“Cada estrella tiene su voz”, contestó la doctora Wanda Díaz Merced a la pregunta de cómo suena el universo.
“Es como escuchar la identidad del medio interestelar. Es un sonido de vida, de acción. Es un sonido de significado, de existencia, de búsqueda. Es un sonido de corazón”, agregó la astrofísica de 43 años, quien ha dedicado su carrera a comprender los misterios del cosmos desde una perspectiva única a través de los sonidos, dado a que una enfermedad degenerativa le quitó su visión en plena juventud.
Su labor como científica, investigadora y profesora se ha enfocado desde entonces en desafiar las barreras tradicionales de la ciencia con el objetivo de comprenderla mejor y acercarla a todas las personas, sin importar sus capacidades.
En octubre de este año, Díaz Merced fue una de los siete conferencistas del 75º Congreso Internacional de Astronáutica en Milán, uno de los eventos más importantes y prestigiosos del mundo en el campo de la astronáutica y la exploración espacial, que reunió a más de 8,000 expertos de la industria.
A nivel local, estuvo al frente del proyecto “Astronomía con todos los sentidos”, que exploró la multisensorialidad a través de actividades de STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) en los salones de la Universidad del Sagrado Corazón, en Santurce, donde es catedrática de la Escuela de Salud y Ciencias.
“Yo me levanto todos los días a trabajar en mi ciencia para promover la igualdad y la equidad en mi campo de trabajo. Y es a través de ser buena científica y de generar buenos resultados, que yo contribuyo”, afirmó la doctora, quien posee un bachillerato en Ciencias y Física de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras y un doctorado en Filosofía de la Universidad de Glasgow, en el Reino Unido.
Desde su trinchera como científica, lidera iniciativas educativas que promueven la inclusión en el campo y, actualmente, trabaja con el programa “Science in Braille”, de la Royal Academy of Science International Trust, en la coordinación de la revista DISC for Diversity, Inclusion, Science, and Culture.
Su impresionante trayectoria profesional incluye prácticas en el Centro Goddard de Vuelos Espaciales de la NASA y sus técnicas de sonificación (el proceso de convertir datos no sonoros en sonidos, para que puedan ser percibidos auditivamente) se han convertido en un tema clave de investigación en la Academia Polaca de Ciencias, la mayor academia de ciencias de Polonia.
Uno de los aspectos más admirables de Díaz Merced, nacida y criada en Gurabo, es su capacidad para superar obstáculos. A la edad de 22 años, en medio de su carrera universitaria, fue diagnosticada con diabetes juvenil, una enfermedad que progresivamente la llevó a desarrollar retinopatía diabética degenerativa severa, dejándola eventualmente ciega.
“Parte de las cosas que suceden como parte de los efectos de la enfermedad es que desarrollé retinopatía diabética degenerativa severa y eso comenzó a oscurecer y disminuir mi campo visual. Esa pérdida de la vista me llevó a desarrollar otras formas de interactuar con mi medio ambiente y específicamente en mi modo de aprender”, explicó sobre el rápido avance de la condición que no impidió que, tras muchos intentos y repetición de cursos, culminara sus estudios en la Universidad de Puerto Rico a inicios de los 2000, una época en la que aún no había casi tecnología disponible para ayudar a estudiantes no videntes.
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Su experiencia personal con la discapacidad visual no solo le permitió comprender los retos que enfrenta, sino que también la motivó a crear un espacio para otros estudiantes con discapacidad que desean ingresar al mundo académico de la ciencia, diseñando el primer curso universitario multisensorial de astrofísica y cosmología, el cual lleva tres años impartiendo.
“Todo problema tiene solución ”
En el 2017, la también embajadora honoraria de la Universidad Soka, en Japón, fue incluida por la BBC entre las siete mujeres pioneras de la ciencia y dirigió el programa “Astrosense”, en la Oficina de Astronomía para el Desarrollo de Sudáfrica.
Su amor por el cosmos ha guiado su carrera alrededor del mundo, pero el recuerdo de su primer encuentro con la ciencia la transporta a su natal Gurabo, donde una respuesta de su papá, en una tarde de pesca, marcó el rumbo de su vida.
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A los 10 años, mientras aún podía ver, observó unos colores brillantes cruzando el cielo a gran velocidad.
“Ahora sé que era un meteoro”, recordó, “pero en ese momento, mi papá, que tenía solo cuarto año de preparación académica, me dijo: ‘Eso son piedras que caen del cielo’”, contó.
“Él entendió que debía evitar que yo le diera un significado esotérico a aquello y me despegó de lo milagroso. Ahí entonces yo dije: ‘Tengo que saber más de esas piedras’”, recordó y, desde ese momento, supo que se dedicaría a desentrañar los misterios del universo que tanto la fascinan hasta el día de hoy.