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Comunidad boricua en Connecticut: valiosas aportaciones que han pasado desapercibidas

El Nuevo Día ofrece una mirada a la experiencia puertorriqueña en el estado y a los esfuerzos que se trabajan para darle mayor visibilidad a esta población

13 de agosto de 2023 - 8:14 PM

Nota de archivo
Esta historia fue publicada hace más de 1 año.
“Connecticut también es un espacio puertorriqueño”: un día por las calles de Hartford

“Connecticut también es un espacio puertorriqueño”: un día por las calles de Hartford

Historiadora cuenta cómo los puertorriqueños reclamaron su espacio en este estado.

Hartford, Connecticut - Elena Marie Rosario nació en esta ciudad, en 1992, en una familia empecinadamente puertorriqueña, que llegó de Ponce, Gurabo y Cayey; vive aferrada al castellano, come arroz con habichuelas, escucha salsa y música jíbara y, el 6 de enero de cada año, se suma al mar de banderas boricuas que inunda la calle Park para ver el desfile del Día de Reyes, con camellos y todo.

Su familia inmediata, su comunidad, Clay-Arsenal, el histórico barrio boricua de esta ciudad, en fin, su universo, es apasionadamente boricua. Otra fue la historia, sin embargo, cuando Elena Marie salió del barrio boricua, llegó a la escuela, empezó a interactuar con la institucionalidad y entró al ancho mundo del resto de Hartford y de Connecticut.

Los puertorriqueños son una presencia notable en este estado desde mediados del siglo pasado, cuando llegaron, primero, a trabajar en las siembras de tabaco y, después, atraídos por la promesa de prosperidad de uno de los estados más ricos de Estados Unidos.

En años recientes, han tenido unos logros notables. Hartford, la capital, por ejemplo, donde una tercera parte de la población se identifica como puertorriqueña, tuvo dos alcaldes boricuas en la pasada década. Pero, según portavoces de la comunidad, la historia de los puertorriqueños aquí ni se enseña ni se menciona. Su presencia no es reconocida como parte del tejido social del estado ni son de ninguna manera especial visible en la institucionalidad de una de las jurisdicciones más ricas, pero, a la vez, más desiguales de Estados Unidos.

Son, en resumen, virtualmente invisibles.

“Yo crecí en este ambiente que era bien, bien puertorriqueño, muy rico culturalmente. Pero, cuando iba a la escuela, no aprendía nada acerca de eso en mis clases de Historia. Todo lo que aprendía era historia americana, desde una perspectiva muy blanca”, dice Elena Marie. “Mi padrastro llegó aquí de adolescente y logró ser dueño de una mueblería que, en su mejor momento, fue muy exitosa. Yo veía su historia y pensaba: ‘Él estaba muy orgulloso de ser americano. ¿Por qué los americanos no están orgullosos de nosotros?”, agrega.

Elena Marie, hoy de 31 años, hace un doctorado en Historia en la Universidad de Michigan y escribe una tesis sobre la historia de la migración puertorriqueña a Connecticut, con el propósito de ayudar a resolver la falta de conocimiento de las aportaciones de la comunidad boricua en este estado. Pero su historia, y la manera en que entendió que después de décadas siendo la minoría hispana más numerosa aquí los boricuas continúan sin ser reconocidos, ilustra de manera milimétrica algunos de los más importantes desafíos de la diáspora puertorriqueña en Connecticut.

En la foto, Elena Rosario.
En la foto, Elena Rosario. (Josian Bruno)

Como en otros estados, los boricuas comenzaron a llegar aquí como obreros agrícolas; en este caso, en fincas tabacaleras de las que todavía se ven por el estado. Con casi 300,000 personas que hoy se identifican como puertorriqueños aquí, Connecticut no es el estado en que más boricuas viven (es el sexto, después de Florida, Nueva York, Pensilvania, Nueva Jersey y Massachusetts).

Pero, con 8% de la población de origen boricua, Connecticut, que tiene 3.6 millones de habitantes, sí es el estado con mayor proporción de puertorriqueños en todo Estados Unidos. Su capital, Hartford, donde el 33% de la población se identifica como puertorriqueña, es una de las ciudades en todo Estados Unidos con mayor proporción de boricuas. Las dos ciudades más pobladas de Connecticut, Bridgeport y New Haven, tienen 20% y 16% de población puertorriqueña, respectivamente.

Los dos sistemas de educación pública más grandes del estado –Hartford y New Haven– son actualmente dirigidos por educadoras puertorriqueñas. La santaisabelina Leslie Torres-Rodríguez dirige las escuelas públicas de Hartford y la sanlorenzana Madeline Negrón, las de New Haven. El secretario de Educación de Estados Unidos, Miguel Cardona, un hijo de aguadeños que fue comisionado de Educación de Connecticut, nació y se crio en la ciudad de Meriden, a 21 millas al sur de Hartford.

