Los principios son difíciles. Tomen, por ejemplo, esta historia. Quizás ya se hayan contado otras versiones de ella. Probablemente sea una más entre tantas y tantas entrevistas a famosos para las que ya están entrenados, en las que saben exactamente cuándo usar su encanto y el humor para las cámaras, en la que saben exactamente lo que deben decir y cómo decirlo, y sobre todo, lo que no deben decir. Pero esta no parece ser una de esas historias. Comienza, quizás, por eso de que hay que tener un principio, en un camerino.