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“Vivir de este trabajo es muy difícil”: el gran reto y la efervescente pasión de escribir en Puerto Rico

Mucha musa, pero dolores de cabeza y poco dinero. Escritores, editoriales e ilustradores enfrentan retos, a pesar de un marcado renacer en la escena literaria de la isla

5 de octubre de 2024 - 11:10 PM

El Encuentro L.E.E. se llevó a cabo en la sede del Instituto de Cultura Puertorriqueña. (Suministrada)

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Escritores, editores, libreros e ilustradores han sido convocados a un encuentro especial. Mientras se acomodan en mesas y despliegan los libros que esperan poder vender a lo largo del día, la posibilidad de lluvia amenaza a Viejo San Juan. Eso solo cuestión de tiempo.

En días de extremo calor, como estos, el agua fresca de un aguacero parecería un bálsamo sobre las calles cansadas de la ciudad amurallada. Su efecto es todo lo contrario. Los adoquines y piedras antiguas han recibido el azote del sol como un látigo incesante. La lluvia dura poco, casi siempre, de todos modos. Cuando el sol asoma otra vez su fulgurante figura, un vaporizo desesperante arropa a la ciudad y el calor y la humedad atosigan hasta el alma. Es una paradoja.

Esta tarde, se lleva a cabo un evento dedicado a la industria de publicaciones en Puerto Rico. El Encuentro L.E.E. (librerías, editoriales, escritores) busca ser un espacio en el que personas que se desempeñan en cualquiera de las formas de esta línea de trabajo puedan coincidir, compartir y conectar. Numerosas librerías y editoriales ocupan los bordes de los patios interiores de la sede del Instituto de Cultura Puertorriqueña con mesas desde las que ofrecen libros de todo tipo. Varios escritores también tendrán la oportunidad de conversar, presentar sus libros, y leer extractos de sus obras más recientes a lo largo del día.

No hay falta de escritores en Puerto Rico. Así como en la música, el talento para las palabras sobra en la isla, somos un pequeño país con mucho que decir. Pero a pesar de las numerosas publicaciones de autores puertorriqueños que se hacen cada año, las condiciones para escritores y editoriales en la isla existen como en un tipo de limbo. Ser escritor en Puerto Rico no es más que amor al arte y tener una editorial no es más que amor a los dolores de cabeza. Es un negocio de mucho trabajo y poco dinero, pero aun así, varias personas se aferran a sus esfuerzos porque creen, sobre todas las cosas, en la importancia de que existan estos espacios, en la importancia de darle vida a palabras netamente puertorriqueñas.

La lluvia salpica por todas las esquinas del edificio y las personas corren a cubrir los preciados libros desplegados sobre las mesas. El equipo de Riel Editorial, una joven editorial que ya ha forjado una marca sólida entre editoriales locales, ha recurrido a cubrir sus libros con el mismo mantel que decora su mesa. Allí, Cristina Martínez Pedraza, directora editorial de Riel, habla sobre algunos de los retos que enfrentan casas independientes, como la suya, en la escena literaria local.

“Hay mucha gente escribiendo. Una de las cosas que trajo la pandemia fue que la gente pudo sentarse a escribir y hay muchos manuscritos por ahí disponibles. Uno de los retos es que somos pocas personas trabajando. El proceso de editar un manuscrito es muy complejo e involucra a mucha gente. Aquí somos dos personas. Uno de los retos es que hay muchas publicaciones, pero muy poco recurso humano para poder sacarlas”, explica.

Vivir de este trabajo es muy difícil. Tanto Cristina como su compañera en la editorial, Allison Cruzado, directora creativa de la marca, tienen trabajos primarios fuera de esto. Otro problema que enfrentan es la distribución de libros. Lograr que sus productos lleguen a otras zonas fuera del área metropolitana es complicado y ni hablar de lograr que los libros salgan de Puerto Rico. Riel cuenta con un poco de presencia en la República Dominicana, pero lograr algo más allá de eso, ahora mismo, parece un sueño monumentalmente difícil. El presupuesto, también, es un problema. Los recursos son limitados, y editoriales como Riel deben ser muy cuidadosas a la hora de planificarse y escoger manuscritos. Deben también remunerar a los autores, pero la realidad es que tampoco se trata de mucho dinero. Pero no todo es negativo.

“Hemos tenido libros que se nos han agotado en ventas, que no son cantidades enormes, pero es una buena señal. Pienso que hay gente leyendo en Puerto Rico y que están buscando esas voces contemporáneas”, explica.

