Marisabelle Díaz Falcón se destaca como musicoterapeuta en el Massachusetts General Hospital
Marisabelle Díaz Falcón se destaca como musicoterapeuta en el Massachusetts General Hospital
6 de agosto de 2023 - 8:00 AM
Boston – Cuando agarró su mano, sintió los últimos respiros de un niño de 11 años. Pero no le dejó de cantar. No recuerda qué, pero sí la felicidad que, por días, le causó a quien batallaba el cáncer en una camilla de hospital. Acompañada de la guitarra, lo complació todas las veces que pudo con su canción favorita: el éxito “Dura” de la estrella urbana Daddy Yankee. Esta vez, sin embargo, la música fue un adiós. No había estrellas de fama mundial; solo el calor de la voz de una boricua. Cuando el frío sacudió a la madre del menor en aquella habitación, el consuelo, por más minúsculo, llegó en forma de melodías.
Marisabelle Díaz Falcón contó que fueron los momentos finales de un dominicano en el Massachusetts General Hospital (MGH), donde alivia la pesadumbre de los enfermos a través de la musicoterapia. Cuando hay quienes sienten que los huesos crujen y los medicamentos van sanando el cuerpo, pero el remedio parece peor que la enfermedad, esta puertorriqueña, de 28 años y natural de Caguas, se asoma con algún instrumento.
Es uno de los miles de boricuas que han pasado por el prestigioso Berklee College of Music, en Boston, donde vive desde hace una década. Poniendo en práctica su bachillerato en musicoterapia, la multinstrumentista se ha entregado, desde hace cinco años, al uso clínico de la música para ayudar a niños en sus peores momentos de salud en esta ciudad.
“He trabajado con pacientes durante sus últimos momentos de vida y nunca es fácil. Es difícil ver ese sufrimiento de la familia. Pero, usualmente, la música ahí es una manera de celebrar la vida del niño y que se despida del mundo con un poquito de paz. Especialmente, con los pacientes de cáncer, eso me ha cambiado la perspectiva de cómo veo la vida, para ser cada vez mejor persona y seguir ayudando al prójimo a través de la música”, manifestó.
La musicoterapia puede ayudar a reducir la ansiedad, suavizar el dolor, estimular la memoria, expresar sentimientos y promover la rehabilitación física, según la Asociación Americana de Musicoterapia (AMTA, por sus siglas en inglés). El poder curativo de la música se utiliza, incluso, en tratamientos específicos para tratar el asma, la depresión, el autismo y condiciones como el párkinson, el alzhéimer, la epilepsia y accidentes cerebrovasculares.
Cuatro días a la semana, Marisabelle sube al piso 18 del centro hospitalario, donde trabaja desde el 2018 y fue reclutada a un año de su graduación en Berklee. En la unidad pediátrica, atiende a recién nacidos y adolescentes. A través de un portal cibernético, analiza las consultas solicitadas, lee sobre los pacientes y cómo se relacionan con la música. Entonces, toca sus puertas.
“Donde hay música, no faltan las palabras”
A veces, la muerte es inminente o lenta y la música representa una compañía. Otros días, son más los que aterrizan de emergencia y buscan tranquilidad a través de sus dulces melodías. En ocasiones, los servicios que ofrece llegan antes y después de un difícil diagnóstico o alguna cirugía. O con la música, intenta traspasar las barreras de la inconsciencia para asistir a quien está en coma o bajo anestesia.
“Mis metas con los pacientes pueden variar. Los niveles de ansiedad suelen ser muy altos en un hospital, y la misión es ayudarlos en su rehabilitación. La musicoterapia se puede dar de distintas maneras, dependiendo de las necesidades. En intervenciones activas, el paciente puede estar tocando algún instrumento. En las receptivas, como en las unidades de intensivo, trato de conversar con algún familiar sobre sus intereses”, precisó.
Sea porque padecen de enfermedades crónicas, algún virus o porque tienen fiebre, Marisabelle prioriza los intereses de todos los que solicitan sus servicios. Le han pedido que interprete “Ojitos lindos” de Bad Bunny, pero también salsa, baladas, pop y casi el reportorio completo de las películas de Disney, como “Recuérdame” y “We Don’t Talk About Bruno” del filme “Coco”. Sin embargo, explicó que los gustos de los niños trascienden generaciones, al estar influenciados por la música que escuchan sus padres.
Especificó que “la canción más difícil” de cantar por su impacto emocional y que le piden con frecuencia es la versión de “Somewhere Over the Rainbow”, con el ukulele, popularizada por el hawaiano Israel Kamakawiwoʻole.
Cuando alguien está intubado, coordina el encuentro musical con los seres queridos del paciente para trazar objetivos, promover la relajación y fomentar que despierte de forma tranquila. “El encuentro es inmensamente especial. Para mí, la música es conexión, es sentir, es poder conectar con otras personas de una forma muy abstracta, pero tan real. Soy la única que habla español en mi división, pero donde hay música, no faltan las palabras”, consideró.
Su verdad detrás de la música
Aunque la guitarra es su herramienta de mayor uso en el hospital, Marisabelle también canta, mientras toca el ukulele o el piano. No obstante, asegura que su corazón palpita entre las cuerdas del violín que comenzó a tocar a los 4 años en el pueblo de Caguas.
