Por los últimos 2.5 millones de años, la naturaleza ha esculpido minuciosamente la superficie de la costa norte de la isla principal del archipiélago puertorriqueño, creando un conglomerado, casi mágico, de cuevas, grutas, cavernas, mogotes, acuíferos y ríos subterráneos a lo largo de la región conocida como el carso de Puerto Rico.
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Este carso –un importante sistema natural– abarca prácticamente todos los municipios del norte, desde Loíza hasta Aguadilla, y está compuesto por múltiples formaciones de roca caliza que comenzaron a depositarse hace 23 millones de años, durante una época en la que toda la zona estaba sumergida bajo el océano y donde abundaba una rica vida marina.
Son las peculiares cualidades de la roca caliza las que permiten que esta reaccione químicamente al contacto con el agua, dejando que el líquido filtre a través de su superficie porosa provocando una lenta disolución. Por ello, los ríos superficiales son escasos en esta zona y en su lugar abundan los flujos subterráneos de agua que, a su vez, crean estos impresionantes sistemas de cavernas a lo largo de la zona cárstica.
Sin embargo, la riqueza de la zona no es únicamente geológica, ya que, además de las 14 cuevas importantes identificadas en este complejo sistema natural y los torrentes subterráneos, existen unas 550 diferentes especies de flora y fauna, incluyendo la mayoría de las aves endémicas de Puerto Rico y la totalidad de las especies de murciélagos del archipiélago. Del mismo modo, puede encontrarse evidencia fósil de especies antiguas y de actividad humana –precolombina y de tiempos modernos–.
Como parte de los flujos subterráneos de agua creados por la interacción de esta con la roca caliza, se esconde un río único, que se extiende desapercibidamente por las entrañas de la isla y que representa uno de los cuerpos de agua subterráneos más extensos de todo el mundo, que recorre 10.5 millas de longitud. El río Encantado del Área Protegida Río Encantado, entre los municipios de Florida y Ciales, es definitivamente uno de los patrimonios naturales que tiene Puerto Rico.
“El área es una sumamente amplia y comprende de 14 áreas más pequeñas, o sea, es como un mosaico de áreas protegidas en el área de carso norteño de Puerto Rico que se acceden a través de las carreteras PR-140 y de la PR-149, de Florida hacia Ciales”, explicó a El Nuevo Día Ricardo Rodríguez, coordinador de manejo regional de Para La Naturaleza, organización que custodia esa zona.
“Río Encantado es un río subterráneo, el segundo atravesado por el hombre más largo del mundo. Es una de las riquezas geológicas más impresionantes de Puerto Rico y nuestra organización, Para La Naturaleza, actualmente protege tres de las entradas al sistema del río”, añadió mientras explicó que se le conoce como “encantado” por los sonidos que los cambios de presión en temperatura producen dentro de la cueva, que le da una sensación de estar “embrujada”.
Rodríguez explicó además que el río Encantado es parte de la cuenca hidrológica del Río Grande de Manatí.
“Una cuenca hidrológica es por donde las aguas se juntan y eso viene desde (el municipio de) Barranquitas hasta la desembocadura del río Grande de Manatí, y justamente en la desembocadura se encuentra la cabecera de la región norte, que es la Reserva Natural Protegida Hacienda La Esperanza”, dijo.
Un mágico cuerpo de agua
Por su parte, José Nevares, coordinador de interpretación de Para La Naturaleza, explicó que la organización ofrece recorridos guiados por intérpretes ambientales en los cuales los visitantes pueden adentrarse en las entrañas del carso y recorrer el río a pie, mientras recibe información valiosa de parte de los expertos.
“Los intérpretes ambientales somos expertos cada uno en su área. Tenemos geólogos, biólogos, agrónomos, historiadores, expertos en turismo, así que cada uno de nosotros pasamos por un proceso de entrenamiento bien riguroso para certificar como interpretes ambientales”, indicó Nevares mientras explicó que la diferencia entre un intérprete ambiental y un guía turístico es que el primero busca conectar a la persona con el recurso.
Según su relato, al llegar a la remota zona se comienza el recorrido por el Bosque Encantado de Florida –como es conocido por los locales. Ahí está localizada una de las entradas al río conocida como cueva Encantada. A través de esta el visitante puede sumergirse en el paisaje de este mundo subterráneo e hipnótico desde donde emanan cristalinas aguas del interior de la tierra.
Luego de entrar, comienza el descenso a través de las irregulares formaciones de roca. Al mirar hacia atrás, la embocadura de la cueva se asemeja a las fauces de la tierra, justo luego de engullir al visitante y adentrarlo en un escenario casi sacado de las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas, solo que real.
“Dentro de las áreas que manejamos tenemos varias de las entradas al sistema. Son aproximadamente seis entradas que tiene el sistema y nosotros manejamos tres que son, cueva Escalera, cueva Yuyú y cueva Encantada, y en las últimas dos hacemos recorridos para el público, que duran aproximadamente entre cinco a seis horas, donde se realizan caminatas de poco más de dos kilómetros”, explicó el coordinador de interpretación a la vez que señaló que se le provee con todo el equipo necesario al visitante.
