➡️ Nota del editor: visita el especial “El legado de don Antonio Luis Ferré”, donde repasamos su vida.
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La madera de los grandes líderes no solo se mide en el resultado de sus grandes obras, sino en los detalles singulares de su humanidad. Y en eso Antonio Luis Ferré ha sido maestro y guía de los miles de trabajadores que lo acompañaron en sus exitosos emprendimientos en el campo industrial y en los medios de comunicación masivos. Don Antonio Luis ha sido una de las figuras ilustres del siglo XX, especialmente en el Puerto Rico de la posguerra.
Su rol como custodio del legado de su abuelo, Antonio Ferré Bacallao, y su padre, el exgobernador Luis A. Ferré Aguayo, y forjador del suyo, se ha enraizado en la historia puertorriqueña de manera más abarcadora y cercana de lo que muchos pensarían y más allá de la creación de dos de los principales rotativos -ahora transformados por lo digital- El Nuevo Día y Primera Hora.
Al examinar “Historia de El Nuevo Día”, compilada por Guillermo A. Baralt, es probable que ningún otro hombre de negocios puertorriqueño haya incursionado con éxito en tantos haberes distintos.
Legado en múltiples planos
En la política, apoyó de manera incondicional a su progenitor. En la cultura y el Tercer Sector, afirmó el apoyo de la Familia Ferré a proyectos educativos, el arte y el trabajo comunitario. Don Antonio Luis reafirmó el compromiso de su padre al apoyar la expansión y continuidad del Museo de Arte de Ponce, la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico y los Centros Sor Isolina Ferré.
A finales del siglo pasado, esa vocación de apoyo a la educación se cristalizó con la Escuela de Comunicación Ferré Rangel en la Universidad del Sagrado Corazón.
Además, si fuera a tejerse el quehacer económico de Puerto Rico, don Antonio Luis tiene hilos particulares en la Puerto Rico Iron Works, una cooperativa de trabajadores animada por su padre, y en la Puerto Rican Cement, una de las empresas estatales arruinadas que la Familia Ferré adquirió de manos del gobierno y cuya gestión hizo posible buena parte de la inversión en infraestructura que sirvió para acrecer la economía a mediados del siglo XX y el proyecto de industrialización que impulsó Luis Muñoz Marín. Más tarde, don Antonio Luis apoyó la gestión del Banco de Ponce y la eventual fusión con Banco Popular en 1990.
Figura en el mundo empresarial
El Nuevo Día y Primera Hora (El Día Inc.) serían la cúspide de una vida dedicada al trabajo, a la aspiración de “un Puerto Rico próspero” y también expuesta a la controversia y la crítica desde su rol como empresario, custodio de la democracia y la libertad de prensa.
Don Antonio Luis -como le llamamos en el periódico- fue y será el líder que sirvió de referencia en organizaciones como la Asociación de Industriales de Puerto Rico. Fue el empresario que apoyó campañas cívicas como el esfuerzo “Ni una vida más para la droga”, iniciativa precursora de la Alianza para un Puerto Rico sin Drogas. Y también fue el empresario que se enrolló las mangas con “Puerto Rico se levanta”, el esfuerzo de recaudación de fondos a favor de los damnificados del huracán Georges y que ascendió a unos $11 millones, una cifra impensable para el 1998.
Teniendo sobre sus hombros los frutos de dos generaciones, don Antonio Luis también fue pionero, abriendo caminos para sí y a empresarios puertorriqueños e hispanos en Estados Unidos.
Bajo su dirección, llevó a la Puerto Rican Cement a convertirse en la primera compañía pública de capital nativo en cotizar en la Bolsa de Valores de Nueva York.
Fue el primer hispano en integrarse a las juntas de directores de grandes empresas como American Airlines y MetLife, así como de organizaciones de referencia, entre ellas, la American Newspaper Association.
Don Antonio Luis incluso apoyó y fue miembro del Council on Foreign Relations, una organización que podría describirse como uno de los “think tanks” de entonces.
El servicio público
Sin afán de reconocimiento, don Antonio Luis se hizo disponible para apoyar la gestión de gobernadores de todos los partidos.
Presidió el Consejo de Educación Superior bajo la administración del gobernador Roberto Sánchez Vilella y el Consejo Asesor del Gobernador para el Desarrollo de Programas de Gobierno, organismo creado por su padre al llegar a La Fortaleza.
Al exgobernador Rafael Hernández Colón -el senador fogoso opuesto a la gestión de su padre en La Fortaleza y quien en la contienda política llegó a hacer un llamado para boicotear El Nuevo Día- le apoyó como miembro del Consejo Asesor Económico del Gobernador para la década de 1980.
Durante el primer mandato de Pedro Rosselló -a quien luego demandó por intentar acallar El Nuevo Día- fungió como miembro de la junta de directores del Fideicomiso de Conservación de Puerto Rico.
