

19 de marzo de 2025 - 8:29 AM
Washington - Los cuatro amigos crecieron a pocas cuadras en Venezuela, jugando al fútbol y yendo y viniendo de una casa a otra. A medida que la situación empeoraba, viajaron a Estados Unidos y estaban comenzando una nueva vida en Dallas, donde trabajaban largas jornadas y compartían una casa.
El jueves, agentes armados se presentaron en su casa, los arrestaron y los llevaron a un centro de detención de Texas, según contó Mervin Yamarte, de 29 años, a su madre por teléfono. Los familiares desconocen los cargos que se les imputan, y sus nombres no aparecen en los registros judiciales federales, estatales ni locales.
Lo que sucedió después horrorizó a sus familias. Yamarte contó que les pidieron que firmaran los documentos de deportación y que aceptaron, pensando que pronto regresarían con sus hijos y seres queridos en Venezuela.
Pero un día después, su madre vio un impactante video publicado por el presidente salvadoreño Nayib Bukele que mostraba a presuntos pandilleros siendo sacados violentamente de aviones desde Estados Unidos y arrastrados a una megaprisión conocida por sus denuncias de abusos contra los derechos humanos.
Mercedes Yamarte vio a su hijo.
Apareció solo un segundo, pero no le quedó duda de que era él. Estaba arrodillado y llevaba una camisa negra rasgada. Tenía la cabeza rapada. Un agente estaba de pie detrás de él. Parecía hacer una mueca de dolor.
“No tenía palabras”, dijo Mercedes Yamarte el lunes con la voz entrecortada. “No podía hablar”.
Sin que su familia lo supiera, Yamarte había sido subido a un avión después de que el presidente Donald Trump firmara en secreto un decreto invocando la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798. Esta disposición, vigente en tiempos de guerra, otorgaba a Trump la facultad de expulsar rápidamente a los venezolanos acusados de pertenecer a la pandilla Tren de Aragua, privándolos de la oportunidad de presentar su caso ante un juez antes de su deportación. Un juez federal impidió que Trump usara esta facultad y ordenó al gobierno que devolviera cualquier avión que ya estuviera en el aire. Tres aviones aterrizaron en El Salvador horas después.
La Casa Blanca y el Departamento de Seguridad Nacional no confirmaron si Yamarte o sus amigos fueron enviados a El Salvador ni, de ser así, si fueron deportados bajo la Ley de Enemigos Extranjeros. La rapidez con la que Yamarte fue detenido y enviado a El Salvador se corresponde con el uso de dicha facultad.
El uso secreto de esta facultad extraordinaria por parte de Trump se está debatiendo en los tribunales, mientras los defensores de los inmigrantes exigen saber quién fue deportado y por qué. La última vez que un presidente invocó la ley fue durante uno de los capítulos más oscuros de la historia del país, cuando el gobierno retuvo a más de 110,000 estadounidenses de origen japonés en campos de internación durante la Segunda Guerra Mundial.
Después de que Mercedes Yamarte reconoció a su hijo, las madres de los otros hombres comenzaron a preocuparse y a buscar información también. Uno de los otros hombres fue visto en una foto publicada por Bukele, y las madres suponen que los cuatro están en El Salvador. En entrevistas, familiares de los hombres —Yamarte, Ringo Rincón, Andy Javier Perozo y Edwuar Hernández— insistieron en que no son miembros de la pandilla Tren de Aragua.
“Si hay personas con antecedentes penales, búsquenlas”, dijo Mercedes Yamarte. “Pero los inocentes no deberían tener que pagar por los demás”.
Los cuatro hombres provienen de Maracaibo, una ciudad en el oeste de Venezuela que alguna vez fue una de las más ricas del país, gracias a sus abundantes reservas de petróleo.
Pero a medida que crecían, su país comenzó a derrumbarse. La hiperinflación les quitó todo el valor a sus salarios. La industria petrolera venezolana se desplomó. La ciudad comenzó a sufrir apagones frecuentes. Mervin Yamarte encontró trabajo en una empresa de techado, según su familia, pero seguía teniendo dificultades para llegar a fin de mes.
En 2023, él y sus amigos pusieron la mirada en el norte. Viajaron por Centroamérica y México para llegar a Estados Unidos. Los familiares comentaron que cruzaron de la misma manera que miles de venezolanos lo habían hecho antes: ingresando ilegalmente por el Río Grande y luego entregándose a agentes de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, quienes los detuvieron y luego los liberaron.
