El papel geográficamente estratégico del archipiélago de Puerto Rico ha sido fundamental en la historia de la defensa militar y el comercio en la cuenca del mar Caribe, desde la Conquista, en el siglo XV, hasta la Segunda Guerra Mundial, en el siglo XX, cuando la marina alemana desplegó su operación “Neuland” (tierra nueva) en aguas caribeñas como una operación de sabotaje comercial que afectaría a Estados Unidos y, en especial, a su acérrimo enemigo, el Reino Unido.
Fue durante ese momento histórico que Puerto Rico participó con un papel casi protagónico en el conflicto mundial al ser blanco de un ataque desde un submarino nazi (U-Boat, en inglés) del que poca evidencia se tiene y cuya veracidad es ampliamente refutada.
Luego de la invasión de Polonia en 1939 por la Alemania nazi, la fuerza naval alemana comenzó a provocar estragos en las rutas de comercio marítimo entre Estados Unidos y Europa al norte del océano Atlántico, torpedeando navíos comerciales con su nueva cepa de U-Boats, que habían probado ser rápidos, eficientes y, sobre todo, letales.
Sin embargo, las fuerzas aliadas comenzaron a repeler efectivamente estos ataques, obligando a los alemanes a buscar rutas alternas para continuar con su estrategia de sabotaje cortando importantes líneas de suplido de suministros que transcurrían por el mar Caribe hacia Estados Unidos e Inglaterra.
En septiembre de 1939, el periódico The New York Times reportó sobre cuatro U-Boats que navegaban con destino a las aguas del mar Caribe en una “arriesgada” misión para capturar la isla francesa de Martinica y asegurar una base de operaciones en la región.
En ese marco bélico, uno de los eventos más sonados en la isla durante la crisis de los ataques de submarinos nazis, pero quizás uno de los menos recordado hoy día, fue el presunto ataque que hiciera un submarino nazi en el litoral de la isla de Mona y que, según los historiadores, la prensa de la época presentó como una gesta heroica contra los nazis en Puerto Rico.
Cuestionable su veracidad
El único recuento que sostiene el supuesto bombardeo fue provisto por Remberto Cabassa (1903-1968), subdirector de la Administración de la Juventud Nacional, – agencia gubernamental durante la presidencia de Franklin D. Roosevelt que se centró en brindar trabajo y educación a estadounidenses de entre 16 y 25 años – y por 170 jóvenes de ese programa que acampaban en la reserva natural durante el supuesto incidente.
Según el recuento que Cabassa dio a las autoridades y a la prensa, unos 30 proyectiles disparados desde un submarino alemán impactaron los acantilados al sur de la isla. No obstante, no se registraron daños, heridos o fatalidades por el supuesto ataque.
Sin embargo, la veracidad del presunto ataque ha estado en duda por décadas, puesto que el incidente no fue reconocido ni por las Fuerzas Armadas del Tercer Reich ni por Estados Unidos.
Luego que la Marina estadounidense reconociera la zona desde donde presuntamente provinieron las detonaciones, las autoridades militares en Puerto Rico desestimaron el incidente como una mera práctica de tiro del submarino.
Según el profesor José L. Bolívar Fresneda, historiador y autor del libro “El frente caribeño durante la Segunda Guerra Mundial: la desconocida historia de los U-Boats, espías y la guerra económica”, a principios de 1942, el gobernador estadounidense en Puerto Rico, Rexford G. Tugwell, esperaba un ataque similar al de Pearl Harbor –que apenas había ocurrido meses antes– contra las fortificaciones del Viejo San Juan proveniente de las bases francesas en Martinica.
Bolívar Fresneda explicó que luego de la capitulación de Francia ante las fuerzas de Adolfo Hitler, en junio de 1940, el gobierno francés, controlado por los nazis, fortaleció la isla de Martinica, posesión francesa en las Antillas Menores.
“En Martinica de repente tienes oro de la banca, aviones, submarinos, unas fuerzas grandísimas. El gobierno Vichy (gobierno instituido por los nazis en Francia) era colaborador de Alemania porque no tenía muchas otras opciones. Posterior a Pearl Harbor se pensaba que había una posibilidad de que los aviones de Martinica atacaran a las bases del Ejército (estadounidense) en la capital de Puerto Rico”, explicó el autor.
Para Tugwell, sin embargo, los rumores de un ataque perpetrado en las costas de la isla volcánica, localizada a unas 50 millas al suroeste de Puerto Rico, el 3 de marzo de 1942, fue una sorpresa.
Bolívar Fresneda cuestionó la veracidad del recuento.
“Los alemanes nunca reconocieron que eso ocurrió. Puede que sí hayan disparado, pero es muy probable que no haya ocurrido nada y fue la imaginación colectiva. En una época y en una situación como esa, la imaginación corre”, señaló el historiador, quien le adjudica el sonido de detonaciones al posible eco producido por las prácticas de tiro de los navíos estadounidenses en la base naval de Mayagüez.
