A días para finalizar el 2024, y con una dinámica laboral menos agitada, se da el momento prefecto para pasar revista sobre lo vivido en los pasados 12 meses.

Evaluar nuestras experiencias y proyectar cómo podemos mejorar, cómo podemos realizar esos sueños o cumplir con responsabilidades más efectivamente es recomendable. No importa lo que hayamos alcanzado, el puesto, sueldo o estatus social o económico que tengamos, siempre podemos mejorar, tener nuevos proyectos, ser mejores personas, ayudar a otros, aportar a la sociedad. O, simplemente, ser más felices (asunto que se toma muy ligeramente cuando eso debería estar al centro de nuestra vida).

Personas que viven una vida ejemplar ofreciendo labor voluntaria como José Ramón “Cheo” Oyola Ríos, de Caguas, sirven de inspiración. Pero es importante comprender que no hay que tener tantos proyectos o llegar a tanta gente como él para ser un agente de cambio. Ayudar a una sola persona puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte, la salud y la enfermedad, una existencia provechosa y otra miserable. Eso es real para niños y jóvenes, que pueden tener grandes problemas con los cuales se puede trabajar. Y es especialmente así para adultos y adultos mayores, muchos de los cuales se entristecen en esta época festiva por la distancia de sus familiares o la muerte de personas queridas, a quienes extrañan y cuya pérdida provoca consideraciones sobre su propia mortalidad.

La soledad es la pandemia que no se va. Así que, entre los planes para el nuevo año, pongamos en lista visitar a un adulto mayor, llamarle, preocuparnos por esa persona, apoyar iniciativas que les brindan servicios. Hagamos la diferencia con pequeños o grandes gestos, sin descuidar nuestro bienestar y felicidad.