Los defensores de los derechos humanos coinciden en que la incertidumbre ha llevado cada vez a más gente a marcharse del país
Los defensores de los derechos humanos coinciden en que la incertidumbre ha llevado cada vez a más gente a marcharse del país
16 de enero de 2025 - 8:23 AM
Tracy, California - Michel Bérrios dejó Estados Unidos unos días antes del fin de año, otorgando una pequeña victoria a la campaña de de deportaciones masivas del presidente electo Donald Trump antes incluso de que comenzara.
Bérrios, que lideró un levantamiento estudiantil en Nicaragua, estaba de forma legal en Estados Unidos y le quedaba casi un año de estancia, después de que Joe Biden hiciera un uso sin precedentes del permiso de permanencia temporal para ciudadanos de ciertos países vulnerables. Pero las duras declaraciones durante la campaña electoral en Estados Unidos la llenaron de angustiosos recuerdos de cómo tuvo que esconderse de las autoridades en su país natal.
Los defensores y expertos en inmigración que han notado estas partidas dicen que la decisión de Bérrios de dejar Estados Unidos, a pesar de su situación legal, muestra cómo la incertidumbre y las amenazas han llevado cada vez a más gente a marcharse de Estados Unidos antes de que Trump asuma el cargo el lunes.
Aunque no hay datos sobre estas partidas, sí hay ejemplos históricos de épocas en las que las campañas negativas expulsaron a migrantes, tanto si tenían permiso de residencia como si no.
Trump y sus aliados cuentan con esta “autodeportación”, la idea de que la vida puede volverse lo suficientemente insoportable como para hacer que la gente se vaya.
“Pensaba que como era pues un país no tercermundista, como del que muchos venimos, que había más cultura, por lo tanto obviamente es un choque bastante duro porque te encuentras en la situación en donde tu familia, tú, no eres bien recibido”, dijo Bérrios, de 31 años, días antes de su partida.
La autodeportación ayuda a Trump a alcanzar sus objetivos sin que el gobierno tenga que gastar o hacer algo en esos casos. Trump ha dicho desde hace tiempo que quería deportar a millones de migrantes, pero nunca deportó más de 350.000 personas al año en su primer mandato. Solo se han financiado 41.500 camas de detención este año, por lo que llevar a cabo deportaciones masivas tiene obstáculos logísticos significativos.
“Si quieres autodeportarte, deberías autodeportarte porque, de nuevo, sabemos quién eres y vamos a ir a buscarte”, ha dicho Tom Homan, el próximo responsable de fronteras elegido por Trump.
Bérrios vivía de forma legal con su primo en California, al este de San Francisco, trabajando en la recepción de un taller de reparación de autos con partidarios de Trump, pero sabía que era temporal, especialmente una vez que Trump fue elegido. Los comentarios contra los inmigrantes de sus colegas aumentaron y su incomodidad creció.
En Nicaragua, “estuve básicamente escondida por cinco años. Tuve que cambiar mi rutina, mi vida completamente, no visitar a mis padres, amigos”, explicó Bérrios sobre la represión del presidente Daniel Ortega contra la disidencia. Con el regreso de Trump al poder, señaló, “esa incertidumbre vuelve”.
Ese miedo es natural para cualquiera sin permiso de residencia, dijo Melanie Nezer, vicepresidenta de defensa y relaciones externas en la Comisión de Refugiados de Mujeres. Las personas con permiso temporal para vivir y trabajar, como Bérrios, pueden ver que ese estatus situación termina pronto.
“Muchas, muchas personas están en esta situación”, dijo. Cerca de 1 millón de personas tienen estatus de protección temporal y otras 500.000, como Bérrios tienen un permiso humanitario de permanencia temporal otorgado a solicitantes de asilo de cuatro países: Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela. Trump ha dicho que quiere terminar con ambos.
Hasta 2018, Bérrios llevaba una vida bastante normal en Nicaragua, trabajando en un centro de llamadas en Managua. Estudió marketing y esperaba obtener una maestría en danza.
Luego, los cambios en el sistema de seguridad social de Nicaragua llevaron a los jubilados a protestar. Cuando fueron maltratados por la policía y los partidarios de Ortega, los estudiantes acudieron en su ayuda.
Siguieron enfrentamientos mortales, y los campus universitarios se convirtieron en bastiones de resistencia en lo que se convirtió en un referéndum sobre el gobierno mismo. El gobierno declaró a los manifestantes “terroristas” y alegó que estaban organizados por potencias extranjeras, especialmente Estados Unidos.
Bérrios se convirtió en líder de protesta en el campus de Managua de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua. En julio de 2018, identificada sólo por un nombre en código, dijo a The Associated Press desde su escondite que “ahora realmente no tengo futuro”.
Cientos de otros manifestantes fueron encarcelados, muchos torturados y más recientemente expulsados del país y despojados de la ciudadanía.
“Siempre estaba esa incertidumbre de que podía ser perseguida, de que podían llevarme a prisión”, recordó Bérrios el año pasado sobre las autoridades nicaragüenses. “Es por eso que yo tomo la decisión de decir bueno, quizás en Estados Unidos, pues puede que me ayude a hacer un cambio para paz mental”.
Un primo, ciudadano estadounidense en California, ofreció patrocinar a Bérrios el año pasado. Bajo la estrategia de Biden para crear vías legales al tiempo que limita de forma estricto el asilo para los que cruzan la frontera de forma ilegal, personas de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela pueden solicitar la entrada a través de internet con un patrocinador financiero. Deben costearse el vuelo a un aeropuerto de Estados Unidos.
Cerca de 100.000 nicaragüenses han llegado con permisos de dos años con elegibilidad para trabajar desde finales de 2022.
Bérrios llegó en 2023 mientras las campañas electorales en Estados Unidos ganaban ímpetu. Pero el discurso sobre deportaciones masivas terminó por inquietarla. Regresar a Nicaragua no era una opción, así que en diciembre se decidió por Irlanda, donde tenía un par de amigos del movimiento estudiantil.
“Sentía como que Irlanda era un país de oportunidades”, dijo.
Los sistemas de asilo en la Unión Europea están en gran medida estandarizados, pero algunas diferencias hacen atractiva a Irlanda, dijo Susan Fratzke, analista veterana de políticas en el Programa Internacional del Instituto de Política Migratoria.
La resolución de casos de asilo es más rápida que en Estados Unidos, dijo Fratzke, e Irlanda no ha tenido la fuerte reacción contra los solicitantes de asilo que ha ocurrido en otros países europeos.
En el aeropuerto de Dublín, Bérrios entregó su pasaporte a un funcionario de inmigración y dijo que solicitaba protección humanitaria. Fue interrogada sobre el nombre del presidente de Irlanda, respondió correctamente, y le tomaron una foto y huellas dactilares.
Recibió una tarjeta de identificación emitida por el gobierno a la mañana siguiente, válida por un año, y ahora comparte una habitación con mujeres de Somalia, Egipto y Pakistán en un hotel en un pueblo cercano. Son libres de ir y venir como quieran, y el gobierno paga su alojamiento.
Bérrios espera inscribirse en la escuela mientras espera su permiso de trabajo. Una entrevista en profundidad sobre su caso debería llegar en ocho o nueve meses y seguiría una decisión sobre su solicitud de asilo.
Si todo va bien, podría recibir la residencia permanente en tan solo un año, dijo.
Bérrios estaba animada y se maravillaba de su viaje con el giro de la autodeportación: “Son sacrificios que uno hace. Y uno siempre espera que las cosas salgan como uno piensa (...). Tal vez no con exactitud, pero bastante cercano”.
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