Su dueño y creador en el barrio Bayaney de Hatillo revela cómo surgió el museo que honra e inmortaliza su añorada década del 50
Su dueño y creador en el barrio Bayaney de Hatillo revela cómo surgió el museo que honra e inmortaliza su añorada década del 50
17 de agosto de 2022 - 7:00 AM
Adriano Madera Torres siempre quiso tener su propio pueblo, pues su padre, un veterano de la Segunda Guerra Mundial, no le permitía bajar a la plaza pública ni a las fiestas patronales. Lo que nunca pensó fue que su deseo se haría realidad.
Fue justo en su jubilación como maestro de historia del Sistema de Educación Pública, que el educador comenzó a construir un área recreativa para festejar las celebraciones más importantes con su familia, agregándole recuerdos de su añorada década del 50.
Así desarrolló su proyecto de Villa Madera en el barrio Bayaney de Hatillo, un museo repleto de vivencias perpetuadas en aproximadamente 20 estructuras que retratan el Puerto Rico de antes, incluyendo un colmado, plaza del mercado, barbería, cuartel, ayuntamiento, iglesia, posada, farmacia y un saloncito de clases.
“Se llama Villa Madera porque mi apellido es Madera y, mayormente, todas las estructuras son en madera. Empecé a construir cuando mis nenes eran chiquitos y, lo primero, fue el área de la piscina y una covacha donde mi mujer hacía la comida para fiestas”, recordó el hombre de 66 años.
“Elaboré esto con elementos culturales de Europa y lo que había aquí en América porque nuestra cultura es una mezcla. Por eso, construí este pequeño territorio, que es una villa de los años 50 o antes, con elementos que Puerto Rico ya no tiene, desaparecieron”, contó Madera, quien fue maestro de historia.
El recorrido inicia en el Hospital Dr. Arias, en donde se puede apreciar un maniquí ataviado con el uniforme de un médico que parece dar la bienvenida a su consultorio.
“El doctor Arias fue quien atendió a mis papás y a mis nenes cuando eran chiquitos. Él está bien viejito y se la dediqué a él, es la relación médico familiar. El consultorio tiene muchas cosas de los años 50. Tenemos el médico, una lámpara para revisar al paciente y la balanza médica antigua”, explicó al mostrar un teléfono de disco sobre el escritorio.
Le siguen el cuartel de la Policía, un quiosco y el ayuntamiento, en los cuales continúa rindiendo tributo a personas importantes en su vida, además de exponer las necesidades que enfrentaba la sociedad de ese entonces.
Por ejemplo, en el quiosco Las Brasas, Madera recuerda el riesgo constante al que estuvo expuesto el jíbaro que confeccionaba el pitorro, una producción que hacían de manera ilegal cuando no encontraban cómo ganar el sustento.
“En los tiempos muertos cuando el jíbaro no tenía donde trabajar, se dedicaba a sacar pitorro. Aquí tenemos el alambique con la serpentina original para sacar ron y pitorro. Se llama caña porque viene de la melaza de la caña, la fermentan y después la hierven, se evapora y cuando se condensa el vapor, sale el chorrito del ron pitorro”, explicó.
“Las familias eran de 15 personas y había que mantenerlas; no había ayudas sociales. El gobierno los perseguía porque no pagaban impuestos. Por eso, la Policía venía y se los quitaban y los rompían, pero a la otra semana se iban por un lado en el monte para hacerlo”, agregó.
Mientras que en la barbería don Chino se guardan memorias de los 50 y 60 cuando los recortes eran a peseta. Allí se conservan las correas de cuero con las que se amolaban los cuchillos, piedras para afilar las tijeras y las primeras máquinas para recortar varones que eran manuales.
Uno de los espacios que más Adriano atesora es el salón de clases, lugar donde forjó muchas vidas a través de su clase de historia. Por eso, no escatimó a la hora de prepararlo con pupitres para estudiantes zurdos, bandejas de comedores escolares y libros que datan del 1911.
“También contamos con un registro escolar de antes de la década del 50 donde se puede constatar que en educación había discrimen por color de piel; los blancos a un lado y negros a otro, masculino y femenino, la segregación. ¿Por qué tiene que hacerse eso? Ahí está la historia”, cuestionó.
De otra parte, hay una casita de madera simulando cómo era la vida en aquel entonces, desde donde se pueden ver las montañas de Hatillo y Lares.
El hogar contiene una vitrola en perfecto estado, reloj de péndulo, una nevera de 1938 y elementos como el mosquitero que se cubría la cama. Asimismo, se fregaba por la ventana pues la ponchera estaba hacia afuera de la cocina.
El museo no es inmenso, pero quienes lo recorren toman a veces un día entero para revivir sus mejores tiempos. Así que para conversar del pasado, puede llegar al “coffee shop” con el propósito de encargar un café caliente y algún producto de repostería porque la nostalgia detiene a muchos visitantes.
“Esto llena de satisfacción porque me jubilé como maestro y todavía sigo siendo maestro; continúo educando. Estoy dejando que la cultura y la historia no mueran, no está escrita en un libro, pero está plasmada en estampas de vivencias, en cada objeto, en cada instrumento, ahí está nuestra historia, nuestra cultura, están las lágrimas y el sudor de este pueblo”, finalizó.
Para más información puede llamar al 787-206-1323 o acceder a Villa Madera en Facebook.
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