La Cámara de Comercio, la Asociación de Escuelas Privadas, la Cámara de Comercio de Ponce y el Sur de Puerto Rico son una brevísima mención de las instituciones que le hicieron reconocimientos.
El Amherst College, de donde fue egresado, y la Universidad del Turabo (unidad del Sistema Universitario Ana G. Méndez) le confirieron doctorados honoris causa.
A principios de este siglo, su principal proyecto -El Nuevo Día- se alzó con un premio Ortega y Gasset de Periodismo. Según una reseña de la agencia de noticias EFE, el entonces director del diario, Luis Alberto Ferré Rangel, destacó “las hondas raíces hispanas” que caracterizan uno de los informativos más importantes del hemisferio.
Pero ninguna vida en el mundo de la política y mucho menos en el mundo de las comunicaciones carece de dolor y críticas.
La era del bipartidismo
Hace unos años, José Serra, quien fuera un fiel colaborador de don Antonio Luis, compartió con esta periodista que, en la arena política, uno de los momentos más amargos para don Antonio Luis se produjo el día en que abuchearon a su padre en una asamblea del Partido Estadista Republicano (PER).
Ferré era miembro del PER. Entonces, la discusión pública ardía con una convocatoria a un plebiscito por parte del gobernador Luis Muñoz Marín y Miguel Ángel García Méndez, líder del PER, objetaba la consulta.
En aquella asamblea, los abucheos de los delegados movieron a don Antonio Luis a sacar a su padre del recinto sin un abrazo reconciliador, produciéndose el rompimiento con García Méndez.
Ferré fundó Estadistas Unidos, la organización que participó en el plebiscito de Muñoz. Ante el Estado Libre Asociado, el anexionismo obtuvo un 39% de respaldo, ganando algunos pueblos y distritos electorales, gestión que sirvió de abono a la creación de un nuevo partido.
Después de tres intentos, Luis A. Ferré Aguayo llegó a la gobernación tras fundar el Partido Nuevo Progresista (PNP). Don Antonio Luis habría sido el segundo miembro fundador de la colectividad creada para abogar por la estadidad para Puerto Rico.
Don Antonio Luis fue el director de campaña en la jornada victoriosa de su padre en el 1968, y en aquella de la derrota ante Hernández Colón, en 1972.
En 1970, un año después de que el gobernador Ferré llegara a La Fortaleza, el primer ejecutivo perdió a su esposa y primera dama, Lorencita. Don Antonio Luis sintió el duro golpe de ver partir a su progenitora, amante de la literatura y la historia, según detalla el historiador Guillermo A. Baralt.
El alma de un periodista
El momento clave en su prolífica vida profesional está íntimamente asociado al nacimiento de El Nuevo Día, el proyecto periodístico trasladado desde Ponce a Torre de la Reina, como una propuesta informativa en San Juan, en un Puerto Rico dominado entonces por El Imparcial y El Mundo.
La propuesta buscaba replicar la calidad incisiva del diario ponceño y a su vez, adquirir una voz propia más allá de la que representaba la publicación a favor de la estadidad.
En síntesis, en las oficinas frente al parque urbano Luis Muñoz Rivera, a la entrada de la isleta de San Juan, veía la luz El Nuevo Día que don Antonio Luis había soñado de adolescente.
Si para el gobernador Ferré -como relata Baralt- la habitación en la residencia de sus padres, en Ponce, fue el “mirador de Próspero”, el lugar donde soñó con otro Puerto Rico, la habitación del joven Antonio Luis en la preparatoria Hackley en Tarrytown, Nueva York, fue el lugar donde nació El Nuevo Día.
Fue allí, en 1948, cuando don Antonio Luis adolescente soñó con “el mejor oficio del mundo”, según la célebre frase de Gabriel García Márquez.
Al documentar la historia de “un gran periódico”, Baralt sintetiza el sueño de don Antonio Luis al destacar que el joven tenía “un alma de escritor que le hacía soñar con ser periodista”.
El sueño de don Antonio Luis era también la profunda voz de su vocación, pues además del sol naciente que el joven dibujó entonces y que ha distinguido al diario por 54 años venía acompañado de la filosofía que guiaría su publicación: “Al servicio de mi tierra”.
Y ese compromiso con el deseo de informar, al punto de convertirse en custodio de la libertad de prensa, fue más poderoso que los ideales políticos que don Antonio Luis pudo tener.
Un luchador de la libertad de prensa
La independencia editorial que El Nuevo Día abrazó en 1971 le llevó, en dos ocasiones, a encontrarse contra el liderato del partido que fundó su padre.
En ese año, relata Baralt, nueve senadores emitieron “una censura” contra la dirección del periódico y propusieron excluirlo de los anuncios que se publicarían vinculados a la consulta que viabilizaría el voto a la edad de 18 años en Puerto Rico.
