

La Organización Mundial de la Salud define la salud pública como la respuesta organizada de una sociedad dirigida a promover, mantener y proteger la salud de la comunidad, y prevenir enfermedades, lesiones e incapacidad. Una de las palabras claves en esa definición es “organizada”. Es necesario crear mecanismos y establecer prioridades para tratar de atender dos asuntos que se contraponen: las necesidades ilimitadas frente a los escasos recursos. Por eso, en vías de utilizar los recursos disponibles de la manera más eficiente posible, se determina cómo se ofrecen servicios, a quiénes se les administran ciertos medicamentos o se le realizan ciertos estudios, o qué estrategias son las más adecuadas para disminuir riesgos o mortalidad, entre otras. De ahí que, para administrar la vacuna contra el COVID-19, de la cual existe una producción limitada, se establecieran prioridades al asignar grupos para inmunizarlos, según su función en el sistema de salud, su riesgo de complicación y muerte, etc.
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