Hace 40 años que Aladino Muñiz Ramírez comenzó a trabajar el arte del trenzado de canastas, dando forma a una gran variedad de estilos que han atraído a innumerables clientes que, al adquirir sus piezas, lo ayudan a perpetuar el arte que aprendió en su núcleo familiar.

El suave movimiento de las manos de su padre, mientras entrelazaba los bejucos que daban forma a las canastas, conquistó desde pequeño el corazón de Aladino, nacido y criado en el barrio Hoconuco Bajo, en San Germán.

“Papi trabajó toda su vida con esto, hace como 40 años empecé poco a poco hasta que aprendí. Lo hice porque me gustaba. Aprendí de él porque lo veía a él. Yo le ayudaba buscando el bejuco”, dijo el artesano.

Sus canastas son hechas con diferentes tipos de bejucos y, esa parte de su faena, aseguró, que es la más complicada, pues a sus 64 años, Aladino tiene que ir al bosque a buscar la materia prima con la que elabora las piezas.

“Son bastantes bejucos; está el bejuco paloma, bejuco cupey, bejuco prieto, calabacín y pupeillo. Antes aquí en el barrio había bastante, por lo menos el bejuco prieto se consigue, el bejuco cupey y el calabacín tengo que irlos a buscar en Adjuntas. Yo tengo permiso del Gobierno para ir al Bosque de Maricao, pero buscar el bejuco es más difícil que elaborar la canasta. Antes, por lo menos, yo tenía familiares que iban conmigo; ahora están toditos en Estados Unidos, y para yo meterme solo es más difícil”, dijo el artista.

Esa búsqueda se complicó aún más desde el paso del huracán María, en 2017, debido a la devastación que provocó el fenómeno en los bosques donde se consigue esa materia prima.

“No se consigue mucho el bejuco cupey, pupeillo y calabacín. El huracán lo dañó porque estaban en el mogote, el viento le dio y lo destruyó. El bejuco prieto y el bejuco paloma lo consigo más fácil”, indicó Aladino, quien agregó que otro factor que hace difícil esa parte del proceso es que el bejuco debe ser cortado solo cuando la luna está en su fase menguante.

“Se coge en menguante porque la marea está baja y el bejuco no bota mucha agua, si lo cortas en creciente rápido le da polilla y se daña. Para sembrar es igual, la madera, todo lo que vayas a cortar, tiene que ser en menguante”, recomendó el artesano.

En cuanto a la técnica de crear esas hermosas canastas, Aladino dijo que es “es más o menos lo mismo que se hace al tejer; uno sí y uno no”. El tiempo de elaboración de cada pieza depende del tamaño de la canasta y pueden durar décadas intactas.

“Si es pequeña, puedo hacerla en media hora, después que tenga el bejuco. Si es grande, me puedo echar dos horas después de tener el bejuco. Eso dura, yo tengo canastas de más de 30 años”, dijo el sangermeño, quien asegura que actualmente hay entre 16 y 18 artesanos de canastas en la Isla.

De hecho, apuntó a que en el pasado la demanda del producto era mayor debido a los múltiples usos que la gente le daba. Y, ante la amenaza de que se pierda el arte de este oficio, Aladino decidió impartir talleres de cómo hacer las canastas.

“Se hacían para recoger frutas, ropa, café y se utilizaban como canastillo para sacar a los bebés del hospital. También se hacían sombreros. Además, los quincalleros iban con esos canastos por las casas vendiendo cosas, como era el caso de los panaderos”, recordó.

Para información adicional de los talleres o para adquirir los productos que elabora el artesano, puede llamar al 787-519-0628.

Conoce más historias de nuestros pueblos en Somos Puerto Rico.

Te puede interesar: San Germán es sede de dos joyas de la arquitectura eclesiástica