En 1997, luego de la incisiva cobertura del diario a la administración de Pedro Rosselló González, el gobierno buscó imponer una mordaza al diario prohibiendo la publicación de anuncios gubernamentales e impuso su mollero sobre las operaciones de la desaparecida Puerto Rican Cement.
Aquellos fueron días oscuros para la democracia y la libertad de prensa, donde el ataque al periódico líder de Puerto Rico, mereció una censura al gobierno de Rosselló por parte de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).
La injuria democrática quedó plasmada en la misma portada del diario que el 13 de julio de 1970, celebró a Marisol Maralet como “la más bella”; documentó la renuncia forzada del presidente estadounidense Richard Nixon cuatro años más tarde, el 9 de agosto de 1974, y la que el 12 de octubre de 1984, dio la bienvenida al papa Juan Pablo II. El 16 de abril de 1997, El Nuevo Día publicaba como titular principal: “Atentado contra la libertad de prensa”.
La disputa se prolongó por dos años, y tras la intervención del juez federal José A. Fusté, se prohibió al gobierno utilizar propaganda oficial para castigar o favorecer a un medio informativo.
El sueño de don Antonio Luis, con la visión del periodista Carlos Castañeda, de dar vida a un periódico de circulación general no estuvo exento de pesadillas económicas. Pero la amenaza de cerrar un espacio de expresión y de intercambio de ideas solo pudo ser evitada por la porfía y visión de un líder innato, que creyó siempre en su proyecto.
Puede decirse que el respeto y amor de don Antonio Luis hacia la libertad de expresión y de prensa, pero sobre todo, la innovación que impartió a El Día Inc. al adquirir la empresa de manos de su padre, sitúa a El Nuevo Día entre los periódicos más longevos de Puerto Rico.
El Diario de Puerto Rico, nacido en Ponce -bajo la dirección de Guillermo V. Cintrón y con la pluma de figuras como Juan Braschi y Eugenio Astol, según la compilación de Antonio S. Pedreira- circuló por primera vez en 1909 y se convirtió en El Día, dos años más tarde. Con tales antecedentes, en los que El Nuevo Día aporta 54 años, se suman 115 años de periodismo en Puerto Rico.
Los diarios más longevos de Puerto Rico, según Pedreira, el acervo en la Colección Puertorriqueña de la Universidad de Puerto Rico y la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, han sido hasta ahora, el Boletín Mercantil de Puerto Rico (1839-1918), que publicó por 79 años; El Mundo circuló por 71 años (1919-1990) y La Democracia, que nació de la pluma de Luis Muñoz Rivera, publicó por aproximadamente 55 años, entre 1893 y 1948.
De aquí que, en honestidad, no puede pensarse en Puerto Rico sin El Nuevo Día como el foro que ha recogido las principales voces intelectuales del país en todo tiempo reciente y, principalmente, la casa periodística que acoge las preocupaciones y desvelos del pueblo. La fiscalización y la propuesta de un periodismo veraz animaron y cautivaron, antes y ahora, el espíritu de cientos de jóvenes, que también soñaron ser periodistas, fotógrafos, caricaturistas y diseñadores.
Tal vez por ello, El Nuevo Día se convirtió en un foro para la divergencia, para el espacio de estadistas e independentistas, conservadores y liberales. El lugar para la noticia inmediata, la cultura, el deporte y lo internacional, según Baralt.
El foro para el debate de ideas, la búsqueda de soluciones y de avenidas para el progreso de Puerto Rico y el desarrollo de su gente.
El foro para la denuncia de la corrupción, de escándalos en la banca, la tragedia del Dupont Plaza, la lucha contra la Marina en Vieques y las múltiples consultas en torno al futuro político de Puerto Rico.
En uno de sus últimos editoriales firmados, en calidad de presidente y editor, antes de pasar el mando de las empresas Ferré Rangel a sus hijas e hijos, y en lo que pudo ser una exhortación a los nuevos periodistas, don Antonio Luis hizo referencia al lastre de la corrupción pública.
“Solo si todos ponemos de nuestra parte, en especial, los líderes políticos, será posible entregar un Puerto Rico sano a las generaciones venideras. El pueblo exige un Puerto Rico de honestidad en la vida pública. Es lo menos que merece”.
Don Antonio Luis Ferré Ramírez de Arellano, gestor de uno de los conglomerados mediáticos de habla hispana más importantes en Estados Unidos y América y de una prolífica obra filantrópica en favor del arte, la educación y de apoyo a necesitados, nació el 6 de febrero de 1934. Fue el primogénito del ingeniero y exgobernador de Puerto Rico, Luis A. Ferré Aguayo, y Lorencita Ramírez de Arellano y hermano mayor de la fenecida escritora Rosario Ferré.
Esposo de Luisa Rangel de Ferré, padre de María Luisa, Antonio Luis, Luis Alberto, María Eugenia y Loren Ferré Rangel, y abuelo de 16 nietos, don Antonio Luis falleció el pasado domingo, 16 de junio, a la edad de 90 años.