La Asociación Pro Bienestar de la Familia Comerieña no solo ayuda a que estos jóvenes terminen su escuela superior, sino que les brinda talleres y viajes, entre otras oportunidades
La Asociación Pro Bienestar de la Familia Comerieña no solo ayuda a que estos jóvenes terminen su escuela superior, sino que les brinda talleres y viajes, entre otras oportunidades
21 de junio de 2023 - 1:06 PM
Alma E. Martínez Rivera es el ángel de los desertores escolares de la región central, pues, desde hace 30 años, impulsó la creación de una organización que trabaja con la problemática social y ayuda a que estos jóvenes descubran su propósito en la vida.
Se trata de la Asociación Pro Bienestar de la Familia Comerieña, una institución que ha hecho una labor titánica con miles de alumnos provenientes de 25 municipios y que, en un momento dado, se alejaron de la escuela por diversas circunstancias.
Sin embargo, fueron rescatados por este proyecto, que los anima a completar su cuarto año de escuela superior, pero, además, les brinda una serie de oportunidades mediante talleres, viajes y actividades de confraternización entre pares.
El resultado de esta gestión es asombroso, ya que el 90% de los participantes continúa estudios en algún colegio técnico o universidad, mientras que el resto entra a la fuerza laboral.
Todo comenzó cuando Martínez Rivera laboraba para el Censo, durante la década de 1990, y constató –mediante estadísticas– la alarmante realidad de una población desertora que habitaba en Comerío.
“Encontré que había familias con cuatro y cinco jóvenes desertores escolares en sus casas. Me preocupaba, porque mi esposo era alguacil en Comerío y muchos de esos muchachos terminaban siendo delincuentes juveniles. Nosotros, como familia, nos preocupamos porque no había qué ofrecerles”, contó la mujer de 65 años.
“Luego, me reuní con el Departamento de Educación (DE) y me orientaron cómo preparar un proyecto para poderlos atender. Le solicitamos que pudiéramos ver las estadísticas sobre la deserción escolar en Puerto Rico, e identificamos que había mucha necesidad, no solamente en Comerío, sino en todos los pueblos”, relató.
Así nació la Asociación, tras convocar a integrantes de la comunidad que también estaban preocupados por la situación y quienes, más adelante, conformaron una junta administrativa.
La organización está adscrita al DE, a través del Proyecto Casa (Centro de Apoyo Sustentable al Alumno), “un programa alternativo que surgió en el DE porque no había quién atendiera a los desertores y, por eso, hicieron una alianza con instituciones de diferentes lugares, que se unieron para crear Casa y estamos en 15 pueblos”.
El proyecto de Comerío atiende a jóvenes de entre 14 y 21 años, que residen en ese pueblo, además de otros 24, entre estos, Caguas, San Lorenzo, Aibonito, Corozal, Cayey, Cidra, Aguas Buenas, Bayamón, Orocovis y Morovis.
“Este centro se ha extendido a Bayamón. Allí, llegan de muchísimos pueblos… Toa Alta, Toa Baja, Vega Alta, Vega Baja, Cataño, San Juan y Guaynabo. Llegamos hasta Arecibo y atendemos cuatro regiones educativas: Caguas, Bayamón, San Juan y Arecibo. En general, tenemos 283 estudiantes”, reveló la directora del programa.
Comentó que el 80% de los participantes son varones frente a un 20% de mujeres, incluyendo estudiantes de educación especial.
El proyecto comienza con estudiantes de cuarto a sexto, “que es sin grado, para estudiantes que han fracasado, pero, por su edad, están atrasados. Luego, está el grupo de séptimo a noveno y de décimo a duodécimo grado”.
Además de las materias básicas como inglés, matemáticas, ciencia, español y estudios sociales, los participantes reciben variedad de talleres, ya que, según Martínez Rivera, “nuestra matrícula necesita algo más que los ayude a lograr unas metas que, a veces, no pueden lograr de otra forma”.
“Se les da panadería y repostería, tenemos talleres de arte, mosaico, dibujo, costura, reciclaje y agricultura. Utilizamos mucho las siembras para enseñarles que el medioambiente se protege y se cuida, y que de ese medioambiente se vive”, apuntó.
La finca donde está asentada la institución desde 2008, en el barrio Naranjo, cuenta con más de 27 cuerdas de terreno, pero el programa solo utiliza un poco más de siete para la siembra de “recao, ajíes, tomatitos, calabaza, papaya, guineo, plátano, yuca, piña, coco y gandules”.
Otro aspecto que distingue a este programa es que pretende dejar un legado en la comunidad, mediante la visita a adultos mayores, niños con necesidades especiales, centros de adicción y la limpieza y mantenimiento de las áreas comunes, entre otras labores.
Asimismo, ofrecen a los participantes la oportunidad de viajar fuera de la isla, ya sea en crucero por el Caribe o ciudades en Estados Unidos, “porque a ellos hay que darles unas experiencias que, quizás, no las tendrían con su familia, porque los estudiantes que atendemos son de escasos recursos”.
La institución, igualmente, da seguimiento a sus participantes hasta 18 meses después de terminar el cuarto año.
De otra parte, Martínez Rivera reconoció su deseo de que el proyecto pueda ser autosuficiente. Por eso, compraron los equipos necesarios para confeccionar productos de repostería bajo su propia marca. Sin embargo, no ha recibido una respuesta concluyente del gobierno estatal que les ayude a alcanzar la meta.
Igualmente, los maestros requieren conexión a internet para catapultar el aprovechamiento académico que ha demostrado un éxito sin precedentes.
“Yo creo en la prevención. Las estadísticas por 30 años nos dicen que los estudiantes que nosotros atendimos en los campamentos de verano, en los proyectos, en las escuelas y los que han pasado por aquí como desertores escolares… todos son profesionales”, puntualizó.
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