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El huracán María le quitó su trabajo y a su abuela, quien le dejó una finca en Camuy para rehacer su vida

La agrónoma Tadilka Rivera Méndez convirtió dos cuerdas de terreno, en el barrio Piedra Gorda, en un espacio para cultivar germinados sin utilizar químicos ni fertilizantes

12 de septiembre de 2023 - 11:40 PM

Nota de archivo
Esta historia fue publicada hace más de 1 año.
Tadilka Rivera Méndez dio forma al concepto de “La MicroFinca”, que emplea dos personas a tiempo parcial. (Xavier García)

Labrar la tierra, que por décadas trabajaron sus abuelos, ha servido de inspiración para la agrónoma camuyana Tadilka Rivera Méndez, quien rescató el terreno en desuso para cultivar su proyecto de vida.

En el lugar desarrolló La MicroFinca”, un espacio de, aproximadamente, dos cuerdas ubicado en el barrio Piedra Gorda, en el cual utiliza prácticas de conservación y agroecología para hacer crecer variedades de germinados o brotes comestibles, sin utilizar químicos ni fertilizantes.

Al tomar un descanso de su ajetreada faena, Tadilka observa la estructura contigua al terreno y sonríe. “Esta era la casa de mi abuela paterna, Silveria López, doña Chen, la mejor abuela del mundo. Aquí vivo yo”.

La operación de su finca ha requerido dos empleos a tiempo parcial. En la imagen, Ricardo Osoria.
La operación de su finca ha requerido dos empleos a tiempo parcial. En la imagen, Ricardo Osoria. (Xavier García)

“Me crie hasta los 16 años aquí, me fui al municipio de Aguadilla a hacer la escuela superior en una escuela piloto del Departamento de Educación y, cuando voy a la universidad, comienzo en Ciencias Naturales, porque quería ser dermatóloga”, confesó la mujer de 40 años.

“Después, paso al Colegio de Mayagüez y estudio agronomía. Pero cuando termino la carrera, hice una maestría en arquitectura paisajista en San Juan, en la Universidad Politécnica de Puerto Rico, y cuando termino me quedo allá, ejerciendo como tal. Trabajé para una compañía por siete años hasta que vino el huracán María”, relató.

Como miles de puertorriqueños, la joven agrónoma y arquitecto paisajista, se quedó sin empleo a consecuencia del ciclón y decidió regresar a la tierra donde creció.

La hija de Lydia Méndez y Víctor Rivera recordó que “para 2016, me dio una necesidad de tener contacto con la tierra y ahí fue que comencé a crecer ‘microgreens’ en un apartamento de Hato Rey. Es una yerbita que se come en ese estado vegetativo pequeño, por eso lo podía crecer dentro del apartamento con luz artificial”.

En el terreno se cosechan productos como el cilantro, recao, berenjena, lechuga y entre otros.
En el terreno se cosechan productos como el cilantro, recao, berenjena, lechuga y entre otros. (Xavier García)

“Por eso, cuando pierdo el trabajo, dije: ‘Déjame coger esto que tengo en el cuarto y extrapolarlo a la finca de mis abuelos’. Esta finca estaba en desuso. Mi abuela acababa de morir después del huracán, la finca estaba en descanso, nadie la trabajaba, mi papá tiene café en Lares, mi tío tiene sobre 20 cuerdas allá atrás y nadie estaba pendiente de esto”, contó.

Con la ayuda de su familia, comenzó a habilitar la finca “por predios, poco a poco”.

“Empezamos a habilitar ese aljibe, que recoge 3,200 galones de agua de lluvia de dos casas y empezamos a habilitar lo que estaba existente. Yo hice un diseño de cómo quería la finca y así se fue habilitando, poco a poco. Después de dos años, se abrió otro predio más grande en la parte de atrás. La finca totaliza siete cuerdas, pero en siembra hay aproximadamente dos cuerdas”, manifestó.

El trabajo en “La MicroFinca”

Mientras preparaba el terreno para iniciar sus propios cultivos, la agrónoma camuyana decidió dejar algunos sembradíos que tenía la finca de su abuelo, Rufino Rivera, entre ellos pomarrosa, pana, coco y caimito.

“Nos encontramos con que había mucho trabajo, mucho árbol en el suelo, porque acababa de ocurrir el huracán. En los tiempos de antes, se trabajaba mucho lo que era tirar la basura a la finca, porque no había recogido y nos encontramos con mucha”, admitió.

Mi abuela acababa de morir después del huracán, la finca estaba en descanso, nadie la trabajaba, mi papá tiene café en Lares, mi tío tiene sobre 20 cuerdas allá atrás y nadie estaba pendiente de esto

Esbozó que, “en cuestiones emocionales, era mucho orgullo estar aquí, porque estábamos trabajando la finca de los abuelos. Mi abuelo era agricultor, murió en 2004, siempre se dedicó primero a la caña y después al guineo. Fue como volver a reactivar lo que llevaba tanto tiempo en descanso y poder tener esa conexión otra vez con los abuelos como tal”.

Así comenzó a sembrar kale, arúgula, ‘bok choy’, cebollines, cilantrillo, recao, batata, maíz, habichuelas y, “sembramos brócoli, por temporadas”. Además, cuenta con sembradíos de berenjena, guineos, plátano y, una siembra pequeña de ñame.

“El trabajo que hacemos aquí es cosechar, lavar, empacar, hacer bancos. Nosotros sembramos directo, sembramos de trasplante, hacemos bandejas, sembramos esquejes, cosechamos pana, lo que haya, aquí se hace de todo”, comentó.

Entre las prácticas agroecológicas implementadas en sus tierras, está el recogido de agua de lluvia y la utilización del pacholí, que es una planta cuyo propósito es crear humedad en la tierra cuando hay temporadas de sequía.

“También trabajamos con lombrices para recoger el lixiviado y el humus, que es la tierrita que generan. Eso se utiliza para germinar. Es bien alta en nitrógeno. Antes teníamos abejas. Nosotros rotamos, tratamos de sacar nuestra propia semilla”, explicó.

La operación de su finca genera dos empleos a tiempo parcial. Uno de ellos es el del chef Severo Durán, un asiduo cliente que se quedó sin trabajo para la pandemia del COVID-19. Ahora, es “su mano derecha”.

En la foto, Severo Duran, Tadilka M. Rivera y Ricardo Osoria.
En la foto, Severo Duran, Tadilka M. Rivera y Ricardo Osoria. (Xavier García)

“Prácticamente, hacemos desde la germinación, que es la fase inicial, cuando pasa el período, la plántula se pasa a tierra, cuando está lista, se cosecha, se lava y se empaca para vender en los mercados orgánicos de San Juan o para algún cliente de restaurante”, expuso.

Agregó que “aquí no usamos químicos ni fertilizantes. Abonamos usualmente con microorganismos beneficiosos, como por ejemplo los hongos que aplicas al terreno, que puede ser por sistema de aspersión o de riego. También usamos mucha composta animal y vegetal”.

Actualmente, la profesional cuenta con otro proyecto, Microdeli, “para vender los productos de nuestra finca y productos de otros agricultores de la zona. Está detrás del edificio Gloriana, en Quebradillas”.

“Mi plan es crear una pequeña manufactura para vender nuestro pesto de arúgula a los supermercados. Ese producto se come en ensaladas, es picante, bien rico”, opinó.

Para detalles: lamicrofinca.com o La MicroFinca en Instagram y Facebook.



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