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Cómo domar la ansiedad: claves para bajarla y recuperar el bienestar emocional

Si bien es una emoción normal, se exacerba con las redes sociales, la velocidad permanente y la autoexigencia

14 de noviembre de 2024 - 11:10 PM

Hay quienes pueden soltar el pasado, hacer el duelo y despedirse de lo que no fue, mientras otros se preocupan por demás, lo que impide vivir en paz en el presente. (El Tiempo / GDA)

Como una bebida nueva que mezcla un poco de estrés, mucho de urgencia, constantes ingredientes de autoexigencia, expectativas desproporcionadas y una velocidad que arrastra tan rápido que deja siempre el pensamiento fuera del ahora, la ansiedad se ha convertido en una de las palabras de salud mental más tipeada en los buscadores del mundo desde la pandemia.

Algunos especialistas consideran ese evento el detonador de los sucesos, pero la mayoría de los investigadores viene hablando de la condición como un elemento en la emocionalidad humana cada vez más presente y perdurable, a tal extremo que desciende en la escala etaria agresivamente.

Para Iris Pérez Bonaventura, doctora en psicología, especialista en salud mental, “la ansiedad es una emoción normal que, incluso, nos puede ayudar, por ejemplo, para prepararnos ante un examen o un hecho importante para nosotros. El problema se produce cuando interfiere en el día a día, se presenta con frecuencia y hace que quien la padece sufra malestar”.

Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), los trastornos de ansiedad son el problema de salud mental más común en los Estados Unidos. Más de 40 millones de adultos en ese país (19.1 %) padecen ansiedad. Mientras tanto, aproximadamente el 7 % de los niños de entre 3 y 17 años la experimentan cada año. La mayoría desarrolla síntomas antes de los 21.

Por su parte, la Organización Mundial de la Salud estima que un 4% de la población mundial padece ansiedad. ¿La alerta peligrosa? El 9.4% de los niños de 3 a 17 años (aproximadamente 5.8 millones) experimentan algún tipo de ansiedad. Brasil es el país con la mayor población ansiosa del mundo, según un estudio de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), con 18.6 millones de personas afectadas y con ansiedad digital (surgida a partir del consumo de pantallas) que va en aumento.

“La ansiedad es una emoción normal que se experimenta en situaciones en las que el sujeto se siente amenazado por un peligro externo o interno –explica Gerald Nestadt, investigador sobre ansiedad en el Departamento de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de la Facultad de Medicina Johns Hopkins–. Es importante distinguir entre el miedo, cuando el sujeto conoce qué lo amenaza y se prepara para responder, y la ansiedad, cuando se desconoce el motivo, la amenaza es interna y se tiene dificultad para elaborar una respuesta a eso que pasa”.

En todas las edades

Felipe Ortuño Sánchez-Pedreño, codirector del departamento de psiquiatría y psicología clínica de la Universidad de Navarra, explica: “La ansiedad es anormal cuando es desproporcionada y demasiado prolongada para lo que la desencadenó. A diferencia de la ansiedad relativamente leve y transitoria causada por un evento estresante, cuando la sensación se prolonga más de seis meses, puede empeorar y cronificarse”.

Carina Castro Fumero, neuropsicóloga pediátrica, dice que en la sociedad actual, la ansiedad se ha convertido en un trastorno cada vez más común, afectando a personas de todas las edades.

“Cuando ciertas manifestaciones sintomáticas se exacerban de manera masiva es porque existen factores contextuales que promueven la intensificación de estas características –aporta Cinthia Ortiz, psicóloga del equipo especializado en ansiedad de la Fundación Aiglé–.

El aumento de los niveles de ansiedad se observa a escala global. En la actualidad se ve a las personas más pendientes de riesgos potenciales o añorando un futuro mejor que temen no poder concretar, en detrimento del disfrute y la capacidad de conectar con el presente”. El secreto parece estar en conectar con el aquí y el ahora.

“A veces no podemos soltar el pasado, hacer el duelo y despedirnos de lo que no fue, otras nos preocupamos por demás y ambas nos impiden vivir en paz en el presente”, cuenta Maritchú Seitún, psicóloga especializada en acompañamiento familiar.

Desconectar para conectar

Como si se tratara de un cambio de enchufes, habría que colocar las patitas en otro adaptador para volver a la vida humana en todas las gamas que eso significa: desde la posibilidad real de disfrute que no admite hacerlo todo, pasando por el vínculo físico en un espacio real compartido.

Ortiz recomienda qué hacer para encontrar las maneras de mantener nuestros niveles de ansiedad en grados óptimos, más allá del contexto en que nos toque vivir. “Es importante involucrarnos activamente en la búsqueda y construcción de pausas, en proveernos momentos de calma en la rutina semanal y de saborear conscientemente los momentos de disfrute. También tomarnos en serio la necesidad de dar respiro a nuestra mente, dosificar la cantidad y calidad de información que procesamos, enfocarnos en discriminar en nuestros escenarios futuros lo real de lo hipotético, lo importante de lo urgente, lo que nos corresponde a nosotros y lo que nos excede”, enumera.

Fernando García, psicólogo del área de ansiedad de la Fundación Aiglé, sugiere “bajar el ritmo, procesar menos información, acorde a lo que la mente puede abarcar. En general, es mejor afrontar que evitar. Los problemas suelen ser algo menos grave de lo que pensamos cuando dejamos de evitarlos. Y si la ansiedad se instala, es importante recurrir a profesionales calificados y no a cualquier procedimiento de moda”.

El arte de ir más despacio

Carl Honoré se ha hecho célebre por su libro Elogio de la lentitud. “Si vas más despacio todo tu sistema se desacelera –explica–, y la ansiedad se diluye”. Aquí algunas de las prácticas que sugiere:

● Reservar tiempo en la agenda para dejar de hacer y dedicarse a pensar.

● Ante la ansiedad, respirar. Varias veces despacio y profundo.

● Proponerse conversar informalmente con alguien diferente sin objetivos cada día.

● Incorporar descansos breves recurrentes durante la jornada.

● Evaluar actividades que se pueden dejar de hacer.

● Dar un paseo a diario.

● Sumar 5 minutos a cada período de descanso.

● Incorporar un ritual lento.

● Volver a escribir a mano.

● Resolver un rompecabezas difícil.

Buenos hábitos para incorporar desde chicos

  • Desconexión digital: Establecer momentos libres de tecnología a lo largo del día, especialmente antes de dormir.
  • Rutinas y rituales: El caos y los cambios constantes pueden alertar al cerebro, lo que aumenta el nivel de ansiedad.
  • Contra la preocupación: Crear “muñecos de la preocupación” con quienes puedan compartir lo que los angustia antes de dormir.
  • Respiración profunda: Enseñarles a hacer ejercicios de atención plena y respiración profunda para aplicar en la rutina diaria.
  • Momentos especiales: Generar momentos para que durante cada día puedan conectar emocionalmente sin dispositivos.
  • Vocabulario emocional: Nutrirlos con un robusto vocabulario emocional para que puedan nombrar sus sentimientos.
  • A moverse: La actividad física puede contribuir significativamente a la reducción de la ansiedad en los chicos.
  • Resolver conflictos: Ayudarlos a desarrollar habilidades para resolver conflictos con compañeros y afrontar situaciones adversas.
  • Comer sano: Fomentar una dieta equilibrada rica en alimentos nutritivos, evitando azúcares en exceso y ultraprocesados.
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