“Una vez procedemos a entrar, siempre van tres intérpretes a esos eventos: uno delante, uno en el medio y otro atrás del grupo, que generalmente son de 12 personas”, añadió.
Adentro, las impresionantes estalactitas y estalagmitas descienden y se yerguen imponentes cual milenaria catedral de piedra caliza ante la mirada atónita del visitante. Mientras se continúa con el recorrido, el remoto estruendo de las aguas subterráneas cada vez se hace más notable hasta que, de repente, el visitante puede comenzar a ver cómo el torrente se apodera del subsuelo.
“Después nos vamos moviendo a través de la vereda y, puntualmente, vamos a hacer entre tres a cinco paradas interpretativas para desarrollar el tema que se va a trabajar en el recorrido. Ya sea ver una formación geológica o hablar de la biodiversidad de las cuevas”, explicó Nevares mientras aseguró que durante el recorrido también pueden encontrarse fósiles de especies que ya no habitan la isla.
“Durante el recorrido podemos encontrar fósiles que nos permiten identificar especies que habitaron esa cueva miles de años atrás. Como el dugong, que es primo-hermano del manatí, pero que ya no existen en Puerto Rico, solo se ven hoy día en el océano Índico. Otros fósiles que se encuentran son del mamífero conocido como perezoso y hasta de murciélagos prehistóricos que ya no existen”, añadió.
Y es esa peculiar belleza geológica la que ha permitido la supervivencia de la zona como un área apenas interrumpida por la actividad humana, mientras que su uso históricamente ha sido limitado a la pesca, la agricultura de subsistencia, la ubicación de alambiques y la extracción de guano. Desafortunadamente, y muy a pesar esta realidad, actualmente el carso de Puerto Rico es uno de los 10 ecosistemas cársticos más amenazados del planeta.
Varias especies de flora en peligro de extinción pueden encontrarse en esta zona como lo es la palma de manaca, el palo de rosa, el guabairo pequeño y el matabuey. Además, existe un extenso record de fósiles, así como una cantidad significativa de yacimientos arqueológicos precolombinos y de tiempos más modernos.
Nevares explicó que, a pesar de ser una zona protegida, la misma está abierta al público en general, no obstante, urgió a los interesados en visitar el área a no hacerlo por cuenta propia, ya que el recorrido es peligroso y requiere de un guía interpretativo.
“Tenemos recorridos como parte de las actividades voluntarias en esa área protegida, pero también hay personas que pueden acceder a esos espacios, es permitido. Cualquier persona puede hacer uso de ellas, pero claro, tomando en cuenta siempre que son espacios que se están protegiendo”, señaló el experto.
Necesita más protección
Rodríguez, explicó que, a pesar de estar designada como área protegida, en realidad no existen estatutos legales que protejan esta zona de la misma manera que otras zonas, como Hacienda La Esperanza, son protegidas por mecanismos legales.
“Se les conocen como áreas protegidas y estos son espacios que nuestra organización maneja y protege a perpetuidad, pero no estamos designadas por algún estatuto legal ni estatal ni federal”, explicó el coordinador de manejo regional de Para La Naturaleza.
“En el caso de las áreas que están ubicadas en el río Encantado, en todo lo que es conocido como el carso norteño, hay legislación de manejo y planificación especial que limita los usos y el desarrollo en este lugar en vías de proteger el recurso y la roca caliza”, añadió.
No obstante, Rodríguez no restó importancia a la necesidad de proveer mayores protecciones a esta zona, susceptible al desarrollo desmedido y a la explotación de terrenos sin métodos para mitigar el daño causado.
“El hecho de que no necesariamente tengan una designación legal a nivel estatal o federal como reserva natural no significa que no sean espacios que se puedan proteger. Y eso es lo que hacemos nosotros y otras tantas entidades que de una forma privada que hacen el manejo y conservación del área”, indicó el coordinador de manejo regional.
Rodríguez explicó que parte de las responsabilidades de Para La Naturaleza como custodios del Área Protegida Río Encantado es crear un plan de manejo para la zona con el propósito de desarrollar las mejores prácticas para la conservación del recurso siguiendo las guías de la Unión Internacional para la Conservación Natural (IUCN, en inglés), organización internacional que trabaja en el campo de la conservación de la naturaleza y el uso sostenible de los recursos naturales.
“Estos planes de manejo se revisan cada cinco años y se reinterpretan cada 10 años para mantenerlos al día y añadirles nuevos objetivos, de ser necesario”, indicó.
Aunque existen leyes locales que protegen este tipo de zonas, como la Ley 67 de 2017, que tipifica como delito estacionar vehículos todoterreno en áreas de un cuerpo de agua, Nevares, por su parte, aseguró que aún se necesita legislación para ofrecerle una mayor protección a una zona plagada de desarrollo desmedido.
“Hay muchos problemas de basura, de gente que estaciona los todoterrenos dentro de los ríos, que tiran escombros porque sigue esta percepción de que el río lo desaparece y siempre está el problema de los desarrollos sin planificación que impactan negativamente el recurso”, señaló el coordinador de interpretación.