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En la vida de una maestra de ballet en Puerto Rico: el gratificante sacrificio de Nicole Colón

La directora de ensayo del Ballet Concierto de Puerto Rico aspira a dejar su marca en las próximas generaciones de bailarines en la isla

4 de octubre de 2024 - 11:10 PM

La ensayista del Ballet Concierto de Puerto Rico, Nicole Colón Rodríguez. (Carlos Rivera Giusti)

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La vida de Nicole Colón Rodríguez se puede recoger, de muchas maneras, en una sola palabra: disciplina. Es una mujer delgada y algo pequeña, su voz es muy suave y al hablar, sus palabras cargan una cierta dulzura. Cuando llega el momento de trabajar, sin embargo, su semblante se transforma en el de una mujer que conoce, mejor que muchos, el verdadero valor del sacrificio y lo que hay que estar dispuesto a hacer para alcanzar el éxito. El entrenamiento para bailar ballet profesionalmente puede ser tan exigente como el de un regimiento militar especializado. En algunos aspectos, quizás hasta más.

Colón Rodríguez ha tenido una carrera destacada en el baile, que inició profesionalmente en 2005. Se forjó de las manos de algunos de los mejores maestros en el Ballet Concierto de Puerto Rico y corrió todas las bases hasta llegar a la codiciada posición de solista. Ha interpretado decenas de roles en algunas de las producciones más legendarias del ballet clásico y contemporáneo, como “Carmina Burana”, “Giselle”, “El lago de los cisnes”, “Carmen”, “El cascanueces”, “Don Quijote”, “Romeo y Julieta” y “Sueño de una noche de verano” –una producción que, de hecho, estarán presentando los días 5 y 6 de octubre–, entre muchas otras. Pero es en esta etapa de su vida, tal vez, cuando la bailarina ha asumido, de cierto modo, uno de los roles más importantes de su trayectoria.

Como directora de ensayo del Ballet Concierto, Colón Rodríguez tiene en sus manos la inconmensurable responsabilidad de asegurar que el legado de esta compañía y del ballet en el país continúe a través de nuevos bailarines. Su labor requiere precisión, temple, control, y, sobre todo, un “ojo clínico” que pueda detectar y corregir hasta la más mínima sombra de imperfección.

Este rol es usualmente ocupado por bailarines que están en el ocaso de sus carreras. La idea es que, aunque su cuerpo no necesariamente pueda aguantar la misma cantidad de trabajo que en los mejores años de su juventud, —sea por lesiones, desgastes o, simplemente, achaques de edad—, la experiencia de la persona asignada al rol sea la que ayude a dirigir a los miembros de cada producción hacia el éxito personal y colectivo.

Nicole estudió pastelería en la prestigiosa Escuela Hotelera de San Juan y por un tiempo se dedicó a hacer bizcochos como una fuente de ingresos adicional. No puede ser coincidencia que una bailarina de ballet terminara ejerciendo en un campo de la cocina temido por su dificultad y su exigencia técnica.
Nicole estudió pastelería en la prestigiosa Escuela Hotelera de San Juan y por un tiempo se dedicó a hacer bizcochos como una fuente de ingresos adicional. No puede ser coincidencia que una bailarina de ballet terminara ejerciendo en un campo de la cocina temido por su dificultad y su exigencia técnica. (Carlos Rivera Giusti)

Pero el caso de Colón Rodríguez es singular. Comenzó a ejercer como directora de ensayo en el año 2018. En ese momento apenas iniciaba su tercera década de vida. Que una persona tan joven asuma la dirección de ensayo de una compañía de ballet es muy inusual. Nicole es, posiblemente, la mujer más joven en Puerto Rico que lo ha hecho. Hoy, con 38 años y una figura tan delicada como atlética, la bailarina podría muy bien pasar como solista en cualquier otra compañía. Pero, a pesar de su inmenso amor por el baile, su vista está puesta, desde hace algún tiempo, en el futuro y sus posibilidades.

Yo soy la persona que se encarga de entrenarlos. Yo doy una clase de una hora y media en la que entreno al bailarín. Una clase de calentamiento con todos los ejercicios que lo preparan a lo próximo, que es el ensayo. Son tres horas de ensayo. Si se está trabajando en una producción, yo soy la persona que remonta esa coreografía. Soy la que se asegura de que se esté llevando tal cual el coreógrafo lo montó en su música, en formaciones, a nivel interpretativo. Eso conlleva, también, cómo se ven en el escenario las filas. El producto final es ese trabajo mío de día a día, de ser la consistencia”, explica.

