El hombre de 68 años realiza el mismo trabajo, con mucho orgullo, por las pasadas cinco décadas
El hombre de 68 años realiza el mismo trabajo, con mucho orgullo, por las pasadas cinco décadas
4 de septiembre de 2021 - 11:40 PM
Yauco - De lunes a sábado, llega puntualmente a las 7:00 de la mañana para acomodar su equipo de trabajo y su banquito en el rincón que tiene destinado frente a un supermercado en la calle Pacheco. Allí espera, con su habitual simpatía, a quienes quieren comenzar el día con los zapatos bien acicalados.
Se trata de Santiago Madera Vázquez, el único limpiabotas del pueblo de Yauco, donde es popularmente conocido como “El Flaco”. El hombre, de 68 años, se dedica a este oficio desde que apenas tenía 15.
Bajo el sol ardiente del verano, betún en mano, el hombre recordó que abandonó sus estudios de escuela superior para hacer el trabajo con el que se precia de haber colaborado en el sustento de su mamá y de sus siete hermanos. Para entonces, eran diez los limpiabotas que laboraban en el pueblo. Hoy, solo queda él.
“Me gustaba… Yo ayudé a los hermanos míos, yo les compraba las cosas a los hermanos míos. Es más, yo le daba los chavos a mi mamá y ella compraba las cosas”, contó el humilde yaucano, a quien sus compueblanos demuestran cariño compartiendo conversaciones, haciendo bromas y hasta tocando la bocina desde sus autos para saludarlo.
En 50 años, mucho ha cambiado en este pequeño negocio. En sus inicios como limpiabotas, “El Flaco” cobraba diez centavos por el servicio que ahora realiza por $2. “Cuando yo empecé aquí, todo era barato, ahora todo está caro”, explica él con simpleza.
Sus clientes fijos, como Eric Richiez Colón, solo tienen palabras de elogio para describir a quien con esmero brilla sus zapatos. “Madera es una persona excelente. Lleva muchísimos años... Es un caballero, aquí en el pueblo lo queremos, todo el mundo. Es un personaje, es el último limpiabotas que queda en Yauco”, dijo con nostalgia.
En efecto, quizás sea el último limpiabotas de Yauco, pero si es por él, habrá “Flaco” para buen rato. “La gente me dice: ‘¿Cuándo te retiras?’, y yo les digo, ‘pues, cuando me muera’”, afirmó entre risas.
Antiguamente, en la Plaza Fernando Pacheco, en la calle Comercio, se encontraban decenas de limpiabotas, jóvenes y viejos, con sus herramientas de trabajo: anilina, betún, bayeta, alcohol y cepillo. También, iban por las casas, preguntando quién quería brillar sus zapatos.
Los que mejor hacían su trabajo, gozaban de una selecta clientela, que frecuentemente incluía a políticos locales, que protagonizaban sus tertulias en la plaza. El precio del servicio fluctuaba entre cinco y diez centavos, pero los que tenían sillas para sus clientes, podían cobrar hasta una peseta.
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