![](https://www.elnuevodia.com/resizer/v2/MCZAUNHJPBA7HDL7XL6YQZTVFY.jpg?auth=bc14a274e843bed86642335ecc355755dc3164026455248bc3d2fe4289100e3d&quality=75&width=829&focal=1667%2C1685)
![](https://www.elnuevodia.com/resizer/v2/MCZAUNHJPBA7HDL7XL6YQZTVFY.jpg?auth=bc14a274e843bed86642335ecc355755dc3164026455248bc3d2fe4289100e3d&quality=75&width=829&focal=1667%2C1685)
15 de febrero de 2025 - 9:23 PM
Washington — El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, está arremetiendo contra las reglas que han gobernado el comercio mundial durante décadas. Los aranceles “recíprocos” que anunció el jueves seguramente crearán caos para las empresas internacionales y conflictos tanto con aliados como con adversarios.
Desde la década de 1960, los aranceles —o impuestos a la importación— han surgido de negociaciones entre docenas de países. Trump quiere apoderarse del proceso.
“Obviamente altera la forma como se han hecho las cosas durante mucho tiempo”, dijo Richard Mojica, un abogado especializado en comercio en Miller & Chevalier. “Trump está arrojando eso por la ventana... Claramente esto está desmantelando el comercio. Tendrán que hacerse ajustes en todas partes”.
Mientras señala los enormes y persistentes déficits comerciales de Estados Unidos —desde 1975 el país no ha vendido al resto del mundo más de lo que ha comprado—, Trump sostiene que el campo de juego está inclinado en contra de las empresas estadounidenses. Una razón para ello, dicen él y sus asesores, es que otros países suelen gravar las exportaciones estadounidenses a una tasa más alta que la que Estados Unidos aplica a las de esos países.
Trump tiene una solución: aumentar los aranceles a los productos que Estados Unidos importa para igualar lo que otros países cobran.
El presidente es un defensor incondicional de los aranceles. Los utilizó en su primer mandato, y tres semanas después de comenzar el actual, ya ha impuesto aranceles del 10% a China; ha aumentado los impuestos estadounidenses sobre el acero y el aluminio extranjeros; y ha amenazado, luego retrasado por 30 días, con impuestos del 25% a los productos de Canadá y México.
Los economistas no comparten el entusiasmo de Trump por los aranceles. Son un impuesto sobre los importadores que generalmente se traslada a los consumidores. Pero es posible que la amenaza de aranceles recíprocos de Trump pueda llevar a otros países a la mesa de negociaciones y hacer que reduzcan sus propios impuestos a la importación.
“Podría ser beneficioso para ambos”, dijo Christine McDaniel, una exfuncionaria comercial de Estados Unidos que ahora está en el Mercatus Center de la Universidad George Mason. “Les conviene a otros países reducir esos aranceles”.
Señaló que India ya ha recortado aranceles en artículos que van desde motocicletas hasta automóviles de lujo, y ha acordado aumentar las compras de energéticos estadounidenses.
Suena simple: Estados Unidos aumentaría su arancel sobre los bienes extranjeros para igualar lo que otros países imponen a los productos estadounidenses.
“Si nos cobran, nosotros les cobramos”, dijo Trump a reporteros el domingo. “Si ellos están en 25%, nosotros estamos en 25. Si ellos están en 10, nosotros estamos en 10. Y si están mucho más altos que 25, ahí es donde nosotros también estaremos”.
Pero la Casa Blanca no reveló muchos detalles. Ha instruido al secretario de Comercio, Howard Lutnick, que entregue un informe el primero de abril sobre cómo funcionarán los nuevos aranceles en la práctica.
Entre las preguntas pendientes, señaló Antonio Rivera, socio de ArentFox Schiff y exabogado del Negociado de Aduanas y Protección Fronteriza, está si Estados Unidos va a revisar los miles de artículos en el código arancelario —desde motocicletas hasta mangos— e intentar igualar las tasas arancelarias una por una, país por país. O si mirará más ampliamente el arancel promedio de cada país y cómo se compara con el de Estados Unidos. O si será algo completamente diferente.
“Es simplemente un entorno muy, muy caótico”, dijo Stephen Lamar, presidente y director general de la Asociación Estadounidense de Ropa y Calzado. “Es difícil planificar a largo plazo y de manera sostenible”.
Los aranceles de Estados Unidos son generalmente más bajos que los de sus socios comerciales. Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos presionó a otros países para que redujeran las barreras comerciales y los aranceles, viendo el libre comercio como una forma de promover la paz, la prosperidad y las exportaciones estadounidenses en todo el mundo. Y en gran medida practicó lo que predicó, manteniendo generalmente sus propios aranceles bajos y dando a los consumidores estadounidenses acceso a bienes extranjeros a bajo costo.