Todos los hombres compartían historias similares. Tenían entre 20 y 40 años, aún lo suficientemente jóvenes como para imaginar empezar de cero en un nuevo lugar. Todos tenían hijos. Sus familiares afirmaron no tener antecedentes penales en Venezuela. The Washington Post no pudo verificar de inmediato sus antecedentes allí.
Yamarte se fue a Estados Unidos con la esperanza de arreglar la deteriorada casa de su familia, según Jeannelys Parra, su pareja desde hace 11 años. La pareja tiene una hija de 6 años. Sus familiares comentaron que tiene varios tatuajes que demuestran su amor por la familia.
Uno lleva el nombre de su hija. Otro, en su brazo, dice “Fuerte como mamá”. Un tercero muestra dos manos entrelazadas, que los representan a él y a su pareja, junto a la fecha en que comenzaron a salir.
Los otros hombres también eran personas de familia, según su entorno. Rincón, de 39 años, había estado trabajando para un proveedor de televisión en Venezuela y tiene tres hijos. Perozo, de 30 años, tiene cinco hijos y se ganaba la vida repartiendo comida en moto. Su madre dijo que con eso no ganaba lo suficiente para mantener a su familia.
“Intentaba dar una mano cuando podía”, dijo su madre, Erkia Palencia, de 52 años, en una entrevista telefónica. “Pero no siempre podía”.
Hernández, de 23 años, se reunió con sus amigos en Dallas un año después. Su madre contó que también lo detuvieron cuando cruzó la frontera ilegalmente en otoño, y que los agentes le preguntaron por sus tatuajes: una rama en el pecho y un búho en el brazo. Fue liberado con fecha de comparecencia ante el tribunal en 2027.
La mayoría de los hombres trabajaron inicialmente en una fábrica de tortillas de maíz y harina. Uno de ellos consiguió trabajo posteriormente en una tienda online de moda rápida.
Sus vidas habían cambiado, pero habían logrado mantener su amistad. Eran colegas y compañeros de piso. Y cuando tenían tiempo libre, según sus familiares, lo dedicaban a jugar al fútbol.
Los agentes llegaron a su casa el jueves por la mañana. Para entonces, el hermano menor de Mervin, Jonferson Yamarte, ya había llegado a Texas. Presenció los arrestos, pero no fue detenido y los describió a The Post.
Dijo que había agentes de inmigración armados en su living cuando despertó. Le pidieron que se sentara, le preguntaron su nombre y luego si tenía tatuajes. Académicos y periodistas que han estudiado el Tren de Aragua afirman que los tatuajes no son un indicador fiable de pertenencia a la pandilla. Familiares de varios hombres venezolanos, a quienes la administración Trump describió como miembros del Tren de Aragua y que fueron enviados a Guantánamo en febrero, también afirmaron que los agentes de inmigración se habían centrado en los tatuajes. Sus familiares negaron que sus seres queridos tuvieran vínculos con la pandilla.
Jonferson Yamarte, de 21 años, dijo que les mostró a los hombres el tatuaje que él y su hermano comparten: “Fuerte como mamá”.
Aún no se sabe por qué arrestaron a un hermano y no al otro. Jonferson Yamarte dijo que uno de los hombres, Perozo, había faltado a una cita en la corte y tenía una orden de deportación definitiva.
El sábado, Melvin Yamarte llamó a su madre. Ella dijo que él le contó que los cuatro amigos estaban detenidos juntos y habían firmado los documentos de deportación. Las madres comenzaron a organizar su llegada. Uno de los hijos de los hombres quería darles una fiesta de bienvenida.
Entonces Mercedes Yamarte vio el video de El Salvador. Alertó a las otras madres y amigas. Lloraron desesperadas.
“Se sentía como si alguien hubiera muerto en la casa”, dijo Yareli Herrera, de 44 años, madre de Hernández. “No he podido comer ni dormir”.
La pareja de Mervin Yamarte, Parra, dijo que cuando vio el video, “se me partió el corazón. Porque mi esposo no es parte del Tren de Aragua. Y no podía creer que lo enviaran allí”. Después de tantos años juntos, conoce sus expresiones, y lo que vio en su rostro fue claro. “Era un rostro de dolor”, dijo. “De miedo”.
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