Bolívar Fresneda fue más allá y aseguró que con mucha probabilidad el suceso nunca tuvo lugar.
“No hay certeza de que realmente ocurrió. Hay una muy buena posibilidad de que no ocurriera”, dijo.
“No hace sentido que atacaran allí. Ellos estaban a miles de millas de Alemania, el suministro es bien complicado en una situación como esa. Tus municiones son oro y las utilizas con el propósito de hundir barcos, porque esa es tu misión. Tu no vas a disparar a un islote para practicar, eso no hace ningún sentido”, cuestionó el historiador.
Sin embargo, la teoría de la práctica de tiro toma tracción ante el hundimiento, el 6 de marzo de 1942 (solo tres días después), del barco de carga Cardonia, durante un recorrido comercial y sin escolta entre Ponce y Guayabal, Cuba.
Guerra de submarinos nazis
Bolívar Fresneda aseveró que, con frecuencia, pasa desapercibida la importancia que las rutas comerciales en el Caribe representaban tanto para Estados Unidos como para Inglaterra y Francia a mediados del siglo XX, y, en especial, durante la Segunda Guerra Mundial.
El petróleo proveniente del lago de Maracaibo, en Venezuela, por ejemplo, suplía la demanda de las dos potencias, así como los fletes del mineral conocido como bauxita –roca sedimentaria que contiene aluminio– necesario para mantener las fábricas operando.
“Ese petróleo suplía la costa este de los Estados Unidos porque en ese momento no había gasoductos y por eso esas rutas eran tan importantes”, explicó el profesor. “Ese petróleo era sumamente importante para Estados Unidos, pero también era importante para los británicos y sus fuerzas armadas, y eso lo sabían los alemanes”.
“Los alemanes conocían muy bien el tema del petróleo en el Caribe porque ellos, previo a la guerra, compraban de ese petróleo también. Se lo conocían al dedillo. Tampoco había defensas en el Caribe, las defensas submarinas no existían y, por eso, para los nazis, era bastante fácil operar en las aguas del Caribe. Ya el Atlántico norte y la costa este (de Estados Unidos) se estaban poniendo muy complicados”, señaló el historiador.
Bolívar Fresneda explicó que la censura militar mantuvo en un velo de secretismo la crisis que se desataba en las aguas del mar Caribe, y que eventualmente afectarían directamente a Puerto Rico.
Se hacía sentir en el día a día
El historiador y experto en el tema aseguró que, a pesar del secretismo de las autoridades estadounidenses en cuanto a cómo se recrudecía el teatro de guerra en el Caribe, las repercusiones de esa campaña de sabotaje que mantenían los nazis en la región se hacían sentir en el día a día de los puertorriqueños de manera muy cruda.
“Era bastante obvia la situación que estaba ocurriendo porque por 18 meses Puerto Rico sufrió un bloqueo. No había comida, había escasez de alimentos y materiales, no había fertilizantes para abonar las siembras de azúcar y otros cultivos comerciales. Se paralizó la manufactura, el comercio. Hubo una parálisis casi total y se vio en el desempleo, que casi picaba en el 50%”, aseguró el profesor.
Del mismo modo, Bolívar Fresneda explicó que era casi imposible para el gobierno estadounidense negar la situación cuando, en varias ocasiones, testigos reportaban avistamientos de náufragos llegando a las costas, sobrevivientes de barcos atacados por los submarinos nazis al sur de Puerto Rico.
“Particularmente, en Guayama, donde se vio desde la costa cuando un submarino alemán hundió a uno de estos barcos comerciales”, señaló mientras que aseguró que la población se mantenía en estado de histeria por la precaria situación, que incluía apagones diarios y obligatorios, y una gran presencia militar en la isla.
Durante ese momento de gran alerta público, señaló el historiador, el gobernador Tugwell recurrió a habilitar refugios antiaéreos ante un posible ataque alemán a Puerto Rico, similar a las campañas de bombardeos que los alemanes mantenían sobre Inglaterra.
“Una de las cosas que se hizo es que se buscaron los planos que tenían los españoles. Encontraron unos soldados retirados que estuvieron en el Ejército de la corona española, y con su ayuda, localizaron y habilitaron muchos de los túneles que todavía están en el Viejo San Juan. La Escuela Central en Santurce también la utilizaban con ese propósito”, señaló
La campaña nazi en el Caribe comenzó a perder fuerza a finales de 1942, a medida que la guerra avanzaba en el frente soviético, pero no sin antes dejar una estela de destrucción a su paso. En 28 días, entre febrero y marzo de 1942, por ejemplo, siete submarinos nazis hundieron 41 barcos comerciales, de los cuales 18 fueron tanqueros.