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Vivas las huellas del grupo de tejedoras “Las arañitas de Florida”

Ana Camacho cuenta cómo el grupo de tejedoras tomó forma en las décadas del 50 al 70 y convirtieron su arte en sustento de vida

1 de noviembre de 2023 - 10:00 AM

Nota de archivo
Esta historia fue publicada hace más de 1 año.
Annie, como cariñosamente le conocen, pagó sus estudios universitarios con el dinero que generaba con las piezas que elaboraba. (Isabel Ferre Sadurni Photography)

Ana Elisa Camacho Mena pagó sus estudios universitarios en educación, con el dinero que generaba mediante la venta de sus tejidos e hilvanó una carrera profesional que le rindió buenos frutos en su natal pueblo de Florida.

La mujer de 81 años aprendió el arte popular durante su primera década de vida a través del modelaje de su madre, Ana Eugenia Mena, quien fue propulsora de un movimiento social que empoderó a muchísimas mujeres en la llamada ‘Tierra del Río Encantado’, con de la enseñanza de este renglón artesanal.

Su abnegada gesta generó oportunidades de trabajo para las florideñas, principalmente, entre las décadas del 50 al 70, incluyendo a la menor de sus tres hijos, que quedaba embelesaba al contemplar el grupo de mujeres tejiendo en la sala de su casa.

Por eso, se ganaron el mote de ‘las arañitas’, debido a la disciplina con la que realizaban sus labores y, la forma en que se ayudaban cuando alguna se le dificultaba completar el patrón esperado.

“Mi mamá empezó su vida de tejedora desde bien jovencita. Ella tejía para las señoras del pueblo que tenían poder adquisitivo, le pedían que les tejiera manteles para las mesas, tapetes y con eso ella empezó el rol de tejer”, relató la maestra jubilada.

Isabel Ferre Sadurni Photography
(Isabel Ferre Sadurni Photography)

“Luego de eso, surgió en Florida un movimiento maravilloso cuando llegó una compañía a Florida buscando mujeres tejedoras. Era para que tejieran un tipo de chancleta de mujer. Entonces, (su madre) hizo un grupo, vinieron y les enseñaron los modelos que tenían que tejer”, agregó.

Camacho Mena, conocida como Annie, recordó que “en mi casa, a veces, había como cinco o seis mujeres tejiendo en la sala, mi abuela les preparaba café. Ellas cogían un ratito y veían un poquito de televisión. Era divertido verlas a todas haciendo esa tarea”.

En una retrospección de la época de oro para el tejido, la octogenaria relató que el proyecto provenía de Dorado y su finalidad era confeccionar chancletas para mujeres.

“Ellas tejían las chancletas entre todas, si a alguna se le dañaba algo, las otras ayudaban y ganaban su dinerito. Pero entonces, después de la chancleta, surgieron unas capitas o abriguitos, surgió ese modelo y de unos gorritos y botines para bebés”, sostuvo.

“También se fue ese proyecto y ahí se quedó y, mi mamá empezó a hacer su pequeña empresa. Ella compraba el hilo, porque ya en ese tiempo había hilo de lana y otras clases, como para la década del 70. Entonces, mi mamá mandaba a comprar las cajas de lana para hacer eso, en cajas de zapato. Mi papá preparó un cuarto y puso un tablillero para que ella pusiera sus materiales”, agregó.

Otro movimiento de ‘las arañitas’ surgió cuando doña Ana se hizo cargo de la tiendita de su hermano, que quedaba frente a la escuela superior. Esto ocasionó que muchas estudiantes se interesaran en aprender el arte del tejido.

Mientras eso ocurría, Annie observaba de cerca y, tejía casi a escondidas, pero su deseo de aportar ocasionó que revelara a su madre lo aprendido.

“Yo nací en 1942 y como a los 10 años empecé a tejer. Le pedí a mi mamá que me comprara dos rollitos de hilo para tejer. Me los llevó, eran muy bonitos, de muchos colores. Empecé a tejer y a tejer. Quería hacer un tapetito, pero quedó como un repollito”, confesó.

“Aprendí a hacer chancletas, no completas, porque la chancleta traía la suela y era bien difícil para montar porque los hilitos se partían, se enredaban, eran bien duros. Ahí también hasta yo tuve que poner de mi parte. Entonces, una señora me vio tejiendo y me pidió que le trabajara a ella. Ahí me gané mi primer sueldo y me compré unos espejuelos”, recordó.

Así las cosas, Camacho Mena llegó a la Universidad de Puerto Rico “cerca de 1958. Hice la carrera (en educación) en dos años, pero los estudios se pagaron con el dinero del tejido”.

“Me gusta leer mucho y escribir cuentos e insertar letras en los tejidos. Cojo el papel cuadriculado, cuadrito por cuadrito, ubico el espacio que me va a coger el tejido completo y empiezo a contar cuántos puntos tengo que hacer para completar el tejido”, sostuvo al mencionar que trabajó como maestra por 32 años.

Sin embargo, el cáncer llegó a la vida de su madre a principios de los años 70 y, aunque la mujer venció la enfermedad y siguió hilvanando el camino de otras mujeres, falleció en 1984.

Finalmente, Annie dejó los hilos y la aguja a un lado en 2015, al morir su esposo. No obstante, aseguró que, luego de la entrevista de Somos Puerto Rico, “estoy considerando volver a tejer”.

“Esto como que me ha animado, al buscar los tejidos que hice y los que hizo mi mamá”, concluyó al mostrar una sonrisa en sus labios.

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