Rodeada de leyendas la ciudad costera de Peñuelas hace honor a su cognomento el “Valle de los Flamboyanes” dejando a la vista de los turistas aquellos encantos de la naturaleza que, en unión a su arquitectura, remontan al visitante a la época de antaño conservando aun una rústica identidad en muchos de sus sectores.

Desde el casco urbano hasta las zonas rurales el romanticismo, la historia y la fantasía protagonizan los grandes relatos que atraen a las decenas de visitantes que semanalmente llegan hasta esta ciudad.

El joven peñolano José Manuel Velázquez Santiago, se ha convertido en el intérprete de los acontecimientos históricos que dan margen al interés del Turismo local. “El flujo de gente en los últimos meses ha sido concurrido. Mayormente es turismo local y los peñolanos ausentes en la diáspora y traen a la familia extendida. Desde que abrió el hotel que está en el pueblo (Royal Delonix Hotel), hace como seis meses, tenemos más visitantes y hemos creado enlaces culturales con otros pueblos”, dijo el joven.

El senderismo, el rapelling descendiente y otros deportes extremos atraen al turista extranjero que, seducidos por las publicaciones en redes sociales de otros visitantes, llegan a este pueblo en búsqueda de aventuras. “Viene mucho turista americano y también personas del área metro que van al monte, que también le dicen garganta del diablo, que se camina más o menos como una hora y cuarenta cinco (1:45) minutos. Es un ‘trip’ retante porque se camina bastante”, explicó el entusiasta guía.

Para cualquier visitante, el punto más icónico de la ciudad es la Plaza de Recreo donde la expresión artística del Mosaico del Flamboyán, las esculturas de la leyenda que da origen al nombre del río Guayanés y la recreación, aparentan un junte perfecto para el viajero local.

“Mostramos la historia de Peñuelas y, con el nuevo arreglo que le hicieron a la plaza, se habla de la leyenda del río guayanés. Es la historia del Indio Guay y la española Anés, es parecida a la historia de Romeo y Julieta, un amor imposible que se vio tronchado por el papá de la española. Él mató al indio y ella se lanza al río muriendo ahogada junto con él”, relató el guía mientras señalaba la recreación de esta leyenda en un lado de este centro.

Allí se pueden observar las esculturas de los protagonistas de este idilio separados por la corriente de un río simulado, que incluye piedras extraídas del propio afluente natural. “Hay una canción que se canta mucho en Navidad y dice que ‘si bebes del agua del río guayanés, quedas encantado de la cabeza a los pies’”, tatareó mientras caminaba por la calle Pedro Velázquez Díaz, principal acceso a esta zona urbana.

La Concha Acústica, flanqueada por la imagen imponente de un colorido Flamboyán pintado por el artista plástico peñolano Israel Rosario, ambos puntos de interés están a cada extremo del principal centro recreativo-cultural de los ciudadanos, al lado de la Iglesia Católica San José, una edificación que data del 1793 pero que, a través de los años y las inclemencias de fenómenos naturales como el terremoto de 1918, el huracán San Felipe 1928, ha tenido que ser renovada.

Este centro es la sede del Cristo Santo de la Salud a quien se le adjudica el milagro de 1867. Según este joven historiador, “el Santo Cristo de la Salud es un Cristo hecho en madera china tallado. Se le adjudica el milagro de retirar las aguas causadas por un maremoto. El sacerdote de la Iglesia Católica del pueblito Tallaboa Encarnación sale con la feligresía cargando el Cristo Santo de la Salud. Cuando se encontró el mar con la procesión, el mar se detuvo y, según iban caminando, iba echando para atrás el mar”.

Otra de las historias legendarias del pueblo queda evidenciada al contemplar los restos de “La negra cocola”, una locomotora que data del 1924 y utilizada para el transporte de la caña de azúcar. Esta máquina, en su momento, representó un avance para el trabajo del transporte de la caña de azúcar y fue importada desde Filadelfia e impulsada por el carbón de piedra. La pieza histórica ubica en el Parque del Retiro Ángel M. Román Cruz y fue donada por la familia Valdivieso para la vista de los transeúntes que concurren en la zona.

Al caminar por la zona histórica de Peñuelas, aún se percibe la estampa de pueblo humilde y trabajador donde los pequeños comerciantes invaden las calles principales variando los ofrecimientos desde ferreterías, funerarias, farmacias, bancos y consultorios médicos sin alterar mucho las fachadas autóctonas de la zona.

También en esta zona esta el único museo que tiene la ciudad y que reúne una serie de piezas distintivas de la historia de Peñuelas que abarcan desde su fundación hasta las actividades populares. Todo acontecimiento ha quedado evidenciado en esta casa Museo Ramón Rivera “Bonyé”, un tributo al exalcalde que fue sorprendido por la muerte en sus primeros meses de gesta pública.

“Era un hombre de pueblo muy querido. En adición a la historia de “Bonyé”, el museo cuenta con tres salas de arqueología del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Una sala de historia y de arte permanente. También es un centro cultural donde se realizan actividades como ferias de lectura y antes de la pandemia el cine comunitario. Cuenta con una Biblioteca de literatura nacional, de Peñuelas, y de Latinoamérica”, relató el joven.

A pasos de este centro recreativo y cultural se encuentra la Plaza Artesanal que reúne las ofertas del arte local y de los múltiples artesanos de la zona.

“En esta Plaza artesanal es donde se hacen bazares, presentan los artesanos y es bastante concurrida los fines de semana”, expresó Velázquez que también es un apasionado artesano de semillas.

En las afueras del área urbana se puede admirar lo que queda de la famosa Chimenea de Peñuelas. Hoy solo ladrillos constituyen el recuerdo de la estructura de unos treinta pies de alto edificada para los años cuarenta y que aún se mantiene en pie en el barrio Santo Domingo.

En el Cerro Los Cabros, la majestuosidad de la naturaleza se representa al observar la grandiosa Ceiba que atrae la vista de los visitantes a este pueblo sureño. Sus impresionantes raíces y su constitución natural no pasan desapercibidos al ojo de aquellos que buscan admirar esta maravilla. La familia Torres Piñeiro, propietaria de los terrenos donde ubica esta joya de la naturaleza, han establecido un perímetro para poder salvaguardar el buen estado en que se encuentra el legendario árbol.

La ceiba, que aparenta tener más de cien pies de altura, presenta un tronco grueso convirtiéndose en refugio de algunas aves exóticas como el perico monje y el pitirre entre otros.