Entrevista
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prima:José “Chema” Campo: 40 años de arquitectura en miniatura

Considerado el mejor en su nicho, el egresado de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Puerto Rico ha creado más de 1,000 maquetas y “props” para proyectos de construcción y películas

28 de septiembre de 2024 - 11:10 PM

La persona que se dedica a construir objetos a escala reducida es un maquetista, una profesión que en Puerto Rico escasea, y en la que sobresale el nombre de José Manuel “Chema” Campo Urrutia.

Chema –como le conocen todos- fabrica estructuras y espacios en miniatura desde hace más de cuatro décadas. Explica que una maqueta es una réplica a escala de un objeto o edificio que sirve para proyectar su resultado final, comprobar la funcionalidad y apreciar su estética desde todos los ángulos. Es además una parte esencial de la fase de diseño en proyectos de arquitectura y construcción.

Campo Urrutia, de 59 años, nació en Santurce y se crió en Carolina. Proviene de una familia de educadores universitarios en la que el arte y la creatividad primaron. Ambos progenitores, ya fallecidos, y su hermana, María Magdalena Campo, también arquitecta, fueron inspiración para que Chema –el tercero de cuatro hermanos– se encaminara en la Arquitectura.

Su primera maqueta la construyó, sin haber comenzado a estudiar la disciplina, por encargo de una firma de arquitectos. Él necesitaba dinero para comprar un amplificador para su banda de rock, “The Nono’s”, y aceptó la encomienda por $300. Y es que además de maquetista, Chema es roquero, tuno (tocó en el antiguo Bankers Club con distintas tunas por 17 años) y le encanta el surfing.

Pero las maquetas son su pasión y el modo en que se gana la vida.

“Me gusta la miniatura y el trabajo manual que llevo haciendo desde que nací. Hay muchos que hacen esto por dinero, yo no. A mí me gusta crear; que me dicen que van a pagar, pues fenómeno”, expresó Campo Urrutia sobre su vocación.

En su primer año de Arquitectura, hizo una réplica en miniatura de la catedral gótica de Nuestra Señora de Reims en Francia, una de las piezas que atesora. “Fue un trabajo bien bonito, con sus capiteles, encajes”.

Los primeros trabajos

Ese trabajo lo llevó a que lo contrataran para que fabricara maquetas profesionales y comenzó haciendo el Casino de Puerto Rico. “Todavía tengo los moldes tallados en madera, hacía la impresión en plasticina, aún no había descubierto la goma”, evoca.

Como aún no tenía mucha experiencia, la plasticina se pegaba a los moldes, y fue su padre quien lo ayudó a encontrar una solución. “Papi me dijo ‘échale polvo talco’. Lo hice y las piezas salieron perfectas. Esto es lo bonito de este trabajo, es todo un descubrimiento, en el que se crean muchas cosas de la nada”.

Su padre, José Luis Campo Landa –ingeniero madrileño- le repetía al entrevistado que podía alcanzar lo que quisiera, siempre y cuando se lo propusiera. “Siempre me decía que no había límites, por eso, yo le decía a la gente que me ofrecía proyectos, que sí lo podía hacer”, y nunca ha parado de trabajar.

Chema, quien posee un bachillerato y maestría en Arquitectura de la UPR, y dio clases de maqueta en la Escuela de Arquitectura de la universidad del estado durante 15 años, montó el primer taller de maquetas en el centro de enseñanza a principios de la década de 2000.

Creó también el taller de maquetas en la Universidad Politécnica, bajo la dirección de los arquitectos Jorge Rigau y Edward Underwood. Además, tiene el suyo propio en la Parada 18 en Santurce, y diseñó el taller de la firma de arquitectos Marvel, donde labora desde 2016.

A lo largo de su carrera, ha construido más de 1,000 maquetas, así como “props” o accesorios. Explicó que los accesorios son mayormente para películas, “tienes que hacerlos muy rápido, pero los pagan súper bien”, y mencionó que ha hecho trabajos para los largometrajes The men who stare at goats con la participación de George Clooney en 2009, Blue Beetle que se filmó en Puerto Rico y estrenó en 2023, y Rum Diary con Johnny Depp, filmada también en la isla, entre otros.

Las maquetas se construyen en cartón, diversos tipos de madera, ‘foam’, PVC, plástico, y en estos tiempos, en impresoras 3D que utilizan filamentos de PLA, un termoplástico hecho a base de maíz. No obstante, señala que busca promover en sus estudiantes el arte y la habilidad manual, y que no dependan de la impresora tridimensional.

“El 3D es una buena herramienta, pero el maquetista de verdad, pule sus piezas y va desarrollando nuevas técnicas y creando sus piezas de la nada”, subrayó.

El maquetista José "Chema" Campo tuvo a su cargo la creación de la maqueta de Popular Campus, un proyecto que contempla nuevas instalaciones para el principal banco de Puerto Rico, así como una hospedería en el corazón de Hato Rey, entre otros ofrecimientos.
El maquetista José "Chema" Campo tuvo a su cargo la creación de la maqueta de Popular Campus, un proyecto que contempla nuevas instalaciones para el principal banco de Puerto Rico, así como una hospedería en el corazón de Hato Rey, entre otros ofrecimientos. (Alejandro Granadillo)

Se puede vivir como maquetista

Una maqueta de presentación tiene detalles, colores, se ve realista y ayudan a vender un proyecto, señaló Campo Urrutia. Son piezas de arte y algunas se exhiben en museos.

Sus precios pueden oscilar entre los $3,000 para una maqueta pequeña de seis pies cuadrados, hasta llegar a los $70,000 para una de cinco pies por 13 pies. En Estados Unidos, los precios son más altos.

Campo Urrutia es el creador de la maqueta del proyecto Popular Campus que construye el Banco Popular en Hato Rey y que exhibe en el vestíbulo. Construyó también las cinco maquetas que se usaron para impulsar la celebración de los Juegos Centroamericanos Mayagüez 2010; y la del cuadrángulo de la Universidad de Puerto Rico, que es una de las que más le gusta.

Ha enviado maquetas a la oficina del mundialmente reconocido arquitecto Ricardo Bofill en España, y para Haití. Para el vecino país, hizo una maqueta de la famosa Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, por encargo de la firma Sierra Cardona Ferrer. El arquitecto Segundo Cardona la llevó personalmente a Haití, pues fue quien en 2012, ganó el concurso a nivel global para reconstruir la catedral, destruida por el terremoto de 2010.

“Se puede vivir como maquetista. Es un arte, una habilidad que llevas, y que sigues desarrollando porque todos los días aprendes algo nuevo”, dijo Campo Urrutia, quien por los pasados 40 años ha tenido las manos llenas haciendo trabajos en miniatura que otros colegas harán realidad en tamaño real.

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