Para muchos, es difícil pensar en la Navidad de Puerto Rico y no evocar una parranda, trulla o asalto navideño, esas sorpresivas serenatas nocturnas que no solo tienen la intención de dejar el hogar objeto de la misma repleto de buenos deseos y bendiciones mientras disfrutan de manjares típicos de la temporada, sino que representan una de las tradiciones más antiguas de la isla.
El relato de 1849 del médico, periodista y escritor puertorriqueño Manuel A. Alonso (1822-1889) muestra las parrandas, en el capítulo “Aguinaldos” de su obra “El Gíbaro”, como una tradición ya establecida para mediados del siglo XIX, dejando entrever la posibilidad de que la costumbre haya comenzado en Puerto Rico a principios de ese siglo, o a finales del XVIII.
Sin embargo, como toda tradición, el eslabón que la conecta a las nuevas generaciones podría romperse si no es custodiado y transferido a los más jóvenes.
“No existe tal cosa como el rechazo a las tradiciones, lo que hay es desconocimiento”, aseguró Omar Santiago Fuentes, maestro trovador y director de la organización para preservar la décima puertorriqueña, Decimanía de Puerto Rico, al preguntársele sobre la importancia de esta costumbre.
“Las parrandas de Navidad son parte fundamental de la identidad puertorriqueña”, añadió.
Los villancicos españoles
La tradición de las trullas navideñas en Puerto Rico se originó entre los agricultores de las zonas rurales. Sin embargo, los comienzos de esta costumbre podrían remontarse hasta la Edad Media, en la forma de los villancicos españoles.
Los villancicos son canciones populares que se originaron en la península ibérica durante el siglo XIII, y difundidas en España en los siglos XV y XVI como una forma de comunicar sucesos cotidianos de los campesinos y que con el tiempo se vincularon a temas religiosos y festivos, como la Navidad.
“Seguramente tienen vínculos. De hecho, dentro de esas actividades durante el Sigo XIX, se dice que se cantaban villancicos y, Puerto Rico, al ser una mezcla de tradiciones tanto ibéricas como africanas e indígenas, adoptaba de todas esas vertientes”, señaló Santiago Fuentes.
Luego, la tradición emigró al Nuevo Mundo a través de las colonias españolas y hoy día, diferentes equivalentes pueden encontrarse en la mayoría de los países de América Latina.
“Hay mucha tradición de canto temprano en América Latina. De despertar con buena música, eso es algo que cada pueblo adoptó a su manera”, indicó el maestro trovador.
La esencia de la tradición
La descripción más remota sobre la costumbre puede encontrarse en las páginas de la obra de Alonso, cuando describe con lujo de detalle cómo se practicaba la tradición a mediados del siglo XIX.
“No tardamos en llegar a la primera casa; echamos pie a tierra y nos colocamos reunidos al principio de la escalera: una música campestre acompañó a los que entonaron el aguinaldo nuevo, cuyos versos eran de uno de los cantores, y que se reducían al saludo de costumbre a los amos de la casa y a desearles toda clase de prosperidades, si nos daban dulces, manjar blanco, buñuelos y otras mil cosas”, asegura el relato de Alonso.
“Concluido el canto, apareció la familia en lo más alto de la escalera, bajóla el dueño de la casa y nos invitó a subir para tomar algún refresco, lo cual hicimos de muy buen grado. La mesa estaba colocada a un lado de la gran sala para dejar sitio bastante para la danza, y servida con toda profusión: en ella no faltaban el manjar blanco, almojábanas, buñuelos de muchas clases, hojaldres, cazuelas, una variedad infinita de dulces secos y en almíbar, y varias clases de licores: parecía que solo para nosotros se habían hecho todos los preparativos...”, añade.
Para Santiago Fuentes, el relato de Alonso carga con la esencia de la tradición ya que esta se trata de llevar bienaventuranza y buenos deseos a la familia que se visita.
“Todo el mundo desea que le hagan un regalo; todo el mundo desea buena música, que le deseen cosas buenas, y todo eso se daba en las parrandas de nuestros viejos. Ellos cantaban en el balcón, saludaban a los dueños de la casa y después que entraban, improvisaban décimas y cantaban canciones de la Navidad, que todo era sobre buenos deseos para los anfitriones de la parranda”, explicó Santiago Fuentes.
Música e instrumentos
“…Nos pusimos a danzar junto con los jóvenes de la casa; y no lo hubimos hecho media hora, cuando fue preciso que nos despidiéramos para que subiera a ocupar nuestro lugar otra trulla, que esperaba ya nuestra salida. Así pasamos toda la noche de una a otra parte, y en todas, a poca diferencia, se repitió la misma escena; cogiéndonos el día sin que la venida del sol nos alegrase porque terminaba una noche de placer”, continúa Alonso.
Y es que la música típica campesina, y los instrumentos que la producen, son parte fundamental de esta tradición navideña. Según Santiago Fuentes, la música autóctona de Puerto Rico tiene tres raíces principales.
“La Bomba, que es la expresión más vieja; la música campesina, que es la trova (expresión mediana del siglo XIX) y la plena, que surge un poco después. Dentro de esas tres, la que más se frecuentaba por nuestros antepasados parranderos era la de la música campesina”, explicó.
“También se dan modalidades de parranda con panderos de plena, que también es muy bonita. Ahí cantan coplas y estribillos”, añadió.
El maestro trovador señaló además que, aunque actualmente se asocia a las parrandas con el cuatro, la guitarra, el güiro, las maracas y el bongó, estos no fueron los instrumentos originales utilizados.
“En el siglo XIX se utilizaban instrumentos de cuerdas como la bordonúa y el tiple, y después esos instrumentos comenzaron a caer en desuso por el surgimiento del cuatro puertorriqueño. El cuatro empieza a dejarse sentir con mucha fuerza a finales del siglo XIX y va volviéndose el protagonista de las fiestas de los trovadores y de las parrandas”, indicó el también director de la organización sin fines de lucro.
Santiago Fuentes indicó que la tradición folclórica de “la décima”, una estrofa poética que se compone de diez versos octosilábicos que riman siguiendo un patrón específico, es el predilecto de los trovadores en las parrandas.
Mantener la tradición
El maestro de la trova aseguró que es importante mantener la tradición de las parrandas ya que, con el tiempo y la modernidad, muchas de estas costumbres centenarias corren el riesgo de desaparecer.
“Estas actividades pierden fuerza porque no tienen el respaldo de lo gubernamental o lo comercial. Son tradiciones nobles, sembradas en los pueblos que van pasando de generación a generación, y muchas veces sufren desfases. Aunque todavía la parranda existe en Puerto Rico, a veces se hace muy difícil encontrar buenos trovadores, buenos músicos, que estén dispuestos a celebrar las parrandas de manera tradicional”, indicó.
“Tenemos que explicarles a las nuevas generaciones estas tradiciones para que las puedan valorar”, añadió.