La emoción es palpable en sus palabras mientras explica los pormenores de su labor. A pesar de las varias décadas que ha dedicado al baile como profesional, el interés por lo que hace sigue ahí. La experiencia ha pulido sus sentidos y es posible que ahora, a esta edad y en este rol, sepa mejor que nunca antes lo que quiere y cómo lo quiere.

El baile, como muchas formas de arte, no es una profesión de la que resulta fácil vivir. Muchos bailarines tienen trabajos y carreras en otros campos, y aun así logran sacar el tiempo necesario para ensayar, practicar y permanecer activos en la escena. Las personas que hacen esto en Puerto Rico lo hacen, indudablemente, por amor al arte. Que logren mantener un balance en sus vidas a pesar de tantos sacrificios y tan poca remuneración no es nada menos de un milagro cotidiano.

Como todos los grandes maestros y maestras que tocaron su vida y la empujaron a ser más que una simple bailarina más, Nicole aspira a que ella pueda, también, tocar las vidas de sus estudiantes
Como todos los grandes maestros y maestras que tocaron su vida y la empujaron a ser más que una simple bailarina más, Nicole aspira a que ella pueda, también, tocar las vidas de sus estudiantes (Carlos Rivera Giusti)

La propia Nicole estudió pastelería en la prestigiosa Escuela Hotelera de San Juan y por un tiempo se dedicó a hacer bizcochos como una fuente de ingresos adicional. No puede ser coincidencia que una bailarina de ballet terminara ejerciendo en un campo de la cocina temido por su dificultad y su exigencia técnica. Aun así, Colón Rodríguez se graduó con honores. La precisión, la habilidad, esa búsqueda por recrear la belleza, esa necesidad casi instintiva de alcanzar la perfección, esa disciplina, son atributos que comparten el ballet y la pastelería. No puede ser casualidad.

Llegó un momento dado, sin embargo, en el que se enfrentó a la decisión inevitable de sacrificar una cosa por la otra. ¿Cómo podría abandonar lo que ha conocido por toda su vida? Decidió dejar de hacer bizcochos y dedicarse completamente al baile. En el ballet no se valen los sacrificios a medias. Hay que entregar el cuerpo y hay que entregar el alma. Solo así se avanza. Solo así se crece. Solo así se puede trascender. Y a eso es lo que Nicole, desde su posición, aspira. Que como todos los grandes maestros y maestras que tocaron su vida y la empujaron a ser más que una simple bailarina más, pueda ella, también, tocar las vidas de sus estudiantes, al menos uno, y poder verlo alcanzar la grandeza.

Recuerda, entonces, quién fue esa persona en su propia vida.

“La señora Carlota Carrera fue mi mentora. Esa fue la persona que desde que yo entré a Ballet Concierto estuvo ahí. Fue la directora de la escuela por muchísimos años. Tuve tremendos maestros. Pero ella fue la primera que me puso a enseñar. Yo dudaba, pero ella me decía que yo iba a ser maestra. Me dijo un día que tenía ese ‘ojo clínico’, y que algún día llegaría a ser ensayadora. Yo pensaba ‘esta señora está loca’...”

Mientras habla, la voz se le quiebra un poco, y seca algunas lágrimas rebeldes que se le escapan.

“Lo que tengo, donde quiera que ella esté, se lo debo a ella”, dice. “Esa fue la persona que nos pulió a muchos bailarines. Ella fue un látigo. Yo quiero ser una Carlota en la vida de otras personas. Esa es mi aspiración. Me emociono, porque eso es lo que quisiera ser y sé que lo puedo lograr. Porque me apasiona y sé que lo hago con el mismo amor que ella lo hacía. Así que espero que algún día, uno de mis estudiantes, aunque sea una sola persona, lo logre”.

El quiebre en la voz dura poco, y las lágrimas son pronto cosa del pasado. Nicole Colón Rodríguez recompone su postura y regresa al tono dulce y suave del principio. La disciplina con la que rige su vida le ha enseñado la habilidad extraordinaria de tener control sobre sus sentidos. Pero detrás de esa fachada está el verdadero secreto que, sin lugar a dudas, la convertirá en una maestra legendaria: su humanidad.

Y aunque tal vez no lo vea ahora mismo, los frutos de su labor comienzan a echar raíces en los corazones de muchas de las personas a las que toca a través de su trabajo. Es solo cuestión de tiempo.

Ballet Concierto de Puerto Rico continúa la celebración de su 45 aniversario con “Sueño de una noche de verano”, de William Shakespeare. Las funciones para público general se realizarán el sábado, 5 de octubre, a las 8:00 p.m. y el domingo, 6 de octubre, a las 4:00 p.m. en la Sala de Drama René Marqués del Centro de Bellas Artes en Santurce.

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