Hartford ha tenido dos alcaldes puertorriqueños: Eddie Pérez, quien dirigió la ciudad desde 2001 hasta que renunció en 2010 –en medio de un escándalo de corrupción por el que fue convicto primero y exonerado después en apelación–, y Pedro Segarra, quien lo sustituyó, ganó la reelección en 2011 y fue derrotado en primarias demócratas en 2015. Ha habido legisladores estatales y municipales boricuas por años, pero nunca congresistas federales boricuas del estado de Connecticut.

Enormes desafíos

Aparte de esos logros, la diáspora puertorriqueña en Connecticut, que afirma su presencia en organizaciones culturales y en seis distintas paradas y festivales en el estado, enfrenta desafíos en alguna medida parecidos a los de otras comunidades boricuas en Estados Unidos, pero, en su caso, incluso, de más gravedad.

Investigaciones del académico puertorriqueño Charles Venator Santiago, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Connecticut (UConn), revelan que los puertorriqueños son los hispanos más pobres de Connecticut y que, incluso, sus niveles de pobreza son más altos que los de los boricuas en otros estados. Además, ganan salarios inferiores a otras minorías, tienen bajos niveles de educación, dificultades para procurarse vivienda y, en términos generales, ocupan los empleos menos diestros de todos.

La foto muestra un monumento dedicado a las familia puertorriqueñas que aportaron y aportan al desarrollo de los Estados Unidos. El monumento está ubicado en la esquina de las calles Vernon y Washington en Hartford.
La foto muestra un monumento dedicado a las familia puertorriqueñas que aportaron y aportan al desarrollo de los Estados Unidos. El monumento está ubicado en la esquina de las calles Vernon y Washington en Hartford. (Josian Bruno)

“Lo que vemos, en general, en Connecticut, es que el nivel de pobreza entre los puertorriqueños es más alto que el del resto de los latinos. Los salarios son más bajos, en parte por el nivel de educación, que también es bastante bajo. Hay muy pocos puertorriqueños que logran graduarse de la universidad”, dice Venator Santiago, quien es parte del Instituto de Estudios Latinos, Caribeños y Latinoamericanos y de la Iniciativa de Estudios Puertorriqueños, entidades adscritas a la UConn.

Los estudios del profesor Venator Santiago indican que el nivel de pobreza entre puertorriqueños en Connecticut es de 32%, el más alto entre los hispanos. Los puertorriqueños, que una vez fueron el 85% de los hispanos en Connecticut, son hoy el 59%.

En Hartford, el 40% de los 40,770 boricuas de la ciudad está bajo el nivel de pobreza, lo cual es apenas un poco más bajo que el 44% de pobreza en Puerto Rico. Otras ciudades de gran población puertorriqueña también tienen altos índices de pobreza entre boricuas. Eso son los casos, por ejemplo, de Waterbury (36%) y New Haven (30%).

“Los puertorriqueños generalmente tienen los ingresos más bajos de todos los grupos minoritarios. Los negros tienen ingresos comparables. Los puertorriqueños están en una posición bastante desigual en el estado. Lo que me dicen los puertorriqueños en la calle es que siempre les pintan que Connecticut es un estado con calles de oro, y la gente llega y no consigue el dinero que le prometieron”, dice Venator Santiago, quien agrega que estudios indican que las personas que logran mejorar su situación económica se van de Hartford y de las otras grandes ciudades del estado a estados vecinos o a suburbios.

En la foto, bandera Puertorriqueña junto a la dominicana en calle de Hartford.
En la foto, bandera Puertorriqueña junto a la dominicana en calle de Hartford. (Josian Bruno)

La situación de los puertorriqueños se complica por la falta de poder político.

A pesar de que son un número significativo de la población, sus niveles de participación en los procesos políticos, al igual que en otros estados, es bajo. Por ejemplo, en la última elección por la alcaldía de Hartford, donde viven 40,000 puertorriqueños, apenas 10,000 personas votaron en la elección del demócrata Luke Bronin, quien sacó 7,638 votos. El puertorriqueño Pérez, intentando una improbable resurrección política, quedó segundo, con 1,221 votos como candidato independiente.

Fiona Vernal, una académica jamaiquina de la UConn que ha estudiado la diáspora puertorriqueña en el estado, dice que los boricuas solo suelen interesarse en la política si hay candidatos con raíces en Puerto Rico. Pero, agrega que en el estado no se ve a muchos puertorriqueños formándose a través de las distintas instancias de vida pública, con el fin de adquirir experiencia o reconocimiento para aspirar a puestos políticos.

“Para que haya candidatos puertorriqueños, tiene que haber gente con experiencia política. Tienen que venir del concejo municipal, de la junta escolar, por ejemplo. Eso se está empezando a ver ahora, gente metiéndose a la fila para adquirir alguna experiencia y cualificar para ser candidatos”, sostiene Vernal.

