La Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA) informó que, debido a cambios en la reglamentación federal, inspeccionará las tuberías de agua potable que sirven a casi medio millón de sus clientes ante la posibilidad de que sean de plomo, un material que puede ser grave para la salud.

De acuerdo con la corporación pública, los abonados comenzarán a recibir cartas de notificación a partir de esta misma semana.

Pero, ¿cómo el plomo se infiltra en el agua potable? ¿Existe un nivel que no sea peligroso? ¿Cuál sería el impacto, tanto en niños como en adultos?

Según la Agencia federal de Protección Ambiental (EPA, en inglés), el plomo puede infiltrarse en el agua potable cuando las tuberías de servicio que contienen el material se corroen. Las casas construidas antes de 1986, en Estados Unidos, son más propensas a tener tuberías, elementos fijos y soldaduras de plomo. En Puerto Rico, la presidenta ejecutiva de la AAA, Doriel Pagán, indicó que el reglamento de la corporación pública exigió que las tuberías fueran solo de cobre a partir de 1984.

La Ley de Agua Potable Segura requiere que la EPA determine el nivel de contaminantes que no causa efectos adversos en la salud con un margen adecuado de seguridad.

A esos efectos, la EPA concluyó que el objetivo de nivel máximo de contaminante para el plomo en el agua potable es cero, ya que es un metal tóxico que puede dañar la salud humana, incluso en niveles de baja exposición.

Según la EPA, el plomo es persistente y puede bioacumularse en el cuerpo con el tiempo.

Los niños, bebés y fetos son los más vulnerables al plomo debido a que los efectos físicos y de comportamiento del material se producen en menores niveles de exposición en ellos que en los adultos.

Una dosis de plomo que produciría poco efecto en un adulto puede producir un efecto significativo en un niño, subrayó la EPA. En niños, incluso bajos niveles de exposición se han relacionado con:

Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, en inglés) recomiendan que se inicien acciones de salud pública cuando el nivel de plomo en la sangre del niño sea de 5 microgramos por decilitro (µg/dl) o más. Además del agua potable, otras formas de posible exposición al plomo son la pintura, el polvo, la tierra, el aire y los alimentos.

La EPA estima que el agua potable puede representar el 20% o más del total de la exposición al plomo de una persona. En los bebés que consumen en su mayoría leche hecha con agua, el agua potable puede representar del 40% al 60% de su exposición al plomo.

Según la EPA, el plomo puede acumularse en el cuerpo con el tiempo y almacenarse en los huesos, junto con el calcio. Durante el embarazo, el plomo es expulsado de los huesos como calcio materno y suele ayudar a formar los huesos del feto. Esto ocurre especialmente si la mujer no cuenta con suficiente calcio en su dieta.

El plomo también puede cruzar la barrera placentaria, lo que expone el feto a ese material. Esto puede tener como consecuencia efectos graves en la madre y en el desarrollo de su feto, por ejemplo:

Asimismo, el plomo es peligroso para los adultos, que pueden sufrir daños cardiovasculares, presión arterial elevada e incidencia de hipertensión. Otro de los posibles efectos es la disminución de la función renal y problemas de reproducción (en hombres y mujeres).

Las casas pueden tener en su interior materiales de plomería que contienen plomo. Dado a que no se puede ver, saborear ni oler el plomo disuelto en agua, los análisis son la única forma segura de comprobar si hay cantidades de plomo peligrosas en su agua potable.

La EPA sostiene que, cuanto más tiempo esté el agua estancada en las tuberías, más plomo puede contener.

Si el agua de un grifo en particular no ha sido utilizada por seis horas o más, se recomienda enjuagar las tuberías dejando correr el agua hasta que salga lo más fría posible. Esto puede llevar muy poco tiempo –entre 5 y 30 segundos– si se ha utilizado una gran cantidad de agua recientemente, como para ducharse.