Con tres primas vinculadas a la educación musical, decidió en su infancia seguir el camino de su hermana cuando esta comenzó a tocar la flauta. “Yo era de las chicas que siempre quería hacerlo que hiciera mi hermana”, recordó. Sin embargo, lo que comenzó como un antojo se convirtió en su pasión.
“Fue algo que me encantó y supe que la música era algo que quería hacer por el resto de mi vida. No me gustaba tocar frente a la gente por los nervios, pero sí me gustaba lo que la música le hacía sentir a las personas. A esa edad, tan chiquita, me volví adicta a la alegría que le podía causar a otros a través de las melodías. Yo era bastante tímida, pero la música me ayudó a salir del cascarón”, admitió.
Se enamoró del violín en su niñez y dijo haberlo convertido en su herramienta de pasión, el instrumento más “íntimo”. Luego, llevó sus manos al piano a los 9 años y lo retomó de forma más ordenada en Berklee, donde construyó el resto de su formación instrumental.
“Una vez comienzas a tocar un instrumento de cuerda, sobre todo el violín, que es tan específico, puedes aprender otros. Fue bastante fácil. Al principio, te ponen stickers, marquitas para saber dónde están las notas, pero luego te las quitan. El ukulele, lo aprendí en un dos por tres”, mencionó.
Lo que no nació en ella a modo de conteo, manifestó, es lo que todavía se esconde detrás de la forma en que mueve sus manos en aquellos instrumentos. No basta tener un buen oído para conectar con la gente, destacó, muchos menos, con los enfermos. En los helados pasillos del hospital, Marisabelle necesita más. “Es lo que llaman corazón, compasión”, sostuvo.
Esa entrega que describe está anclada en su familia. “Mi papá era enfermero. Mi mamá ayudaba a dar servicios de salud a personas con condiciones mentales. Siempre estaba pensando en qué quería hacer cuando fuera grande. A pesar de mi amor por la música, nunca me vi como solista ni en una orquesta. Mi crianza y mis intereses me guiaron hacia la musicoterapia. Pensé que iba a regresar cuando me graduara, pero surgieron oportunidades de trabajo. Era un sueño. Con los ojos cerrados, dije que sí”, rememoró.
Un propósito mayor
Al ser latina y bilingüe en Boston, la séptima ciudad con la mayor cantidad de puertorriqueños en Estados Unidos, Marisabelle indicó que ha podido dirigir muchos de sus esfuerzos a hispanos que allí residen o a extranjeros –la mayoría de Centroamérica– que viajaron en busca de terapias o tratamientos.
“Lo que menos esperaba era que, por ser latina, puertorriqueña y por hablar español, podía ayudar a tantas personas. Al darles servicios a personas latinas, que muchas veces pasan tanto trabajo para tener acceso a buenos cuidados de salud, siento que estoy ayudando al prójimo. Ser boricua en Boston es ser orgullosa de mis raíces, poder compartir mi cultura con otros y hacerlos sentir de manera positiva”, expresó.
En 2022, la instrumentista completó una maestría en salud pública de la Northeastern University, en Boston, para expandir el horizonte de su misión.
“Quiero incorporarlo en mi trabajo. Mi perspectiva de cómo doy servicios cambió totalmente. Quería entender cómo funciona nuestro sistema de salud y las dificultades que muchas minorías enfrentan en un hospital. Ahora, me encuentro explorando cómo orientar sobre los factores que pueden influenciar, como tener acceso a una buena alimentación, a educación sobre salud y exámenes de prevención”, puntualizó.
Enfocada en esa meta, reconoció que los servicios de musicoterapia no están cubiertos por muchos planes médicos y no se ofrecen en todos los hospitales. Destacando un período de luto personal, reiteró los beneficios de este tipo de tratamiento y ahora aboga más que nunca por su implementación. Cuando un primo de 22 años falleció en 2022 por una sobredosis accidental, Marisabelle confesó haber creado su pieza más personal.
“Sané parte de esa tristeza escribiendo una canción sobre él. No hay palabras que le puedas decir a una madre que ha perdido a su hijo, pero la reacción, en medio del luto de la familia, emocionó. Encontramos música en las distintas cosas que nos rodean. Ahora, a él lo tenemos a través de esta canción. Las personas conectan tanto con sus emociones y canalizan sus dificultades cuando escuchan una canción, cuando cantan o se mueven al son de la música. Es bien lindo tener ese don de poder ayudar de esa manera”, expuso.
Dondequiera que esté, Marisabelle reveló que carga consigo una maleta con los recuerdos musicales de extraños conmovidos por su música en el hospital. Cuando eso ocurre, reflexionó, lleva su mente al lugar donde, pese a la distancia física, sigue su corazón: Puerto Rico.
“Ser puertorriqueña es ayudar al prójimo. Ese calor latino que tenemos, de siempre querer estar ahí para otras personas, lo llevo día a día. No importa dónde esté, cargo mi orgullo boricua, mi cultura, a través de la música que traigo a los pacientes y cómo me proyecto”, concluyó.
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