Venator Santiago atribuye el problema a que muchos puertorriqueños, incluso los que llevan décadas viviendo en Connecticut, siguen viéndose a sí mismos como ciudadanos en transición hacia otros estados o, incluso, de regreso a Puerto Rico y reacios, por lo tanto, a involucrarse o comprometerse políticamente.

Los murales alusivos a la historia y música de Puerto Rico son comunes en Hartford.
Los murales alusivos a la historia y música de Puerto Rico son comunes en Hartford. (Josian Bruno)

Además, Connecticut tiene lo que se conoce como un “sistema cerrado”, que requiere a las personas a afiliarse a un partido o declararse independientes al registrarse para votar. Si se declaran independientes, como es el caso de la mayoría de los puertorriqueños, quedan excluidos de los procesos internos y se enteran de quiénes son los candidatos al llegar a la elección general.

“Connecticut tiene uno de los sistemas de votación más restrictivos de la nación”, sostiene Venator Santiago.

Recogedores de tabaco

Hay reportes de puertorriqueños llegando a Connecticut desde los años 40 del Siglo XX; mayormente, personas que habían alcanzado cierto nivel económico en Nueva York llegaban hasta acá buscando una vida más tranquila. Pero, fue a partir de 1952 cuando, en acuerdo con el gobierno de Puerto Rico, empezaron a traer obreros para los campos tabacaleros que empezó a desarrollarse una verdadera diáspora puertorriqueña en esta región.

De los campos tabacaleros, se fueron desplazando primero a Hartford, que era la ciudad más cerca y, de ahí, a otras poblaciones del estado. Comenzaron haciendo los trabajos más básicos, como la construcción, mantenimiento y lavando platos en restaurantes, explicó Vernal. Eventualmente, fueron trayendo sus familias o formando las propias acá y, para el tiempo en que acabó el programa de migración de obreros tabacaleros en la década de 1970, ya había una numerosa comunidad puertorriqueña en el estado, que, a su vez, fue atrayendo a otros boricuas, incluso de mayor nivel económico o educativo, a la zona.

Mural de los artistas Lindaluz Carrillo and Chris Roque del fotógrafo Juan Fuentes, nombre importante para los puertorriqueños en Hartford. El mural está ubicado en los predios del San Juan Center.
Mural de los artistas Lindaluz Carrillo and Chris Roque del fotógrafo Juan Fuentes, nombre importante para los puertorriqueños en Hartford. El mural está ubicado en los predios del San Juan Center. (Josian Bruno)

“Cuando la población empieza a crecer, es cuando los trabajadores dejan las fincas y se vienen a las ciudades. Ya que los puertorriqueños son ciudadanos americanos, pueden hacerlo y no les pasa nada, excepto que tienen que buscar otros empleos”, relata Vernal.

A pesar de las dificultades, Elena Marie dice que una mirada panorámica permite aquilatar el avance de los puertorriqueños en Connecticut a través de las décadas. Por ejemplo, dice, numerosas asociaciones hispanas asistiendo en las necesidades de la enorme comunidad latinoamericana en Connecticut fueron comenzadas por puertorriqueños, que fueron el primer gran grupo hispano en el estado.

“En Connecticut, hay vibrantes comunidades mexicanas, dominicanas, centroamericanas. Eso es un legado de la inmigración puertorriqueña”, dice Elena Marie.

Puede, agrega, que una mirada al estado de la comunidad puertorriqueña actual haga pensar que no ha habido avances. Pero, la mirada a largo plazo de la historia de los puertorriqueños en Connecticut le dice que, aunque puedan parecer lentos, ha habido avances. También, se reconoce como avance el establecimiento, por ley, de clases electivas de historia de las comunidades hispanas en las escuelas públicas.

La iglesia Sagrado Corazón es reconocida como uno de los lugares donde se reunieron los primeros puertorriqueños que llegaron a Connecticut.
La iglesia Sagrado Corazón es reconocida como uno de los lugares donde se reunieron los primeros puertorriqueños que llegaron a Connecticut. (Josian Bruno)

“Los puertorriqueños llevan tanto tiempo aquí que se han profesionalizado. Hay médicos, abogados, gente de negocios, de seguros”, agrega Pablo Delano, artista puertorriqueño, profesor de Arte en Trinity College, de Hartford e hijo del legendario fotógrafo Jack Delano.

“Como historiadora, porque yo leo los archivos, puedo ver los cambios. Al estar enfocados en nuestras propias situaciones, no vemos los cambios a largo plazo. Cuando yo crecía, tuvimos dos alcaldes puertorriqueños en Hartford. Tenemos una superintendente de escuelas puertorriqueña en Hartford. No veo eso como progreso muy lento. Quizás no es al nivel que otra gente hubiera deseado, ni significa que todo es grandioso. Queda trabajo por hacer. Pero estamos logrando cosas”, concluye, por su parte, Elena Marie.

Los historiadores Pablo Delano y Elena Rosario en el mercado de Park Street.
Los historiadores Pablo Delano y Elena Rosario en el mercado de Park Street. (Josian Bruno)
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