Mejoramiento de la docencia

En este nuevo espacio de Opinión, algunos aspirantes a puestos electivos serán invitados a presentar propuestas para atender retos medulares del país, de cara a los comicios generales.

A fortalecer la educación pública para el futuro

La educación pública es el vehículo para ampliar oportunidades a nuestra gente y nos permite construir un desarrollo económico sostenible. Pero, para tener el sistema que todos queremos es importante que enfrentemos los desafíos que actualmente aquejan al sistema de educación pública.

Enfrenta la realidad de ser un sistema educativo complejo, donde, a pesar de tener menos estudiantes y escuelas que en el pasado, los recursos no llegan a las escuelas o al estudiante. Es un dilema que demanda atención urgente y acción decidida.

Mi visión para mejorar el sistema de educación comienza con dos asuntos; el primero, cambios sustanciales en la administración. Esto implica nuevas prioridades presupuestarias y un enfoque agresivo en la tecnología, infraestructura y planta física de los planteles. El segundo requiere un nuevo currículo escolar que se adapte a la realidad actual.

Todo esfuerzo de revitalizar el sistema educativo tiene que comenzar con acciones para salir de la sindicatura federal que nos provocó nuevamente el gobierno del Partido Nuevo Progresista. Esa lamentable realidad nos cuesta cerca de $40 millones anuales que son necesarios en nuestro sistema.

Nuestro plan de trabajo en educación atenderá con premura el estado físico de las escuelas. Eso implica evaluar con seriedad las propuestas de descentralización, incluyendo la inclusión de los municipios. Una verdadera autonomía para las escuelas y regiones podría conducir a una toma de decisiones más eficiente y adaptada a las necesidades de cada escuela.

Además, es crucial que reevaluemos y se rediseñe el currículo escolar. La educación del siglo XXI debe trascender las fronteras tradicionales y fomentar habilidades para el éxito en el mundo actual y futuro. Nuestros estudiantes necesitan adquirir destrezas de análisis crítico, investigación, empresarismo, manejo financiero, análisis de datos, gestión de proyectos, y otras herramientas esenciales para enfrentar los retos laborales actuales y venideros.

Creo firmemente, en que estas herramientas bridarán a nuestros estudiantes las habilidades necesarias para enfrentarse exitosamente a la vida universitaria y laboral del Puerto Rico del futuro. Ese cambio en el enfoque de nuestro sistema tiene que incluir una revisión del calendario académico.

Otro aspecto para el cual presentaré alternativas es para garantizar un servicio eficiente para nuestros estudiantes de educación especial. Actualmente 92,293 estudiantes están matriculados en el Programa de Educación Especial, según el conteo de niños para el año 2022-2003. Esto representa aproximadamente un 36 por ciento del universo de estudiantes matriculados en nuestro sistema educativo. Debemos darle especial atención a este importante renglón estudiantil.

De igual forma, nos urge desarrollar políticas que mejoren la calidad de vida de nuestros maestros presentes y futuros, así como la situación económica de nuestros pensionados.

Antes de culminar es menester dejar claro que no podemos hablar del fortalecimiento de la educación pública y pasar por alto la Universidad de Puerto Rico. Este es el baluarte de la educación superior en nuestra isla. Las estadísticas de la Administración Central de la UPR respaldan la importancia de esta institución en la vida de los puertorriqueños. En los últimos diez años, un 54 por ciento de los estudiantes de nuevo ingreso en todo el sistema universitario provienen del sistema público, demostrando que sigue siendo la principal vía para que los puertorriqueños de clase media accedan a la educación superior. Entre 1999 y 2014, el 73 por ciento de la producción de conocimiento científico, tecnológico y creativo en Puerto Rico se atribuyó directamente al sistema de la UPR. Así de importante es.

Es difícil establecer una visión educativa en unas pocas palabras, por lo que a lo largo de este periodo electoral estaré profundizando en mi plan de trabajo. Tengo un compromiso con abogar por mejorar la educación pública y la UPR pues soy producto de este. Al hacerlo, transformamos desde los cimientos nuestra sociedad y construimos un Puerto Rico más fuerte y preparado para los desafíos venideros.

