1 de marzo de 2025 - 3:26 PM
¿Cuánto influye el estado emocional de un niño en su proceso de aprendizaje? ¿Qué competencias afectivas debe tener un educador para compartir efectivamente su conocimiento de matemáticas, historia o lenguas con sus estudiantes? ¿Sigue siendo relevante la memoria en el aprovechamiento académico?
Estas preguntas fueron parte de la discusión que se suscitó este fin de semana en el NeuroEDU 2025, un congreso enfocado en la intersección de la neurociencia, educación y tecnología, organizado por el Instituto de la Neurociencia Cognitiva, en el Conservatorio de Música.
“Anteriormente, la pedagogía entendía que el ‘core’ (núcleo) de su oficio era la construcción de contenido, lo cognitivo, y que lo afectivo-emocional era como un adornito del árbol. Hoy, entendemos que es exactamente al revés, que el ‘core’ de la infancia, el ‘core’ de la pedagogía es el aparato afectivo-emocional, no lo otro. Si algún hijo o alumno suyo se le va para la vida muy mal desde lo cognitivo, desde los contenidos, pero muy bien desde lo afectivo-emocional, eso se puede (corregir). Pero, al revés, si su hijo o alumno se va para la vida muy bien desde lo cognitivo, brillante, pero espantoso desde lo afectivo-emocional, usted no sabe el infierno que le espera a él y a ustedes”, puntualizó el doctor Jorge Eslava Cobos, director del Instituto Colombiano de Neurociencias y experto en materia de neurodesarrollo y aprendizaje.
Frente a una audiencia de docentes, terapistas y profesionales de la salud mental, la charla del neuropediatra subrayó que elementos como la uniformidad de criterios de ingreso a instituciones educativas reflejan la persistencia de mentalidades que aún no internalizan la importancia de acercamientos más individualizados al aprendizaje y los procesos académicos.
Esos acercamientos, a su vez, exigen un alto grado de “competencia emocional” de parte de maestros y profesores.
“La verdadera sustancia está en lo afectivo y emocional. Y eso depende de ti, y cuando estamos hablando de la escuela, ese vínculo hace referencia a la formación emocional de los entornos educativos, que, a su vez, depende de la competencia emocional del maestro. No es una invitación a una cacería de brujas, para andar buscando qué maestro es incompetente emocionalmente; es al revés, para que nos cuestionemos si donde trabajamos o si nosotros mismos, como maestros, somos emocionalmente competentes”, prosiguió Eslava Cobos, haciendo referencia al concepto de la “neuroeducación”, como se conoce a la capacidad de entender y guiar correctamente a los niños.
Desde esa perspectiva, enfatizó que poco valen las horas diseñando currículos o proyectos académicos sin pensar igualmente en el resto de los factores que suplementan la experiencia educativa. “Nadie le presta atención al recreo, la experiencia, la salida, la ‘pijamada’, al cumpleaños”, alertó.
Eslava Cobos señaló, de otra parte, que, en respuesta a las críticas sobre estilos pedagógicos basados en la memorización, se ha generalizado un “rechazo a la memoria”.
“El asunto es que lo terminaron interiorizando como que la memoria no tiene nada que ver en los aprendizajes, y eso por supuesto que no (es correcto). Memoria tiene todo que ver con el aprendizaje; no la que pedían antes, pero claro que importa”, acentuó el también expresidente de la Sociedad Latinoamericana de Neuropsicología.
La presentación de Eslava Cobos, el viernes, fue seguida por un panel de expertos que abundaron sobre estudios recientes realizados en torno a temas como el atractivo de la docencia en distintos países, las interacciones con herramientas de inteligencia artificial, el efecto de los videojuegos sobre la capacidad cognitiva y la importancia del rol de los abuelos sobre el desarrollo de los niños.
“Cuando miraban la díada de papás e hijos, identificaron que había unas conexiones entre abuelo y nieto más fuertes que las que había entre los papás y los niños. Luego, en la tríada (relación entre abuelos, padres e hijos), identificaron que, cuando estaba el padre presente en la conexión del abuelito y el niño, moderaba esa conexión (entre abuelos y nietos) y la hacía más fuerte. Hemos escuchado de las intervenciones ‘2-gen’ (dos generaciones), y este estudio dice que las ‘3-gen’ son de mayor impacto a nivel neurocognitivo y de neurodesarrollo”, señaló Anayra Túa López, principal oficial ejecutiva del Proyecto Nacer, una organización de base cristiana que asiste a familias de padres y madres adolescentes.
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