Al liderar por segundo ciclo consecutivo al Equipo Nacional de baloncesto femenino a una clasificación a los Juegos Olímpicos, la veterana capitana Pamela Rosado escribió este año otro capítulo en su brillante carrera como jugadora, una que se acerca a su final y ha dejado un legado imborrable para las futuras generaciones de mujeres deportistas.
Tras más de dos décadas de logros con los colores patrios, su dedicación y compromiso se reflejan en medallas de oro ganadas en Juegos Centroamericanos y del Caribe y en Juegos Panamericanos, además de participaciones en dos Copas del Mundo de la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA) y dos Olimpiadas en Tokio 2020 y París 2024. Al día de hoy, Rosado recuerda aquella primera e histórica clasificación olímpica para el conjunto femenino de Puerto Rico como el momento más gratificante de su trayectoria.
“Nadie lo imaginaba. Lo soñábamos, pero no lo vimos venir. También veníamos de pasar muchas situaciones difíciles, no nos visibilizaban. Así que, poder obtener esa clasificación por primera vez a unas Olimpiadas fue maravilloso, un honor, y más cuando lo haces con el uniforme de Puerto Rico”, contó emocionada la capitana de la Selección Nacional al recordar la clasificación a Tokio 2020, Olimpiadas que se celebraron en el verano de 2021.
En París 2024, Rosado promedió 6.3 puntos y 5.0 asistencias -líder de Puerto Rico en este renglón- por encuentro. Promedió 26.8 minutos por juego, segunda en el equipo.
A nivel local y desde su debut profesional a los 13 años, Rosado ha dejado una marca inigualable en el Baloncesto Superior Nacional Femenino (BSNF) donde, a lo largo de 19 temporadas, ha conquistado dos campeonatos y ha sido reconocida como Jugadora Más Valiosa en las temporadas 2014, 2015 y en la final de 2019, consolidándose como una figura clave en el deporte puertorriqueño.
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“Como atleta siento que he cumplido todos mis sueños. La verdad es que estoy muy feliz, y orgullosa de haber obtenido cada logro dentro y fuera de la isla”, reflexionó la estrella de las Montañeras de Morovis al repasar los triunfos en su trayectoria como jugadora; etapa que pronto tendrá su fin y dará paso a una nueva para seguir contribuyendo al deporte que tanto ama.
“Ya tengo 38 años así que, sí, en cualquier momento tomaré la decisión de retirarme pero no quiero alejarme de las canchas. Quiero seguir aportando como coach (entrenadora) en categorías menores y con el equipo adulto más adelante, si se me da la oportunidad, pero que yo sé que tengo mucho para aportar al baloncesto desde esa otra faceta.”, adelantó Rosado.
Su incansable interés por ayudar a continuar desarrollando el básquet femenino en la isla probablemente tenga que ver con que conoce de primera mano las barreras que, desde niña, experimentó en carne propia dentro de un deporte tradicionalmente visto como masculino.
“Yo soy de Quebradillas y, en ese momento, no existían muchos equipos femeninos en la isla, así que empecé jugando en equipos masculinos, con otros niños, hasta que años después entré a Las Pollitas de Isabela”, relató sobre sus inicios con apenas 6 años, luego de que sus padres decidieran inscribirla en el mismo deporte que practicaba su hermano mayor, a quien siempre seguía a las canchas.
“Los niños (del equipo) no tenían ningún inconveniente con que jugara con ellos, pero sí me encontré trabas con adultos, con padres que cuestionaban por qué una nena jugaba con varones y hacían comentarios, pero a la larga esas críticas negativas me motivaron a seguir luchando”, comentó “La Guerrera” mayor, quien dice ansiar el día en que el deporte le haga justicia a las mujeres.
“Nos ha costado mucho a nosotras las jugadoras poder sobresalir y que nos den la visibilidad que merecemos, aún teniendo muchos logros. Nosotras hemos clasificado dos veces a un Mundial, dos veces a Olimpiadas y todavía no nos miran como miran al deporte masculino. Siempre ha sido cuesta arriba, pero nosotras no nos quitamos porque hay muchas niñas que nos ven y tenemos que dar el ejemplo”, señaló sobre la brecha de género que aún persiste y enfrenta.
“El cielo es el límite ”
Como si fuera poco ser la capitana del Equipo Nacional, Pamela es, además, maestra de profesión en la escuela pública Ernestina Bracero Pérez, en Toa Baja, donde actualmente da clases a estudiantes de cuarto a sexto grado.
“Muchas de nosotras tenemos que trabajar (en otras cosas) ya que no podemos vivir de nuestro deporte, como a lo mejor sí puede hacerlo un baloncelista masculino. Todos los días me levanto a ejercer mi labor para luego ir a entrenar porque, después de todo, yo decidí jugar baloncesto y me toca ser responsable”, aseguró quien destaca que la clave de su éxito reside en su gran red de apoyo: su familia.
En la constante lucha por equilibrar la carga laboral, su vida personal y una carrera deportiva, Pamela reconoce que el mayor sacrificio ha sido estar muchas veces lejos de sus seres queridos.
“El mayor sacrificio es no poder compartir muchas veces con ellos. Hay momentos especiales, difíciles, como la enfermedad de mi mamá, en los que yo he estado fuera del país. Son muchos sacrificios los que una como mujer atleta tiene que hacer, pero bendecida de que han venido grandes logros con esos sacrificios, así que para mí siempre será un honor y agradezco ese respaldo incondicional de mi familia”, sostuvo.
En momentos en que el baloncesto femenino está logrando más auge, particularmente en Estados Unidos en la Women’s National Basketball Association (WBNA) y el destaque de figuras como Caitlin Clark, A’ja Wilson o Breanna Stewart, entre otras, Rosado hace un firme llamado a respaldar el desarrollo de la BSNF.
Tres claves para el éxito de una mujer
- Creer en ti misma
- Estudiar y formarte
- No rendirte
“Lo que necesitamos es que crean en nosotras. Las empresas privadas, el gobierno, que empiecen a apostar en nosotras y a dar un poco más para apoyarnos, para nosotras continuar haciendo lo que nos apasiona, porque el talento y el nivel están. Vemos que la WNBA ya está creciendo y la liga local también, pero queremos más. Queremos que las canchas estén llenas”, puntualizó.
Rosado pasará sin duda a la historia como una de las máximas referentes del baloncesto puertorriqueño, habiendo pavimentado el camino para muchas niñas que sueñan con brillar en la cancha, tal como ella lo hizo en su niñez.
“Le diría a esa Pamela de 6 años que los sueños se cumplen y que el trabajo duro vale la pena, que el esfuerzo de todos los días te lleva a grandes cosas que quizás veas muy lejos, pero que hoy puede disfrutar de los triunfos con sus compañeras y para el pueblo de Puerto Rico”, dijo con lágrimas en los ojos la Mujer del Año.