Armados contra la desigualdad

Muchas decepciones provocan el funcionamiento y el fruto del Departamento de Educación (DE). Decepciona por el progresivo e imparable deterioro en la calidad de la enseñanza, evidenciada en el bajo aprovechamiento académico de nuestros estudiantes, las ausencias crónicas y el alto por ciento de abandono escolar.

Decepciona, además, el mal uso que por años se le ha dado al presupuesto del DE y el bajo rendimiento que producen los más de cinco mil millones de dólares allí invertidos.
Es un presupuesto que ronda en una inversión de alrededor de $29,000 por alumno, cifra que no ofendería, si no estuviese acompañada del bajo rendimiento académico. Aún más ofendería, si se cuantificara el costo social del fracaso del sistema. Basta con oír a la Secretaria de Corrección indicar que el costo de cada menor en el sistema carcelario, excede los $300,000 anuales.

A pesar de reconocer que esta agencia es un monstruo político y burocrático, nos alienta una esperanza. Y es que, más allá de las dificultades que sabemos existen en nuestro sistema, hay escuelas que florecen y destacan por la calidad de sus alumnos, maestros y personal de apoyo.

Entre estas hay muchas de la corriente regular, escuelas especializadas, alternativas y Montessori. Se trata de escuelas en las que abunda la excelencia y las que, en su afán por posicionar la educación como el objetivo social más importante del país, se han enfrentado a la politización, han desarrollado metodologías de enseñanza alternativas para hacer más persuasivo el proceso de aprendizaje y han transformado su comunidad escolar en ambientes de sana convivencia.

Ante la incredulidad que provoca tal milagro procede preguntar qué hacen estas escuelas para nadar contra la corriente; qué cosas suceden en esos planteles que en otros no; por qué no tomamos esas experiencias de éxito y las replicamos en todo el sistema.
Para examinar este tema con mayor profundidad, desde nuestra oficina en el Senado trabajamos una asignación presupuestaria para encaminar un estudio que mostrara las variables de éxito que se destacan en las escuelas Montessori.

La investigación está a cargo de nuestra graduada de Administración Pública de la Universidad de Puerto Rico la cual preliminarmente ha comenzado a identificar ciertos factores que se relacionan con el aprovechamiento académico en estos planteles, que ya son alrededor de 60 en toda la isla.

Se destaca, por ejemplo, la calidad del director o directora escolar; la relación directa entre la comunidad escolar y las familias para lograr un mejor entendimiento del entorno de los estudiantes; el envolvimiento de las madres y padres; el grado de autonomía presupuestaria; su autoridad para reclutar maestros; y que sea la comunidad escolar quien escoja el director o directora de su escuela. A esto se suma la adaptación y actualización del currículo de enseñanza, lo que resulta en una buena receta para el éxito escolar y un buen antídoto contra la politización.

De lo que se trata no es de convertir todas nuestras escuelas en Montessori, sino identificar las prácticas exitosas que allí, como en otras escuelas alternativas, acontecen día a día para replicarlas.

En ese sentido, la iniciativa comandada por el Secretario de Educación federal para descentralizar nuestro sistema educativo va en la dirección correcta, en la medida que integra de forma activa a la comunidad escolar en todo el proceso decisional de la operación de las escuelas.

A pesar de todo ese esfuerzo, sabemos que hay quienes encienden velas para que la descentralización del DE fracase o que un cambio de gobierno engavete esa prioridad.
Quienes así piensan son los que por años se han lucrado del fracaso del sistema. Saben que la educación no solo es un arma de construcción masiva de progreso, civilidad y de buenos ciudadanos, sino que también es un arma de destrucción contra muchos de los males sociales, incluyendo la corrupción y el pillaje.

Ya se ha trazado el mapa de ruta para comenzar a transformar nuestro sistema de educación público. Ahora es cuestión de tener la voluntad y la capacidad administrativa para llevarlo a cabo.

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