Tras múltiples esfuerzos, ahora usan el espacio como un centro educativo. Cuentan con el apoyo del municipio, que paga el agua y la luz.
Tras múltiples esfuerzos, ahora usan el espacio como un centro educativo. Cuentan con el apoyo del municipio, que paga el agua y la luz.
14 de noviembre de 2022 - 11:40 PM
Vecinos del sector Bauta Arriba, en Orocovis, rescataron un plantel en desuso con la idea de transformarlo en un centro educativo para la comunidad, desde el cual pudieran ofrecer servicios que enriquecieran la vida de los residentes en la zona montañosa.
La iniciativa cobró forma a través de la Fundación Ana Dalila Burgos, una organización de base comunitaria sin fines de lucro integrada por 25 voluntarios que, desde el 2019, se hicieron cargo del inmueble, que consta de 13 edificios, 33 salones y una cancha bajo techo.
Allí, establecieron varios programas gratuitos, entre ellos, talleres de agricultura, inglés conversacional, tutorías, biblioteca, y establecieron el único teatro que existe en el pueblo, además de rehabilitar y reforestar la antigua estructura, que también cuenta con una ruta para ejercitarse.
“Ana Dalila era mi hermana. Fue maestra de Matemáticas en esa escuela, y se le presentó un tipo de cáncer en la piel a los 33 años. Un año antes de morir, ella había creado la bandera de la escuela, y una canción que ella le cantaba a los niños ya se había convertido en el himno de la escuela”, recordó Idalia Burgos Ortiz, presidenta de la fundación.
La edificación pertenecía al gobierno estatal, y luego fue transferida al Municipio de Orocovis, que posteriormente otorgó un contrato de arrendamiento a la organización comunitaria para que se encargara de administrar y reacondicionar el plantel.
“No tenemos que pagar nada. Nosotros corremos con la administración y las mejoras. Ellos (el Municipio) nos pagan el agua, la luz y nos incluyen en el seguro de responsabilidad”, destacó.
El primer reto a superar, según Burgos Ortiz, fue mejorar la infraestructura, que sufrió daños a consecuencia del huracán María en 2017.
“La mayoría de los daños fueron eléctricos. De hecho, todavía tenemos cuatro edificios que no tienen electricidad. También se habían robado la tubería del agua. Pero la estructura estaba buena, así que comenzamos con un proyecto de pintar los edificios con los colores del arcoíris”, recordó, por su parte, la vicepresidenta de la fundación, Concepción Torres Santiago.
“Varias familias de la comunidad ‘adoptaron’ los salones y se encargaron de remozarlos. Luego, empezamos con un pulguero de segunda mano, que hoy le llaman el Bazar de Amor o Gaveta Vieja, y un salón de niños. Con eso, empezamos a generar algún dinero para pagar el mantenimiento de las áreas verdes”, precisó.
En el Bazar de Amor, establecido en uno de los salones de la antigua escuela, venden artículos de segunda mano, como ropa de mujer y de caballeros, joyería y calzado. La Gaveta Vieja se enfoca en la venta de artículos para el hogar.
“Tenemos Mundo Infantil, que le dicen ‘el Marshalls de los niños’. Ahí vendemos de todo: ropa deportiva, zapatos, juguetes, entre otros. El propósito es recaudar fondos para darles continuidad a los programas y, a la vez, evitan que esa ropa llegue a los vertederos de Puerto Rico. Estamos reciclando”, resaltó María García, quien fue empleada de comedor escolar de la antigua escuela.
Entre los proyectos que ha impulsado la organización, se encuentra el programa de agroecología. “Tenemos un acuerdo colaborativo con el proyecto agroecológico El Josco Bravo, que dieron seis meses de clases. Además, recibimos el apoyo de la organización Boricuá (de Agricultura Ecológica de Puerto Rico), que siembra libre de químicos”, destacó la coordinadora del programa de agricultura, Elena Robles Figueroa.
“También tenemos un acuerdo colaborativo con la cooperativa de agricultores Agrivamos Coop. Ellos nos compran los productos que producimos, entre estos, plátanos, guineo, yautía, ajíes, apio y parcha”, detalló la mujer de 55 años.
Mientras, la biblioteca -a cargo de una bibliotecaria retirada del Departamento de Educación- alcanza una colección de sobre 1,800 libros donados.
Igualmente, cuentan con un salón de bellas artes en el que ofrecen clases a los niños del vecindario.
“Damos clases de guitarra, curso de inglés conversacional, tenemos un banco de alimentos y el teatro, que es el orgullo. Ahora mismo, Orocovis no tiene teatro, y este es el único que está funcionando”, resaltó Torres Santiago.
“En unos días, inauguraremos Salón Puerto Rico. Es un recorrido a través de pasillos dentro del salón que contiene información de los 78 municipios, con sus banderas, escudos, y es un concepto paisajista”, anticipó. También trabajan en el desarrollo de un centro cibernético.
De otra parte, la iniciativa de la Fundación Ana Dalila Burgos incluye dos programas dirigidos a organizaciones que ofrezcan servicios a la comunidad.
“Está el concepto de casa hospedaje Don Juan, dedicada a un conserje que tuvo la escuela, y es para grupos que hagan experiencias de trabajo con nosotros, junto con la Casa Agrícola, que tiene dos habitaciones, sala, comedor y cocina. Las personas hacen ese intercambio de trabajo”, explicó Burgos Ortiz.
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