Una de esas voces, dentro de la propia editorial, es el escritor Manolo Núñez Negrón. Su libro más reciente, “Mandamás”, fue publicado por Riel. Su novela, que cuenta la historia de un mafioso apodado Nenuco, exhala una puertorriqueñidad literaria muy auténtica y deliciosa. Manolo ha forjado una voz propia muy distintiva a lo largo de sus años escribiendo. Sentado a la mesa de Riel, comparte su perspectiva sobre el estado actual de la industria literaria.

“Yo creo que el estado de la literatura actual es efervescente y hay una pluralidad de voces necesarias y prometedoras. En ese sentido, es un poco triste que eso no se corresponde con el estado de las instituciones que puedan ayudar a las nuevas voces que van surgiendo y hay una cierta precariedad institucional, desde los periódicos, hasta las revistas y hasta las universidades, donde los foros para poder hablar y discutir sobre esas obras emergentes que surgen en editoriales, también emergentes y pequeñas, pueda darse. De manera que hay una gran efervescencia por escribir, sobre todo poesía y narrativa corta, periodismo, crónica, y el país carece en este momento de un circuito literario más amplio que respalde esa emergencia de voces jóvenes y no tan jóvenes”, dice.

—¿Cómo crees que ha evolucionado el perfil del escritor en Puerto Rico?

“En comparación con lo que se asociaba con la figura del escritor en el siglo 19 y el 20, hasta más o menos los años 70, el escritor de hoy es mucho más ecléctico. Hay una cierta falta de gravedad, que me parece saludable. Ha habido una cierta democratización de la escritura, que creo que es importante, hay un acceso distinto, y eso ha permitido, y permite, que la explosión de voces y pluralidades sea más amplia, y que en la carpa quepa mucha más gente, y eso es bueno para la literatura”, explica.

Y aunque es cierto que hoy escribir es más accesible que nunca, otros sectores de la escena literaria enfrentan un camino más difícil. El encuentro también proveyó un espacio para ilustradores. La isla ha tenido una historia muy rica de artistas gráficos que han aportado su trabajo a grandes publicaciones o que han creado obras gráficas literarias importantes. Pero los espacios para ilustradores han desaparecido casi del todo. Extintas quedaron las tirillas que antes publicaban en periódicos y son muy pocos los que logran que sus creaciones trasciendan en la forma de libros gráficos.

Rosa Colón Guerra es una de las ilustradoras más activas actualmente en la isla. Su trabajo, con un estilo muy dulce y original, que habita en lo reflexivo y a veces raya en lo político, ha figurado en varios medios y proyectos independientes. Rosa es una de las fundadoras del colectivo “Les Insu”, junto a otras tres ilustradoras boricuas.

“El estado de la ilustración en Puerto Rico está, de cierto modo, en su infancia. Muchas editoriales en la isla son bastante jóvenes y no hay un sistema de trabajo en el que puedas decir ‘hay una editorial independiente que va a coger ilustradores puertorriqueños’. De hecho, sabemos que hay editoriales que no están buscando talento local porque sienten que la ilustración aquí no da pie con bola en comparación con otros mercados, lo que no es cierto. Tenemos ilustradores aquí que pueden competir con cualquiera. Siento que ahora mismo estamos en una situación donde hay muchos ilustradores puertorriqueños que quieren trabajo y hay editoriales que están saliendo, pero no conectan con los artistas”, sostiene.

Rosa argumenta que también hay un problema sistémico en el que ni editoriales independientes ni instituciones gubernamentales, como el Departamento de Educación, buscan el trabajo de artistas locales. Piensa que podrían nacer colaboraciones muy productivas si se logra romper esa barrera.

“En Puerto Rico sería algo nuevo. Imagina que los libros que está use el Departamento de Educación sean producidos por nosotros, o que las portadas de libros de autores locales sean ilustradas por artistas de aquí. Estamos en un lugar donde se pueden dar cosas bien bonitas, pero tenemos que empezar a dialogar” dice.

La sede del Instituto de Cultura Puertorriqueña se ha transformado en una sauna gigante de puertas abiertas. Entre la lluvia y el sudor, no queda camisa, blusa o traje sin ensopar. Aunque escritores, editoriales, librerías e ilustradores enfrentan sus respectivos retos, encuentros como este facilitan un espacio necesario para que se den esas conversaciones difíciles que le darán forma al futuro de la literatura puertorriqueña. Por ahora, como el efecto de la lluvia breve sobre el caliente en el Viejo San Juan, es un mundo resquebrajado en paradojas. Es solo cuestión de tiempo.

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