Trump ha roto con el antiguo consenso del libre comercio, y afirma que la competencia extranjera desleal ha perjudicado a los fabricantes estadounidenses y devastado las ciudades fabriles en el corazón de Estados Unidos. Durante su primer mandato, impuso aranceles sobre el acero, el aluminio, las lavadoras, los paneles solares y casi todo lo que provenía de China. El presidente demócrata Joe Biden continuó en gran medida las políticas proteccionistas de Trump.
La Casa Blanca ha citado varios ejemplos de aranceles especialmente desiguales: Brasil grava las importaciones de etanol, incluidas las de Estados Unidos, al 18%, pero el arancel estadounidense sobre el etanol es de sólo 2.5%. Asimismo, India grava las motocicletas extranjeras al 100%, mientras que Estados Unidos sólo al 2.4%.
Los aranceles extranjeros de los que se queja Trump no fueron adoptados de manera subrepticia por otros países. Estados Unidos los acordó tras años de negociaciones complejas conocidas como la Ronda de Uruguay, que culminó en un pacto comercial que involucró a 123 países.
Como parte del acuerdo, los países podían establecer sus propios aranceles sobre diferentes productos, pero bajo el enfoque de “nación más favorecida”, no podían cobrar a un país más de lo que cobraban a otro. Así que los altos aranceles de los que se queja Trump no están dirigidos sólo a Estados Unidos. Afectan a todos.
Las quejas de Trump contra los socios comerciales de Estados Unidos también se producen en un momento muy particular. Estados Unidos, impulsado por un fuerte gasto del consumidor y mejoras en la productividad, está superando a otras economías avanzadas del mundo. La economía estadounidense creció casi un 9% desde poco antes de la pandemia de COVID-19 hasta mediados del año pasado, en comparación con 5.5% para Canadá y 1.9% para la Unión Europea. La economía de Alemania se contrajo 2% durante ese tiempo.
No satisfecho con embrollar el código arancelario, Trump también está atacando otras prácticas extranjeras que considera barreras injustas para las exportaciones estadounidenses. Estas incluyen subsidios que dan a los productores locales una ventaja sobre las exportaciones estadounidenses; reglas de salud que se utilizan para mantener fuera productos extranjeros; y regulaciones laxas que fomentan el robo de secretos comerciales y otra propiedad intelectual.
Determinar un impuesto a la importación que compense el daño de esas prácticas añadirá otro nivel de complejidad al esquema de aranceles recíprocos de Trump.
El equipo de Trump también está provocando un enfrentamiento con la Unión Europea y otros socios comerciales sobre el llamado impuesto al valor agregado (IVA). Este gravamen es un impuesto sobre la venta de productos que se consumen dentro de las fronteras de un país. Trump y sus asesores consideran que el IVA es un arancel porque se aplica a las exportaciones estadounidenses.
Sin embargo, la mayoría de los economistas no están de acuerdo, por una razón simple: el IVA se aplica tanto a productos nacionales como importados, por lo que no está dirigido específicamente a bienes extranjeros y no se ha visto tradicionalmente como una barrera comercial.
Y hay un problema mayor: el IVA es un gran generador de ingresos fiscales para los gobiernos europeos. “No hay forma de que la mayoría de los países puedan negociar sobre su IVA... ya que es una parte crítica de su base de ingresos”, publicó en X Brad Setser, investigador sénior en el Consejo de Relaciones Exteriores.
Paul Ashworth, economista jefe de América del Norte para Capital Economics, dice que los 15 principales países que exportan a Estados Unidos tienen un IVA promedio superior al 14%, así como aranceles del 6%. Eso significaría que los aranceles de represalia de Estados Unidos podrían alcanzar el 20%, mucho más alto que la propuesta de campaña de Trump de aranceles universales del 10%.
Trump y algunos de sus asesores argumentan que aranceles más altos ayudarían a revertir los añejos déficits comerciales de Estados Unidos.
Pero los aranceles no han demostrado ser exitosos en reducir la brecha comercial: a pesar de los impuestos a la importación de Trump y Biden, el déficit aumentó el año pasado a 918.000 millones de dólares, el segundo más alto jamás registrado.
El déficit, dicen los economistas, es el resultado de las características únicas de la economía estadounidense. Debido a que el gobierno federal tiene un gran déficit y los consumidores estadounidenses tienden a gastar mucho, el consumo y la inversión en Estados Unidos superan con creces el ahorro. Como resultado, una parte de esa demanda se destina a bienes y servicios del extranjero.
Estados Unidos cubre el costo de la brecha comercial esencialmente pidiendo prestado del extranjero, en parte vendiendo valores del Tesoro y otros activos.
“El déficit comercial es realmente un desequilibrio macroeconómico”, señaló Kimberly Clausing, economista de la UCLA y exfuncionaria del Departamento del Tesoro. “Proviene de esta falta de deseo de ahorrar y de esta falta de deseo de gravar. Hasta que no se solucionen esas cosas, tendremos un desequilibrio comercial”.
Las noticias explicadas de forma sencilla y directa para entender lo más importante del día.
Te invitamos a descargar cualquiera de estos navegadores para ver nuestras noticias: