en el 1991 formó parte del conjunto típico Trapiche.
Luego, sus dotes artesanales fueron reconocidos, por lo que en el 1996 recibió el premio Omni Excelencia Cultural. En el 1998 la Compañía de Turismo de Puerto Rico (CTPR) lo reconoció como el Artesano del Año y en el 1999 obtuvo el primer premio en el Festival Internacional de las Artes Manuales en la categoría de percusión con la elaboración de un güiro. Ya para el 2000, ganó el premio Coquí de Oro por Excelencia en Aportación Cultural otorgado por La Casa de Puerto Rico, en Orlando.
Ha compartido tarima con reconocidos cantautores y cuatristas, como Pedro Guzmán, Edwin y Emma Colón Zayas, Manny Trinidad y Quique Domenech, así como el flautista Néstor Torres. También ha acompañado al grupo Haciendo Punto en Otro Son, a Silverio Pérez y a Los Rayos Gamma.
Uno de los recuerdos que más atesora fue cuando entonó La Borinqueña ante ingenieros boricuas de la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA, en inglés) en el 2002 durante una transferencia de banderas puertorriqueñas y que, una de estas, volara al espacio.
Al remontarse en los recuerdos, reconoce que no fue fácil aquel 21 de marzo del 1989 dejar su barrio Saltos, en Orocovis, para arraigarse en los Estados Unidos.
Recordar la sencillez de su vida cotidiana, como la lluvia que lo empapaba al caminar a la escuela, aún trae lágrimas a sus ojos. Fue en febrero de 1989 que su abuela paterna falleció, y, en su lecho de muerte, lo encomendó a ser acarreador de la cultura más allá de las montañas de Orocovis para que “siguiera la tradición… y que cantara y tocara donde quiera que hubiese un boricua”.
Mantener su promesa, en ocasiones, ha resultado tedioso. Tanto abrazó su encomienda que se creyó “Superman”, reseñó. A fuerza de 14 tazas de café negro con azúcar diariamente, descuidó de su salud y, en el 2019, sufrió un derrame cerebral, del cual milagrosamente sobrevivió.
“Yo volví a nacer ese día. El único que cumple años dos veces al año soy yo”, dijo.
Con su segunda vida nació también una nueva visión de mundo, por lo que sus pláticas están repletas tanto de humor como de emoción. Quien lo escucha aprende de música, de cómo en la madera no hay nada que no se pueda remendar y de la riqueza del idioma español. Y de vez en cuando, Hernández se interrumpirá a sí mismo para declamar una de sus cientos de décimas.
“El mismo mundo sigue siendo el mismo mundo; yo lo veo de forma distinta ahora. Ahora, le doy más valor a las cosas”, aseguró.
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